Si las cosas que pasan en el presente nos recuerdan a las precedentes es porque no se han resuelto los traumas que pueden liberar la actualidad de las ataduras heredadas.
Por supuesto que cambian las formas, pero no podemos estar seguros de que las maneras violentas no vuelvan, porque se intrigan entre tinieblas.
También cambian las personas porque la biología no perdona, pero nunca sabremos si los hijos que vendrán serán mejores que sus progenitores.
Moviéndonos en el terreno recorrido desde el 23 de julio, tenemos lo siguiente.
Sin fundamento suficiente como para no dudar, Felipe VI concedió a Feijóo la oportunidad de acabar con el «sanchismo». Incluso despreció el consejo del PNV, quienes en su Zarzuela le dijeron que mejor aplazarlo. Pero ni caso. ¿Se estará arrepintiendo ahora el hijo de Juan Carlos I?
Desde la moción de censura de 2018 y con tres elecciones generales a sus espaldas, lo cierto es que Sánchez sigue presidiendo por sus propios méritos, demostrados a la hora de negociar con unos y con otros. Y de engañarlos, que eso también tiene su arte y es el día a día de la política.
A la eficacia negociadora de Sánchez las derechas españolistas lo llaman ausencia de principios, aunque la mayoría no se ha convencido de que eso sea peor que la política que esas derechas practican.
Mirando a un pasado que nos contempla desde una inestabilidad que tiene un parecido, lo que ha buscado Felipe VI en su intento contra Sánchez, Feijóo mediante, ha sido crear las circunstancias adecuadas para conseguir lo mismo que consiguió Juan Carlos I contra Suárez: sacar de la Moncloa al presidente.
Porque el fin es lo importante, aunque los medios cambien.
En aquella ocasión el rey reinante no quiso esperar a las elecciones que se celebrarían dos años después y, a base de intrigas privadas con sujetos armados y peligrosos, consiguió que Suárez saliera por la tele a decir que dimitía para que «la democracia no volviera a ser un paréntesis en la historia de España…». Más claro, agua.
Esto lo ha terminado confesando el aún emérito desde Abu Dabi y con unas palabras que el ABC reprodujo textuales en su portada del día 10 de octubre de 2021. «A medida que ganaba elecciones me hacía menos caso». ¿Acaso era para elegir la pastelería donde horneaban los cruasanes que le gustaban para desayunar en La Zarzuela, majestad?
Ahora son las 22 horas del 27 de septiembre y, fracasado el primer intento de regreso al pasado, tampoco sabemos cuántas veces lo intentó Juan Carlos I hasta conseguir que Suárez dimitiera, porque esa información sigue secuestrada con la excusa de la Ley de Secretos, franquista pero también del Estado democrático, que menos lobos, caperucito Sánchez.
Si te parece bien, te tuteo porque me sigues pareciendo cercano, y más aún si la publicas antes de tu investidura. Es que quienes no calentamos escaños también soñamos con ponerte condiciones. Concédenos este sueño, tú que puedes y porque eres generoso, que bien sabes que nosotros no te lo podemos exigir.
Es algo que también podría contarlo Juan Carlos I si su hijo le obligara, o si él mismo quisiera estar a la altura de aquel presidente del gobierno al que primero subió y después hundió.
Pero no ocurrirá ninguna de ambas cosas, porque los Borbones llevan en los genes el desprecio por la sociedad que los mantiene. Y eso, en el siglo XXI es una bomba de relojería que ni tú puedes controlar.
Pedro, ese Suárez del que hablamos, es el mismo que en 1995 decidió contarle a Victoria Prego la gran estafa que perpetró contra la sociedad española para salvar el «Reino» que reinaba, quien después lo trituró. Se trata de una encuesta que ocultó, pero que tu gobierno ha reconocido por escrito que la tiene en una respuesta parlamentaria durante la pasada legislatura. Esto también puedes ordenar que se publique estando en funciones. Si lo haces, que tú sabes cómo se llaman las dos personas principales que se han ganado a pulso un disgusto que les hará caerse del burro, ganarás además mucha credibilidad ante unas negociaciones que ahora comienzan y que no serán fáciles.
Pedro, regresemos al presente.
A pesar de la ventaja concedida por Felipe VI a Núñez Feijoo, ¿elegirás acaso el mismo camino que Felipe González en 1982?
Me refiero a cuando decidió mantener a un rey de quien él sí sabía que había sido la X de una maniobra antidemocrática que se terminó convirtiendo en un golpe de Estado, aunque fracasara.
Es muy cierto que Sánchez le debe a Felipe VI el dejar herido de muerte a Rajoy tras obligarle a rendirse ante él un 3 de octubre, el de 2017 a las 9 de la noche y por TV. Sin aquella imposición desde Zarzuela que tanto debilitó a Rajoy, este habría hecho lo imposible para impedir que Sánchez ganara la moción de censura. En cambio, se fue a un bar que ni siquiera era el del Congreso.
Pero aquel día la intención de Felipe VI no era allanarte a ti el camino como sí ha hecho ahora con Feijoo. Aquello fue, simplemente, un error de libro, del rey y solo del rey, al debilitar al adversario de alguien como tú, que ya habías avisado suficientemente de tus intenciones ganando las primarias contra la mayoría de los que mandaban en el PSOE.
Solo cuatro meses antes. Inolvidable.
Aunque Felipe VI no tenga claro aún que no debe volver a meterse en política, y sirve aquel que dice que «quien evita la ocasión…», pues en su caso que se largue, quien tiene la última palabra eres tú, alguien que va multiplicando su poder al ritmo de los errores que cometen propios y extraños.
No deja de ser tentadora la expectativa, tras fracasar el muñeco de Felipe VI llamado Núñez Feijoo, de pasar a la historia transitando desde una versión actualizada de un Adolfo Suárez que no «muere» a otra versión actualizada, la de aquel Felipe González joven, para blindar su futuro con la protección ante la derecha de un rey también, aunque debilitado, para que la historia solo se repita en lo que te interesa.
No te arriendo las ganancias de esta perspectiva: ya no hay aquel cómodo bipartidismo y España estará mucho más cerca de romperse mientras siga siendo un Reino, y eso desestabiliza demasiado cada día.
De momento me conformaré con pedirte, Pedro, que cuidado con la euforia inevitable que te embargará tras la derrota de Feijoo y a cuenta de la cual te has permitido no perder ni un minuto en la tribuna del Congreso. Seguro que sabes que la LOREG no le perdona a la izquierda los errores que provocan las repeticiones electorales.
Pero recordarte estos números precisan de otro artículo.