Fue él como alcalde quien dio licencia al edificio que ahora impide su ampliación.
Cuando García Seoane dio licencia al edificio conocido por » de Copigal» no valoro que su fiebre constructivo-especulativa crearía los problemas de movilidad que todos padecemos hoy en día. Y eso que se le avisó.
No fue el único aviso. En aquel entonces también se le advirtió de que los anchos de la carretera de la costa, la qué pasa por Bastiagueiro, o la carretera de Montrove, dado el desarrollo urbanístico previsto, requerirían reservas de espacio en sus márgenes para futuras ampliaciones.
Ni el equipo de gobierno ni la oficina de planeamiento tuvieron en cuenta el crecimiento que el propio Plan General preveía y, consecuentemente, el aumento del número de vehículos que en las próximas décadas usarían las carreteras de Oleiros.
Pero la concesión de licencia para construir el edificio citado se lleva la palma como uno de los mayores despropósitos de García Seoane, hasta el punto de que los pilares del edificio están fundidos con los del propio puente – así se hizo constar en su día- lo cual dificulta y, en todo caso, encarece su ampliación.
Por otro lado, nos imaginamos el calvario que ha vivido y está viviendo la propiedad del inmueble por la condena permanente al derribo que hace años ha dictado el alcalde. Seguramente pedirá daños y perjuicios por esto, pero como paga el Estado a García Seoane le da igual.
Dar licencia no solo fue una falta de previsión, una cerrazón injustificable, sino que, con el tiempo, se ha convertido en una gran tomadura de pelo a los ciudadanos, en la que el culpable ha adoptado el papel de ultrajada víctima. Véanse los numeritos que ha venido montando Gelo en la zona o el enorme cartel que mandó colgar pagado por todos los oleirenses.