Dr. Jekyll y Mr. Maternidad. Por Laura Costoya Santos

Coach, Mentora y Formadora.
Si hay un concepto que alberga para mí la mayor confusión, incoherencia y contradicción, es sin duda el de la maternidad. Si tengo que decir qué es lo más difícil que yo he hecho en la vida, sin duda es ser madre. Y si os quisiera explicar lo que significa maternar, os diría que es lo más extremo a lo que yo me he enfrentado.
Porque ser madre te puede llevar del terror absoluto a la mayor de las esperanzas. De la preocupación a la carcajada. Del amor más inmenso a la decepción más amarga. La maternidad es un Dr. Jeckyll y Mr. Hyde que te lleva al límite. Te planta encima el traje de súper heroína pero debajo tú sigues siendo una simple mortal cargada de miedos e inseguridades.
Hemos aprendido que las madres siempre están, que es su labor, lo que les toca. Que cuando todo lo demás falla, el amor de una madre permanece. Que antepone nuestras necesidades a las suyas, que debe ser sacrificada. Así, cuando cumple con esta pauta, es la mejor madre del mundo. Y cuando no lo hace es una mala madre.
Y yo te digo, ¿no te parece que si esto lo atribuyésemos a cualquier otro tipo de relación, no dudaríamos en calificarla de tóxica? Quizás ha llegado el momento de darle una vuelta al concepto.
Yo hoy os propongo liberar a vuestras madres (y a vosotras mismas, si lo sois), de la expectativa depositada en la maternidad. Podemos empezar por dejar de ensalzar las cualidades que culturalmente se asocian a ser madre (bondad, entrega…). No digo que no les reconozcamos el mérito ni valoremos todo lo que han hecho por nosotros. Pero dejemos de exigirles la dedicación, desvelos y generosidad que se les da por sentado.
Si tuviera a mi madre conmigo, le diría que se ponga ella por delante, que nos mande un poco a paseo, que se cuide y se priorice. La animaría a gastar esos 50€ que lleva en el bolso en sí misma y no en el jersey que me oyó decir que me encantaba. Le diría que si algo le duele, no lo oculte y nos lo diga. Le diría que sus inquietudes son importantes y que haga aquello que le apetezca.
Y me comprometería a sentirme orgullosa de ella por eso, por verla libre. Trabajaría en mí para no exigirle atención cuando fuera ella la que la necesitara. Le preguntaría “¿cómo estás?” pero de verdad. Lo haría con el afán de descubrir cómo se encuentra y no como un mero formalismo. Porque tendemos a pensar que están bien, son expertas en hacernos creer que siempre lo están.
Pero a veces no es así. También tienen sus miedos, sus dudas y sus incoherencias. Las madres también cometen errores. Y deberíamos entenderlas y apoyarlas, no exigirles una perfección inalcanzable. O, en cualquier caso, no pedirles más que a otra persona. El rasero que aplicamos a las madres es el más exigente. Se nos olvida que no son seres divinos, también son personas.
Por eso mi propuesta de hoy es cambiar la mirada y reducir la exigencia. Podemos permitir a nuestras madres (y a nosotras mismas, si lo somos) no tener todas las respuestas. También soltar ese sentimiento permanente de culpabilidad. Vamos a emanciparlas de esa entrega infinita.
Me gustaría conocer tu experiencia como madre o como hija y si ha cambiado con el paso de los años. También qué sería lo que regalarías a tu madre si pudieras. De entrada, quizás podrías enviarle esta columna para decirle: tú eres lo más importante de tu vida. Y es maravilloso que así sea. Os leo.
Has acertado con el día. DIA DE LA MADRE. yo empezaría por el final, si pudiera darle un regalo, le daría salud total, los últimos años, ya jubilada de hacer comida para tanta gente, ya jubilada de lavar tanta ropa y de atendernos a todos las 24 horas. Y que fuera feliz a su manera. La llamaría todos los días, y oiría su voz, cosa que ahora no puedo. Falleció en el año 2008. Encarnita, GUAPA.
¡Gracias por leerme, Tomás! Me encantan los regalos que harías a Encarnita. No la conocí por días, pero de algún modo me habéis sabido transmitir cómo era ella. Sé que estaría muy orgullosa de vosotros y que alucinaría con el bisnieto tan precioso que tiene.
Hoy, más que nunca, abrazo inmenso.
“El respeto que aplicamos a las madres es el más exigente” uffff totalmente de acuerdo, como madre y como hija. Que gran columna Laura, te superas cada día, me encanta leerte. Ahora mismo Le envío la Columna a mi madre un abrazo MADRAZA
¡Gracias por leerme, Isa! A ellas (a nosotras) les exigimos más que a nadie. No es justo, no se lo merecen. Espero que tu madre lo reciba con el cariño y respeto con el que fue escrito.
Abrazo inmenso.
Mi madre tiene 80 años y me está resultando muy curioso ver como se van invirtiendo los papeles.Ahora es ella quien cada día necesita que le expliquemos cosas,que le demos nuestro brazo para que pueda caminar mejor,consultarnos dudas…y ahora somos sus hijas las que tenemos que devolverle con Amor todo su esfuerzo
¡Gracias por leerme, Ana! Sí, con suerte llega ese momento en el que se recorre el camino inverso. Sois muy afortunadas de tenerla y ella de teneros. Hay una realidad para muchas personas que es cuando nos convertimos en mamá de mamá.
Abrazo inmenso.
Felicidades por tu columna Laura!!
Que sincrónico. Esta semana hemos escrito sobre el mismo tema. Aún no lo he colgado porque sentía que podía herir sensibilidades. Pero después de leerte me decido. Lo cuelgo. Me describo siempre como madre clase b, medio en serio medio en broma. Pero es cierto que el rasero por el que se mide a las buenas madres es tan exigente que aplicado en cualquier otro ámbito sería inaceptable. Gracias por tu visión
¡Gracias por leerme, Lore! Así es, a nadie se le exige tanto como a las madres. Por otro lado, cuando la descendencia sale «bien», somos meras colaboradoras necesarias. Pero cuando sale «mal», es nuestra culpa porque hemos estado ausentes, o demasiado presentes, o hemos pasado o necesitamos controlarlo todo. No hay justa medida. Así que liberemos a las nuestras de esa carga y liberémosnos nosotras.
Abrazo inmenso.
Mi madre tiene 90 años y cuatro hijas(mayorciiitas), pero seguimos siendo sus «niñas» y alguna bronca nos cae cuando considera que nos «pasamos» cuidándola. De todas formas como madre que soy, la entiendo perfectamente.
¡Gracias por leerme, Ana! Definitivamente, de ser madre no nos jubilamos nunca. Una vez que lo eres, ya no dejas de serlo jamás. Cuidadla mucho y dejad que ella siga cuidando a sus niñas.
Abrazo inmenso.
Me encanta,. Yo no conocí a la mia, y siempre la hecho de menos. Un abrazo
¡Gracias por leerme, Esperanza! Esta es otra realidad de la que poco se habla. Las madres se presuponen y hay muchas realidades en las que está ausente. Echar de menos es inevitable pero yo siempre pienso que ese hecho guarda los carros de cariño que teníamos reservados para esa persona a la que añoramos.
Abrazo inmenso.