Un montón, fundado en razones obscenas y en un valor corrompido de la libertad, aplaude y enaltece a innumerables criminales, prevaricadores, insurgentes y mentecatos. Borracha, la civilización en efusiva alegría sigue el camino de la autodestrucción. La autocompasión no será el salvavidas de la sociedad cuando llegue al punto de no retorno.
La pérdida de valores y referencias es demasiado evidente cuando nos enfrentamos a hechos inhumanos e inciviles cada vez más presentes en la vida cotidiana. Quizás por eso ya es indiferente, quizás todavía está lejos… no ha entrado en mi dominio. Indiferencia que asfixia hasta matar.
La desmaterialización de las funciones de padre y madre, y la consiguiente falta de orientación basada en una concepción pervertida y dañina de la libertad, conduce a la sociedad a una vida objetivamente sin valor y sin eternidad. El egoísmo, el individualismo, los infinitos deseos por cumplir y la autocontemplación no permiten la perpetuación del ser como un ente cuya esencia es un bien mayor. Este «yo» no dejará legado, no dejará añoranza, no dejará historia, simplemente desaparece con la muerte.