Decidid, decidid, malditos. Por Laura Costoya Santos

Coach, Mentora y Formadora.
Si hay algo que influye directamente en nuestra vida, es la toma de decisiones. Aquello que decidimos tiene un impacto directo en nuestra existencia. Decidir bien es una de las grandes preocupaciones que tenemos. Nos genera cierta ansiedad y a veces nos paraliza. Por eso, hoy es el tema de la columna.
Tendemos a pensar que solo decidimos en grandes ocasiones, que hay un puñado de situaciones clave en las que nos jugamos nuestro destino. Pero esto no es así. Cada día, a cada momento, estamos tomando decisiones que determinan nuestro futuro. Y es importante tener esto muy en cuenta.
La cuestión es que vamos en modo piloto automático, como ya te he comentado en alguna ocasión. El tiempo se nos escurre entre las manos porque no le ponemos consciencia y no estamos atentos. Desde que nos despertamos cada mañana, estamos decantándonos por una opción u otra de un modo inconsciente. Cada decisión y cada pensamiento provocan una consecuencia en nuestra vida.
Por lo tanto, lo primero que tendríamos que hacer es ser conscientes de qué es lo que queremos. Sí, también aquí el autoconocimiento juega un papel protagonista. Para sentirnos bien, para “acertar” en aquello que elegimos, es imprescindible saber qué es lo que nos importa. O lo que es lo mismo, cuáles son nuestros valores. Decide los tres o cuatro pilares fundamentales de tu vida y, sobre ellos, construye todo lo demás.
Si tienes claro lo que es importante para ti, aquello que es irrenunciable, cuando te enfrentes al momento de decidir, sabrás qué hacer. Incluso aunque no sea lo que te gustaría, afrontarás con convencimiento la decisión. Un truco que te puede ser útil es el de decidir tres objetivos cada mañana: uno personal, uno familiar y, por último, otro profesional. Esto te ayudará a decidir bien porque es la manera de poner el foco en lo que realmente quieres. Si, por ejemplo, te has fijado como objetivo personal cuidar tu salud, cuando te toque decidir entre subir las escaleras andando o coger el ascensor, la decisión ya estará tomada de antemano.
Otra cosa que nos dificulta tomar buenas decisiones es que solemos hacerlo desde el miedo. Me explico. Hay dos grandes energías que mueven el mundo: el amor y el miedo. Cuando elegimos una opción, podemos hacerlo desde el temor a algo que queremos evitar o desde el amor que nos acerca a aquello que deseamos. O lo que es lo mismo, podemos movernos por inspiración o por desesperación. Y es muy difícil decidir bien si estamos desesperados, ¿no te parece?
Algo a tener en cuenta es que cada decisión supone pagar un peaje. Esto te lo cuento porque a veces optamos por no decidir pensando que así eludiremos tener que pagarlo. Pero siento decirte que no decidir es también tomar una decisión. Y a la larga, puede que el tributo sea mucho mayor. Es importante saber qué tasa vas a pagar, conocerla y abonarla de forma consciente. Si no lo hacemos nos quedaremos paralizados, rumiando una y otra vez lo que tenemos que hacer y frustrándonos por no ser capaces de realizarlo.
No me interpretes mal, no se trata de decidir a lo loco. El miedo tiene un mensaje alto y claro: prepárate. Pues entonces te propongo que lo utilices para eso, para prepararte y hacer todo lo que está en tu mano para que aquello que decidas, salga lo mejor posible. Te puede ser de utilidad imaginarte eligiendo cada una de las opciones que barajas y analizando cómo te sientes con cada una de ellas. Porque dentro de ti está tu verdad y, desde ella, no podemos equivocarnos.
Y ten presente que tomar una buena decisión no siempre nos evita fallar. Puede suceder que la elección correcta nos lleve a un lugar que no queremos. Retomando el ejemplo de antes, si elegimos subir por las escaleras para hacer ejercicio (decisión correcta alineada a la voluntad de cuidarnos), nada nos garantiza que no tropecemos y nos hagamos un esguince. Es así, a veces elegimos bien pero las cosas no salen como queremos. Por eso no debemos olvidar que lo importante es centrarnos en la buena decisión y no en el resultado.
Para finalizar, creo que el mejor consejo que te puedo dar es que pongas atención a tu entorno. Rodéate de personas que te apoyen y alienten tus buenas decisiones. Elige un contexto en el que seas libre para escoger aquello que quieres y no te hagan sentir mal por ello. No mereces menos. Me encantará que me cuentes qué decisiones vas a tomar hoy y si sientes que tu entorno te respalda o te limita. Aquí tendrás un espacio libre de juicio para decidir. Os leo.
No se si se lo que voy a poner, a ciencia cierta, me acabo de despertar y aún estoy con la llegaña de los lunes. Al ser festivo en Galicia, me es difícil. Esta casi todo cerrado y aún no abrí la ventana. Gracias Laura Costoya, ya se que te ha costado escribir este último comentario. Pero yo no sé si subo o si bajo. Un abrazo, guapa.
¡Gracias por leerme, Tomás! Se nota que es festivo en Galicia, que estamos un poco despistados. Es verdad que tenemos fama de indecisos pero creo que está más relacionado con que no nos mojamos. Pero luego somos de ideas claras.
Abrazo inmenso.
Gracias Tomás por recomendarme a Laura. Me acabo de leer de un tirón todos los artículos. No solo me han encantado. Me han servido de mucho. Gracias Laura. Esperaré con ilusión los lunes para seguir aprendiendo.
¡Gracias por leerme, Marina! Espero estar a la altura en las próximas columnas. Me alegra muchísimo que te hayan gustado y además te sirvan de algo. Para eso escribo.
Abrazo inmenso.
Tremenda columna, para leer una vez a la semana mínimo. Qué gran reflexión Laura, lo de «no decidir es también tomar una decisión», es brutal, estoy totalmente de acuerdo. Suerte que yo procuro rodearme de gente que aliente mis decisiones. Un abrazo corazón, es un gusto leerte.
¡Gracias por leerme, Isa! Yo misma procuro tener todos estos aprendizajes muy presentes. Decidir a veces duele. Pero si tengo todo esto presente, sin duda lo hago más consciente. Y el entorno es fundamental. Para todo em la vida, por supuesto. Pero a la hora de decidir es clave.
Abrazo inmenso.