EL balance anual: Nacemos cada día que vivimos. Por José Manuel Dapena Varela

por José Manuel Dapena Varela

Dime: al llegar a las postrimerías de diciembre, ¿haces balance de tu año? Aunque de modo tradicional se remite al día 31 de diciembre, no hay realmente una fecha más compatible que otra con la tarea (alegre o amarga) de hacer balance. Me la planteo hoy, como me la planteo cada jornada, al mirarme en el espejo con el deseo de seguir reconociéndome en él tal y como quiero ser. El estar en óptimas condiciones de pensar en ello y de plasmarlo por escrito es para mí motivo suficiente de íntima satisfacción. ¡A cuántos les fue cancelada antes de hoy su cuenta de entradas y salidas!

Nacemos cada día que vivimos. No sé qué día me di cuenta de ello. Cuando reparé en esa clave, adentro de mi pecho acoté un lugar a la alegría, al optimismo del vaso medio lleno. ¿Entiendes mejor ahora porque me encuentro feliz de poder hacer un balance anual, un resumen de mi año?

En el acto litúrgico que el Colegio de Abogados de A Coruña, en la conmemoración de su Patrona (Santa Patrocinio), dedica a recordar a los colegas fallecidos durante el año, la lectura del listado de abogad@s fallecid@s me dejó particularmente impactado este pasado 18 de noviembre, tanto por la cantidad numérica, como por la calidad afectiva unida de modo singular a algunos de los nombres escuchados. A un apreciado colega, José Manuel Liaño Flores, que parecía eterno, también le llegó su hora. Me agradaba escuchar sus reflexiones, fruto de su experiencia y de su particular sentido del humor. En mi última conversación con él en un acto social -la recuerdo bien- me hablaba de las perplejas paradojas de la naturaleza humana y de la curiosa actitud de las personas que persiguen al que se va, en lugar de conservar al que quiere quedarse. Y sonreía… No le podré escuchar más y no podrá acompañarnos esta semana en la celebración del “cumpleaños vital” de un amigo común, Roberto Moskowich, infatigable cronista y viajero, a quien solamente los avatares de la pandemia y algunos infortunios médicos impidieron estos últimos años organizar sus festivas comilonas de confraternización.

Mi 2022 ha sido un año simpático, divertido, feliz globalmente (no hay rosa sin espinas, ni camino sin baches, pero no tengo ninguna queja entre dientes, ni ninguna blasfemia pugna por salir de mi boca). Si tuviera que unir el 2022 a una palabra, ésta sería “FELICIDAD”. Por haberlo disfrutado, no me importaría repetirlo. Sería, para mí, un buen Año de la Marmota… jjj. La familia no ha menguado y la gente menuda ya se ha hecho adulta y progresa muy adecuadamente; visité lugares preciosos que (por peripecias del destino) semejaban resistir a mis “olladas”/holladas (Siena en el Palio, Florencia, Bolonia, la Toscana…); conocí personas lindas, entrañables, especiales, luminosas (que ojalá hayan llegado para quedarse) y tuve la fortuna de ser descubierto por ellas (imprescindible secuencia recíproca); me he sentido alegre despierto y soñando; y no habiendo sido nunca afortunado en el juego, era previsible que la Lotería (aun rozándome por proximidad geográfica) me fuera esquiva. Que la Salud siga siendo mi compañera de viaje y que no me abandone.

Si cada año de la vida puede verse como un libro y la vida entera como la colección completa, contemplo, con una gran sonrisa, el volumen correspondiente al Año Xacobeo 2022. En el peregrinar por su camino (múltiples Caminos) he disfrutado de muchos momentos felices durante él. Sospecho que el mirar más atrás en el tiempo y rememorar otros muchos más momentos felices en mi pasado personal y familiar me ha permitido arribar al 2022 con una determinada mochila, con un concreto ánimo, con una específica forma de ser. Cada cual encara su sendero, en el día a día, según su mochila sea liviana o pesada; arrastre kilos de sinsabores o litros de sonrisas; esté repleta de trastos inútiles y superfluos, o porte elementos imprescindibles y multiusos. Es muy cierto que la mochila condiciona. Ya estaba contento con mi mochila al llegar al 2022 y estoy felicísimo por lo mucho que se ha enriquecido este año. A quienes de un modo o de otro han formado parte de los capítulos de mi volumen del 2022: ¡GRACIAS! Únicamente esta palabra. Prefiero que sean mis hechos y mis acciones los que la arropen en el futuro. Esperadme y vamos juntos. En soledad a lo mejor se anda más rápido, en compañía seguro que se llega más lejos. A fin de cuentas, de uno u otro modo, somos “Devotos do Destino”, como apuntaría mi apreciada Ainhoa Conde.

¡Feliz 2023! Será otro libro. Ahora está en blanco y habrá que escribirlo. Salud y suerte en él. Lo demás llegará por añadidura.

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