El asedio de Gaza es el asesino silencioso

por Redacción Internacional

Juliette Touma, directora de comunicaciones de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), habla en profundidad con Conor Lennon, de Noticias ONU, en esta entrevista sobre su última visita a la Franja de Gaza, donde la gente sigue muriendo, sigue pasando miedo, hambre y frío bajo unas condiciones de vida completemente inhumanas.

La entrevista ha sido editada para mayor claridad y extensión

«Este ha sido mi segundo viaje desde que empezó la guerra. Intento ir siempre que me es posible, para expresar mi solidaridad con la gente de allí, gravemente afectada por esta guerra brutal, y también para ver a nuestros colegas, que siguen sirviendo a las comunidades a través de su misión humanitaria.

Esta vez, sin embargo, visité las zonas centrales, incluida Deir al-Balah, y luego en el sur fui a Rafah y Khan Younis.

La situación era absolutamente desesperada. Miraras donde miraras, había personas desplazadas, gente pidiendo ayuda, y la gente estaba muy, muy agotada y cansada después de tres meses y medio de lo que ha sido una guerra muy brutal.

Creo que la diferencia con la primera visita que hice es lo congestionada que está una ciudad como Rafah.

Refugios improvisados

La población de Rafah, en el sur, se ha cuadruplicado desde que comenzó la guerra. La gente seguía huyendo, buscando refugio en esa parte de Gaza, con la esperanza de encontrar seguridad y protección.

Dondequiera que condujeras, dondequiera que caminaras, dondequiera que miraras, la ciudad estaba cubierta de estas pequeñas estructuras que han levantado las personas que huyeron a la zona. Son muy básicas, sólo un par de postes de madera cubiertos con láminas de plástico. Es todo lo que se puede encontrar, y se han convertido en el hogar de muchísimas personas.

No son condiciones para seres humanos.

Hablé con una madre que vivía en una de esas estructuras informales. Había 26 personas viviendo unas encima de otras en un espacio pequeño, de menos de tres metros cuadrados.

Llevaba a dos de sus hijos y me dijo que no tenían forma de calentarse por la noche, que estaban frustrados, que estaban cansados de esta vida.

Me dijo que, en términos de asistencia, sólo tenía una pieza de verdura, a repartir entre las 26 personas. Me contó que no puede lavarse: o las colas son demasiado largas, o las duchas no funcionan.

No son condiciones adecuadas para los seres humanos.

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