Subyace por debajo de una de cada dos actividades económicas del PIB un sector en ocasiones desconocido, pero del que sin darnos cuenta nos beneficiamos y utilizamos en nuestro día a día; sin el trabajo de muchas empresas especializadas sería inviable buena parte de esa familia productiva
Somos un país que alimenta y que se alimenta prácticamente como ninguno. Sin embargo, detrás de la red de acciones y de la industria que ayuda a crear ese sello de calidad está toda una infraestructura fundamental, que también contribuye en buena medida al Producto Interior Bruto del Estado. Y es que el avance en los controles de calidad, la ciencia y la investigación marcan también unas directrices que nos guían hacia no solamente la conservación sino también por dónde deben actuar los patrones que garanticen una óptima calidad del producto durante el mayor tiempo posible. Por lo tanto, debemos hablar de un servicio esencial al ciudadano que requiere a su vez de una actividad sumamente profesional y profesionalizada, en la que la experiencia es más que nunca un grado determinante.
La agricultura, la pesca, el procesado de alimentos, el almacenamiento en frío, el transporte, los servicios alimentarios o cuestiones tan sumamente vitales para haber superado con éxito los tres peores años de la historia reciente como es la conservación de las vacunas. Si mentamos toda esa industria podemos hacernos una idea de hasta qué punto buena parte del sustento de la economía nacional depende de una correcta refrigeración y de lo que conocemos como frío industrial.
No obstante, antes de nada, resulta necesario entender a qué se refiere el concepto de cadena de frío. Podría simplificarse un arduo proceso como una protección para que un producto perecedero no pierda ninguna de sus cualidades, pero también una barrera para eliminar la potencial entrada de agentes que puedan considerarse nocivos para nuestro organismo. Cualquier alteración en ese sistema aislante puede dar paso a una realidad que estropee una materia prima excelente, así como echar por tierra un ya de por sí costoso sistema de producción o distribución.
Podemos hablar de diferentes etapas en esa cadena: producción, transporte refrigerado, almacenamiento en lugares con instalación de equipos de enfriamiento, distribución y consumo final.
La diferencia entre las dos opciones de conservación pasa por la extensión de la vida del alimento, tanto fresco como preparado (conservación en frío) o por la menor incidencia del agua a través de una baja temperatura (congelación). Nada que no utilicemos de una forma u otra en nuestro día a día como personas particulares.
Un sector determinante en la actividad económica
No solamente debe medirse el sector del frío como clave a la hora de garantizar, sino también como un sustento dentro de un proceso y como productor directo de más de 22.000 puestos de trabajo y tasas de empleo pleno, todo un sueño para cualquier ámbito profesional. Los profesionales formados encuentran trabajo y lo hacen en aquello que han estudiado.
Presente en prácticamente una de cada dos actividades vinculadas al PIB, la facturación ronda los 5.000 millones de euros en unas 5.000 empresas instaladoras certificadas y 200 empresas fabricantes.
Instaladores
Apuntada esa tasa de empleabilidad, nada de ese contexto económico y esa enorme actividad en el sistema productivo español sería posible sin las empresas y profesionales instaladores cualificados. Es decir, de alguna forma, los salvavidas de muchos alimentos o los garantes de la higiene y viabilidad de cientos y miles de productoras de diversos sectores que confían a su labor la permanencia en el tiempo y, por ende, la capacidad de tener actividad económica.
Confiar en profesionales contrastados es hacerlo en empresas como Frío Galicia, con un servicio a sus espaldas que ha dado de comer, en todos los sentidos posibles, a miles y miles de hogares, familias y empresas de sectores eclécticos y diversos. Existen campos técnicos donde la experiencia no solamente es un grado, sino también un alivio.