La Torre de Hércules: Un Faro de Historia y Leyenda. Por Jesús Suárez

por Jesús Suárez

@jsuarez02111977

El viento susurra secretos antiguos al pie de la Torre de Hércules, esa colosal vigía que se yergue orgullosa sobre el Atlántico, en nuestra amada costa de A Coruña, Galicia. Han pasado quince años desde que este faro eterno fue consagrado como Patrimonio de la Humanidad, y su luz sigue guiando no solo a los navegantes, sino también a los soñadores y a los que se dejan seducir por el embrujo de la historia y la mitología.

Un Legado Mitológico

La leyenda nos transporta a tiempos inmemoriales, cuando Hércules, el semidiós de fuerza inigualable, luchó contra el gigante Gerión, un monstruo tricéfalo que tenía aterrorizada a la región. Tras una batalla épica, Hércules venció y enterró la cabeza de Gerión en la tierra donde hoy se alza la torre. Para conmemorar su victoria y marcar el lugar del descanso del gigante, construyó este faro, una obra de ingenio y poder que desafía el tiempo.

Cuentan los viejos relatos que la luz del faro de Hércules no solo era una guía para los marineros perdidos en las brumas del océano, sino también un faro espiritual, una antorcha encendida por los dioses para iluminar los corazones y las mentes de los mortales.

La Era Celta: Breogán y su Linaje

Antes de que Roma extendiera su sombra de mármol sobre estas tierras, la colina que sostiene la torre era ya un lugar sagrado para los celtas. Breogán, el mítico rey, levantó aquí una torre tan alta que sus hijos podían ver las verdes colinas de Irlanda. Desde la cima de la Torre de Breogán, Ith, hijo del rey, avistó las costas lejanas y emprendió un viaje que sellaría el destino de su pueblo. Esta torre, forjada por las manos y los sueños de los celtas, era más que un monumento: era un faro de ambición y descubrimiento, un símbolo de que no hay horizonte que no pueda alcanzarse, ni tierra que no pueda soñarse.

El Faro de Brigantium

Hacia finales del siglo I y comienzos del II, bajo la égida del Imperio Romano, la torre se transformó en el Faro de Brigantium. Gaio Sevio Lupo, arquitecto de la ciudad de Aeminium, fue el artífice de esta proeza de ingeniería. El interior que hoy contemplamos, revestido en el siglo XVIII, guarda el espíritu del original, con su núcleo de planta cuadrada y bóvedas de cañón. Los romanos, en su afán de dominar los mares, dotaron a la bahía coruñesa de este coloso luminoso, un faro que guiaba a las naves entre las brumas del Finisterre, el fin del mundo conocido.

La torre contaba con un muro perimetral y una rampa que ascendía hasta la plataforma superior. Sobre su cumbre, una cúpula circular permitía que la luz y el humo salieran, orientando a los barcos en la vastedad del océano. Este faro no solo era una guía física, sino también un baluarte de la presencia romana en el confín de su imperio, un testimonio de su dominio y de su ingenio.

Decadencia y Renacimiento Medieval

Con la caída del Imperio Romano, la Torre de Hércules sucumbió al abandono y al olvido. Las invasiones bárbaras, con suevos y vándalos asolando las tierras, relegaron el faro a la ruina. Sin embargo, como el ave Fénix, la torre resurgiría en su papel de fortaleza defensiva durante los siglos siguientes. Desde el siglo IX, la costa gallega fue blanco de los saqueos normandos, y la Torre de Hércules se erigió nuevamente como baluarte contra las sombras del mar.

A lo largo de los siglos, la torre pasó por manos de reyes y obispos, convirtiéndose en un punto estratégico de vigilancia. En el siglo XIII, la construcción de Crunia (A Coruña) y la utilización de la torre como cantera marcó otro capítulo en su historia, hasta que en el siglo XVI se prohibió la extracción de sus piedras, preservando así su estructura para la posteridad.

La Luz Renacida

En el siglo XVII, el faro renació de sus cenizas con la construcción de una nueva escalera y la instalación de farolas de aceite, devolviéndole su función original. A finales del siglo XVIII, bajo la dirección del ingeniero militar Eustaquio Giannini, la torre fue restaurada con un nuevo revestimiento de piedra y una estructura superior que albergaría el faro de carbón. Esta restauración, finalizada en 1790, marcó el comienzo de una nueva era para la Torre de Hércules, que se modernizaría progresivamente a lo largo de los siglos XIX y XX.

Un Faro Eterno

Hoy, la Torre de Hércules sigue siendo más que una estructura física; es un faro de historia y leyenda, de mitos y realidades conectadas. Su luz, que ha guiado a innumerables marineros a puerto seguro, es también un faro espiritual que ilumina los corazones y las mentes de quienes se detienen a contemplarla. La torre, en su majestuosa soledad, nos recuerda que somos parte de una historia mayor, un relato cosido con los hilos de la mitología y la realidad, de la ambición humana y la eternidad divina.

En este decimoquinto aniversario, celebramos no solo una torre, sino una tradición de cuentos y epopeyas que nos conectan con nuestros antepasados y nos impulsan hacia el futuro. La Torre de Hércules, faro eterno, sigue siendo un símbolo de la luz que nunca se apaga, un testimonio de que la humanidad, a pesar de todo, siempre busca el camino hacia la luz.

Foto Faros de Galicia

Comparte éste artículo
Escribe tu comentario