Ayer tuvimos que reflexionar según la ley, y hoy más porque hay que votar, así que mucho me libraré de mencionar aquí siglas ni candidatos, salvo si repito textos de terceros, no vaya a ser que la autoridad competente me castigue para siempre a no vivir de la política. Como siempre.
No obstante, y mientras me asusta el miedo a la legalidad vigente, sigo esperando que comiencen a castigar a los líderes que desde 1977 aparecen en las vallas publicitarias durante el día de reflexión y el de las elecciones, con lo fácil que sería dar la orden de borrarlas a tiempo, que siempre hay personas dispuestas a cobrar horas que sean extras y nocturnas, a mejor precio.
Hablando de publicidad electoral estática (las vallas) me han llamado la atención las últimas que han aparecido en los márgenes de mis carreteras habituales, solo tres o cuatro días antes de la jornada de reflexión. Casi lo único que figura es la cara del líder que más asusta a más personas y mucho me temo que lo ha hecho con la principal mala intención de destacar, precisamente, los días de propaganda electoral prohibida pero consentida.
Quien hace la ley hace la trampa, pero podían disimularla
También acabamos de hablar de «trabajadores» y pienso en el candidato que pidió a «los carteros que, con independencia de sus jefes, repartan todos los votos». No puedo dejar de pensar que si Silvia Intxaurrondo le hubiera obligado a responder si mantenía o retiraba esa invitación explicita a violar la disciplina laboral dirigida a miles de empleados públicos, la periodista habría conseguido que perdiera los papeles en directo y de manera «explosiva», y también las elecciones.
En cambio, desagradecidos los de su mismo partido político, respondieron amenazando a una excelente periodista que, en realidad, se compadeció de su líder a no llevar la histórica entrevista que consiguió construir hasta sus últimas consecuencias. A fin de cuentas, a ella ya la habían despedido de Telemadrid por «atreverse» a hacer preguntas incómodas a «la presidenta».
Leo los periódicos del viernes, último día de campaña, y confirmo que los del partido perseguidor de periodistas se han puesto muy nerviosos, pues han pagado una página completa con una foto de su principal adversario, a quien llaman «Un presidente de mentira» en letra grande, acusándole de diez mentiras diferentes y me dejan sin palabras desde la primera, que dice lo siguiente:
«PROMETIÓ QUE NO PACTARÍA CON PODEMOS y que no sería capaz de dormir por las noches con un ministro de Podemos en el Gobierno y al día siguiente hizo a Iglesias vicepresidente».
Parece mentira que los que mandan en un partido político que ha gobernado y quiere hacerlo de nuevo sean capaces de mentir y que se les note, incluso cuando tienen tiempo para revisar una y mil veces cualquier texto destinado a propaganda electoral antes de publicarlo.
Pues no. Es probable que, de tanta corrupción practicada durante décadas y de la que se han tenido que defender diciendo lo que sea menos la verdad, no sepan ya la diferencia que existe entre mentir y cualquiera otra de las maneras de decir cosas que tenemos las personas.
Han mentido sin lugar a dudas al escribir que «al día siguiente» de declarar que «no sería capaz de dormir» nombró a su vicepresidente, cuando lo cierto es que pasaron varios días y, sobre todo, entre una fecha y otra se habían producido unos resultados electorales que podían haber sido otros y que tanto a él como a otros líderes les quitaron el sueño, pero por motivos muy distintos.
Ahora es cuando los autores de la mentira escrita y pagada al precio de publicidad nada barata se escandalizarían a la defensiva y dirían que lo de «al día siguiente» es una manera metafórica de escribir, pero si enfrente tuvieran a un periodista valiente y ágil de reflejos les preguntaría: «Entonces, ¿no le conceden ustedes al presidente del gobierno la posibilidad de hablar también empleando metáforas?»
Y es que dejar a ciertos políticos sin palabras es un placer audiovisual muy difícil de superar.
La última reflexión que le propongo es muy probable que usted también haya tenido ocasión de hacerla. Me refiero a los sobres de propaganda electoral que casi todas las personas han recibido en sus domicilios. Me han traído el recuerdo de la dictadura, cuando quienes intentábamos acabar con aquel peligro real nos veíamos obligados a actuar desde la clandestinidad.
¿Ha recibido usted el sobre de alguna candidatura que, para saber a qué partido corresponde, ha necesitado abrirlo porque podía ser cualquier propaganda, incluso no electoral, al no aparecer sigla ninguna?
Yo sí, y he llegado a la conclusión de que las organizaciones que en democracia necesitan disfrazarse con la nada para mover sus propuestas es que son, potencialmente, muy peligrosas.
Da la casualidad que su líder es el mismo que el de las vallas más tramposas por oportunistas, el de la cara que más representa el regreso al pasado por muchas cosas.
Entre otras, porque un día él mismo dijo que «este gobierno era el peor de los últimos 80 años», una frase que traía calculada de casa.