Esthela Yáñez y la otra cara de la solidaridad y la humanidad en tiempos de guerra

Sthela Yáñez Quintas es una gallega oriunda de Ourense que abandonó Galicia para establecerse en la ciudad de Vevey.
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Alejandra Plaza. Suiza
Hace unos cuatro años que Sthela Yáñez abandonó, al igual que su marido, un trabajo fijo en Galicia impulsada por una corazonada que le decía que tenía que irse a trabajar fuera de España. El país escogido fue Suiza. Sthela conoció por facebook a Vanesa y Rafa, dos jóvenes españoles residentes en Blonay, los cuales le ofrecieron su casa para poder viajar al país y conocer la zona antes de tomar la decisión definitiva. Así fue como esta joven y emprendedora ourensana se embarcó en una nueva aventura, esta vez por los Alpes. Se fue un fin de semana y tras conseguir una entrevista de trabajo y ser contratada por el hotel Moderntimes, la decisión estaba tomada. Suiza sería el próximo destino de esta hermosa pareja gallega. A día de hoy, está fija y ejerce el puesto de gobernanta.
“ Estoy genial. Me encuentro muy bien en este país pero, como buena gallega, tengo morriña y supongo que es un sentimiento que forma parte de nuestra genética pero no me planteo volver a Galicia, al menos no en un futuro cercano” comentó ilusionada.
Sthela tiene dos hijos; Thiago de cinco años y Dylan de nueve. El mayor padece un trastorno del espectro autista más conocido por el Síndrome de Asperger.
“La calidad de vida que este país le ofrece a mi hijo Dylan es maravillosa. En España no la va a tener nunca. Es otro factor por el que prefiero vivir en Vevey” añadió.
Tanto a ella como a su inseparable compañero de viaje y aventuras, su marido Diego Pérez Díaz, les encanta viajar y llevan recorrido medio mundo. África es un país que les ha cautivado. Los comienzos fueron complicados, Sthela fue la primera en trasladarse a Suiza en el mes de junio. En septiembre lo haría su marido.
“Nos casamos en agosto. Yo viajé dos días antes de la boda a Galicia y al día siguiente de la ceremonia me incorporé al trabajo” recordó.
La novia a la fuga, como ella bien se describe, posee un negocio en Ourense de manicura y estética, Yáñez Desing, que dirige desde Suiza.
“Cuando nos casamos apadrinamos a una niña de Bolivia con el dinero de los regalos de boda y de luna de miel nos fuimos a Tanzania cargados de material escolar para los colegios. Para este último contamos con las donaciones del pueblo que se volcó con la causa. Es así como conseguimos llevar dos maletas llenas de colores, juegos, etc. para los niños”
La guerra en Ucrania ha provocado la huida de millones de personas de las cuales muchas de ellas están siendo acogidas en la confederación helvética. Sthela y su marido llevaban varias semanas buscando la forma de ayudar y poder acoger a alguien en su casa. La oportunidad apareció con la publicación en facebook del belga asentado en Suiza Dennis Claes que buscaba familias de acogida para los ucranianos que estaban trayendo del campo de refugiados de Varsovia. Emprendieron el viaje a Zúrich para recoger, en un principio, a una mujer con su hija.
“El domingo, al despertarme, vi la publicación. Acababa de llegar de EEUU. Desgraciadamente, acabo de perder a mi prima y fui para acompañar a mi familia. Su madre es mi madrina. A pesar de la situación y el cansancio, viajamos a Zúrich para implicarnos con la iniciativa” narró con una mezcla de sentimientos encontrados.
Al final, Sthela y su marido no recogieron a la madre con su hija. En el grupo de refugiados, un hombre de 64 años estaba en dificultades para ser acogido, por lo cual, la madre con la niña se fueron con otro matrimonio, Sthela y su familia acogieron al hombre solitario. A partir de ese momento lo que comenzó como un granito de arena solidario se convirtió en una losa que ganaba más y más peso con el pasar de los días.
“Llegamos a casa. Moví toda la vivienda para adaptar la habitación de mi hijo pequeño en un espacio independiente y acogedor para nuestro invitado. El mayor de mis hijos, al sufrir Asperger, pasa mucho tiempo en soledad. Necesita su espacio pero, aún así, instalamos al pequeño con él en la misma habitación”
En el mismo día, el refugiado ucraniano se mostró contento y agradecido por la acogida recibida pero no pasaría mucho tiempo en manifestar un carácter prepotente y exigente con la familia.
“Le hicimos la cena, se duchó. El lunes le lavé la ropa que traía en una mochila en la cual a saber cuántos días llevaba. Fuimos al ayuntamiento para regular su situación. De allí nos enviaron a otro lugar en Lausanne. Al llegar, nos comunicaron que, desde el viernes(esto era lunes) ya no se tramitan allí los papeles sino en el centro de refugiados. En el momento que le traslado la información de que hay que dirigirse al centro de refugiados el carácter del hombre cambia. El señor estaba desesperado, emperrado con regular el permiso S de inmediato y recibir la ayuda económica. Por más que intenté explicarle que la tramitación duraba un tiempo no entró en razón” así comenzó a narrar la experiencia como anfitriona.
El centro de refugiados al que debían desplazarse se encontraba en Boudry, a una hora de distancia en coche. Gestionarlo por teléfono fue una odisea y de todas formas había que registrarse presencialmente.
“Se puso en sus trece que no quería ir al centro de refugiados. Se empezó a poner nervioso. Nos pidió que lo llevásemos a Varsovia. Le comenté que nosotros no estábamos de vacaciones ni que tampoco fuimos a buscarlo para pasar unos días de ocio en Suiza sino porque había una guerra y estaban necesitados de ayuda y de casa…Que no podíamos llevarlo”
Sthela buscó la ayuda de una persona que manejase el idioma ucraniano y pudiese razonar con él pero sin éxito. Era un hombre difícil.
“Nos dijo que le compremos un billete de tren. Le comentamos que el tren era gratis para él. Solamente necesitaba presentar su pasaporte ucraniano. Buscamos trenes que realizarán las mínimas paradas o escalas posibles. Encontramos uno que salía de Berna a Berlín y de ahí a Varsovia. Esto ocurrió un miércoles. Berna está a otra hora de camino de donde vivimos. De nuevo, pedí ayuda a otra mujer que hablaba ucraniano para que se lo explicase”
Suiza está compuesto por 40 cantones que se rigen por sus propias normas. Algo incomprensible para el refugiado ucraniano. Compañeros del mismo viaje en Zúrich ya habían conseguido tramitar el permiso, por ejemplo.
“ Se emperró en que no quería ir al centro de refugiados. A él le habían prometido un hotel, comida, dinero, trabajo y un permiso de residencia a su llegada a Suiza. Mi casa no es el hotel Palace pero vivimos en un piso de construcción reciente. Sigo sin comprender cuáles han sido las razones o el propósito de llegar a este país. Se puso en contacto con varias refugiadas que viajaron con él para convencerlas de volver juntos a Varsovia. Prometí buscarle una solución”
Sthela y su familia le ofrecieron lo mejor de ellos mismos pero no fue suficiente para una persona prepotente, con aires de grandeza, sin respeto por los demás, que había perdido una buena posición económica en su país y, aún así, se creía superior.
“Tenemos dos niños pequeños. Hay que bañarlos, darles la cena, acostarlos. Tenemos unos trabajos que tampoco podemos descuidar. Acabamos hartos de tanto estrés, tanta intriga, discusiones, gestiones. Los días se convirtieron en un infierno. Era irrespetuoso y no atendía a razones. No podíamos más, así que, preparamos las cosas para llevarlo a la estación de tren de Berna. Salimos tarde, mal y nunca porque preparó sus cosas con toda la tranquilidad posible. En el coche, ya de camino, quiso volver a casa a recoger unas gotas de los ojos que había olvidado. No llegamos a Berna. Finalmente, lo dejamos el miércoles en Vevey en la estación como nos pidió. No quería subirse al tren hasta que no pasara el revisor. Nos subimos con él. Le anoté todo en un papel. Eugenia, una de las mujeres que nos ayudó con el idioma ucraniano, le trasladó toda la información por teléfono”
Sthela intentó ponérselo lo más fácil posible. La carga de responsabilidad que sentía la invadió y no la dejó dormir. A día de hoy no han sabido nada más de él.
“Quiero pensar que ha llegado bien pero la preocupación está. Me siento responsable de su seguridad. Pocos días después de su partida, cambiaron la normativa y el permiso S se podía tramitar por internet. Si hubiese sido un poco más paciente…Nos ha quedado mal sabor de boca. Pones la voluntad y buena fe para ayudar y que suceda algo así te quitan las ganas pero no son todos iguales. Las otras familias están bien y contentas. Pienso que la vida da muchas vueltas y a esta situación o similar podemos llegar todos en cualquier momento y me gustaría creer que habrá una mano tendida para ayudarme. Las puertas de mi casa siempre van a estar abiertas para quien lo necesite. Una mala experiencia no va a eliminar mi carácter humano y solidario”
Sthela, la ourensana aventurera, luchadora y humana que lo dejó todo guiada por el instinto es feliz junto a su familia en Suiza donde trabaja sin descanso para alcanzar metas y cumplir sueños. El primero que acaba de conseguir es su propia línea de acrílicos para uñas YN Professional Nails. El siguiente y quizás en un futuro más lejano, será construir un orfanato en África, país donde ha dejado parte de su corazón.