Sentirnos protegidos a la hora de encarar un viaje puede permitirnos respirar con más tranquilidad en las fechas para las que hemos hecho sacrificios para todo el año, pero también aliviar las consecuencias que factores exógenos con los que casi nunca contamos puedan convertir nuestro descanso en un auténtico quebradero de cabeza
La explosión de felicidad que ha supuesto el hecho de superar la pandemia ha llevado a la práctica recuperación de la normalidad en el sector turístico, que en muchos casos empieza a remontar y superar los número de 2019, el último año prepandemia. Sin embargo, existen formas de encontrar nuestro plan perfecto que no blindan ante cualquier imprevisto o circunstancia exógena. No en vano, en muchos casos, la aventura de una semana supone el resumen y el objetivo de un año de ahorros, sacrificios e ilusiones depositadas en unos solos días. Que lo que no depende de nosotros pueda estropearlo depende también en cierta medida de lo previsores que podamos llegar a ser a la hora de asegurarnos, en el sentido más estricto de la expresión.
Entre los mejores seguros de viaje que podemos encontrar en el mercado están aquellos avalados por la experiencia de haber tenido que recurrir a ellos, y en cierta medida han podido salvar sus vacaciones. Puede considerar un seguro de viaje a la altura aquel que cuida de uno en cada momento, antes, durante y después de la experiencia. Por ello, el pedigrí del asegurador resulta también clave a la hora de encontrar una sensación de tranquilidad.
Podemos considerar tres presupuestos de antemano de lo que sería una cobertura total. Es decir, aquella que protege prácticamente todos los supuestos, tanto indeseables como imaginables. Entendido por promedio un traslado o desplazamiento de cuatro días el presupuesto iría entre los 8,50 y los 28,95 euros. Es decir, el precio de una entrada en una visita media de cualquier capital europea puede marcar la fina línea entre un alivio y un desastre.
Otro concepto fundamental al que debemos mirar es el término ilimitado para supuestos tan conflictivos como la repatriación de heridos o enfermos, el transporte sanitario de acompañantes, el regreso por el fallecimiento familiar y casos extremos que responden a la máxima de «uno nunca piensa en ellos, hasta que suceden».
Más habitual, y también fuera de nuestra responsabilidad mayormente, están problemáticas como la pérdida del equipaje. En este caso, aunque la cobertura de 2.500 euros parece suficiente para salvar cualquier tipo de necesidad sobre ropa o pertenencias incluidas en lo facturado, es evidente que existe un valor sentimental que nos hará lamentar nuestra pérdida. Más dramáticos, no obstante, pueden ser la pérdida de servicios contratados, la anulación del viaje o un accidente en el medio de transporte seleccionado, lo que en el caso del seguro de más alta cobertura puede llevar a los 50.000 euros de cobertura.
Superados ya los efectos del covid en buena medida, no quiere decir que la enfermedad haya remitido o que los efectos de la protección social respecto al mismo no existan. En ese sentido, los seguros de más alto nivel consideran la prolongación de la estancia por cuarentena, los gastos de los test covid necesarios para poder embarcar en algunos países o incluso gastos odontológicos urgentes.