La cirugía pone la ciencia al servicio del bienestar para conseguir encontrar la versión que más se acerque al cómo nos gustaría ser a ojos de los demás, pero también a los nuestros propios. Ponerse en la mano de especialistas contrastados puede hacer mucho por el bienestar
Que la felicidad empieza por uno mismo es una realidad tan inherente a la condición humana como lo es la eterna búsqueda de la felicidad y los secretos en el camino hacia la misma. Hay quienes la asocian a bienes materiales y quienes lo hacen a situaciones vitales, pero está clínicamente demostrada que buena parte de lo que proyectamos hacia los demás y el cómo nos ven son clave, para factores como la seguridad, la confianza o el hecho de proceder en un camino determinado u otro.
La satisfacción con nosotros mismos empieza en la satisfacción o el grado de aceptación de nuestro propio cuerpo. No se trata de responder a un modelo, estándar o patrón determinado, sino que en ese grado de satisfacción está el cuánto nos parecemos al modelo ideal que deseamos para nuestro propio cuerpo. Curiosamente, no es necesario que haya o existan grandes aspectos a pulir, sino que una pequeña imperfección puede condicionarnos incluso en nuestra percepción o en la forma en la que nos relacionamos con los demás, por considerar ésta un aspecto vergonzoso o a ocultar de manera pública.
Una de las operaciones o intervenciones más habituales es la conocida como liposucción, que aunque es sobradamente conocida en la tradición popular y en la semántica común conviene ponerla en contexto dentro de una definición médica. Se trata de una técnica quirúrgica que se utiliza en cirugía estética y que permite un remodelado de la silueta a través de la extracción de grasa o tejido adiposo de diversos sitios del cuerpo, usando una cánula o jeringa conectada a una máquina succionadora.
La ciencia puesta al servicio del bienestar humano es uno de los principios fundamentales de la misma, toda vez que en este caso podría decirse que llega a aquellos lugares donde o una dieta o el ejercicio no son capaces de alcanzar por cuestiones de toda índole, desde médicas a genéticas. No se trata de un sustitutivo de nada, ya que seguirá siendo menester acompañar la intervención y las semanas o meses posteriores de una alimentación adecuada para alcanzar la estabilización y completar un proceso llamado a convertirse en garante no solamente del bienestar, sino de una nueva versión de nosotros mismos con la que sentirnos mucho más cómodos.
También muy común e identificable en rostros conocidos del deporte o la gran pantalla es la operación de nariz. Si la cara es el espejo del alma nuestra nariz es uno de los matices más diferenciales, y también de los que no podemos corregir con la intensidad física, con la alimentación u otro método que no remita precisamente a una cirugía especializada. Y es ponernos en manos de profesionales contrastados otra condición sine qua non para conseguir el efecto o la apariencia deseada sin lamentar el producto final. Se ha convertido en un proceso tan normalizado y habitual que escapa de consideraciones de élite o círculos cerrados para poderes adquisitivos altos.
Es sencillo encontrar gente a pie de calle que haya pasado por las manos de un especialista para moldear su cara, incluso para procesos que se alejan de la estética y tienen que ver incluso con necesidades de salud u optimizaciones para la respiración. Además, no tiene por qué ser una intervención radical, sino un pequeño retoque que, con una pequeña intervención, nos cambie radicalmente la apreciación sobre nosotros mismos. Y es que, a fin de cuentas, se trata de sentirnos más cómodos con nosotros mismos.