La tragedia de Lemoiz bien contada. Por Iñaki Anasagasti

Inmaculada Boneta fue elegida en 1980 vicepresidenta del Parlamento Vasco. Fue la primera en aquella neonata institución  legislativa. Habían existido las Juntas Generales pero no un Parlamento agrupando a tres de los territorios vascos. Casada con el ingeniero de Iberduero Fernando Arriola, familia muy conocida y apreciada, tenían como vecinos en  Unbe a la familia del  ingeniero responsable de la construcción de Lemoniz, José María Ryan. Digo ésto porque con ella vivimos angustiados el secuestro y asesinato de su vecino y amigo el ingeniero, datos que recoge su hijo Antón en el libro “El Ruido de entonces” que no es otro que el que producía la segadora que el ingeniero ponía en funcionamiento todos los sábados para dejar bien segado el césped de su casa.

Sobre Lemoniz, que así se llamaba entonces, recuerdo los debates en el Parlamento Vasco, la ponencia que se creó, la explosión de la central de Harrisburg, las manifestaciones a las que acudimos, la protesta en la calle, los acuerdos en los ayuntamientos, el debate sobre la energía nuclear con una ETA que en tiempos de clandestinidad y en su libro blanco había apoyado este tipo de energía que convertía a los países en soberanos y  autosuficientes. Pero cambió y aquel cambio produjo asesinatos, extorsiones y tragedias.

Se han cumplido cuarenta años de aquellos hechos abominables y parecería que nos hemos olvidado del secuestro de Ryan, la semana que ETA dio a Iberduero para que clausurara la central y al final el asesinato. Como con Miguel Ángel Blanco pero más alejado en el tiempo. La misma estrategia asesina con suspense incorporado, pero aquella vez con un profesional con la diferencia de no militar en un partido que se ocupa de recordarlo. Y hacen bien.

También en el libro se recuerda el origen de todo que no fue sino  la iniciativa de un Iberduero de construir una central muy cerca de una población  millonaria, de su actuación caciquil, de inversiones millonarias que se resistían a dejar de percibir, de consejos de administración insensibles al sonido de la  calle actuando como si el dictador siguiera en el Pardo, de decisiones tomadas a quinientos kilómetros del lugar de los hechos.

Todo esto es el libro de Anton Arriola, libro que combina dos historias, está muy bien escrito, aporta reflexiones del autor y tiene el plus de las vivencias de Antón Arriola, vecino de la familia Ryan  que vivió en directo  la desolación que supuso aquella tragedia. Libro muy recomendable.

En su contraportada, el libro lo explica así:

“El ingeniero salió de la central a las 19:45, en su Seat 131 de color blanco. Nunca llegó a casa. A las 21:30, se recibió una llamada en la delegación en Bilbao del diario Egin. «Tenemos a Ryan, de Iberduero», dijeron. Comenzó entonces una morosa semana de an­gustia y esperanza, cuyo desenlace pasaría a formar parte de la historia de la infamia. Desde aquel tiempo mi madre, al desper­tarse los sábados por la mañana, oía el ruido de una segadora. La maquinaria del mundo se ponía en marcha con un ronroneo estremecedor, que le hablaba de aniquilamiento y desolación como ningún elaborado soneto o discurso pudiera hacerlo. Pero solo existía ya dentro de su cabeza: hacía años que José Mari había dejado de cortar la hierba de su jardín.

Mediante una poderosa combinación de ficción alegórica y cró­nica autobiográfica, El ruido de entonces se adentra en los trági­cos hechos que acontecieron alrededor de la central nuclear de Lemoiz. El secuestro del ingeniero José Mari Ryan, vecino y amigo de la familia del autor, constituye su elemento central. Junto a la pretensión inicial de contar la historia de un hombre inocente atra­pado e*n una encrucijada, del relato irá aflorando una convicción: la necesidad de recuperar los recuerdos dolorosos de entonces, para que entre todos convirtamos a la memoria en guardiana de nuestro futuro.”

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