¡Qué escándalo! ¡Qué escándalo! ¡Aquí se juega!
Sus ganancias, señor.
Y no es necesario entrecomillar las palabras que construyeron aquella excelente denuncia del cinismo para que usted recuerde que poco antes acababa de contemplar, como si la viviera, una de las secuencias más emocionantes de la historia del cine, en la que La Marsellesa apagó las voces de los nazis en el Rick’s. Si el exterminador Hitler hubiera visto Casablanca habría que resucitarlo un millón de veces cada año para que se suicidara otras tantas, y sufriendo mucho más, por no haberse rendido dos años antes de lo que lo hizo.
Puestos a exterminar la carrera política de Sánchez no me extrañará que aparezca un juez acusándolo de cultivar ludópatas, algo que puede ser cualquiera que compre lotería para un sorteo que se celebrará dentro de tres días y después se tire 4.320 minutos soñando con todo lo que hará cuando le toque el Gordo, aunque en ocasiones recuerda que una vez sí que consiguió el reintegro. Pero se repite el fracaso y es cuando el instinto de supervivencia consigue matar el disgusto en un solo instante, que es el tiempo que tarda en volver a soñar tras comprar otro boleto.
Innecesarios los nombres, hallan sido del mismo PSOE, o de partidos aliados o adversarios, o jueces, o periodistas, o lo que sean, que la lista es larga y seguirá creciendo, cuando juegan al «número» en el que deciden confiar para ver a Sánchez dimitiendo siguen un esquema similar al de los ludópatas que piensan que acertarán. «Compran» el argumento-misil porque, para ellos, las flexibilidades de Sánchez son debilidades, pero siempre se olvidan de que quienes caen al mar son los rígidos que no saben moverse por la nave entre las olas de los temporales. Al final, mientras se consuelan preparando nuevos intentos, Sánchez sigue al timón, desde donde se blinda con dos estrategias principales.
La primera, pactando con algunos independentistas a cambio de quitarles el gobierno para ir engordando los dos grupos de ludópatas que tiene a su favor, el de los que apuestan por él para no tener que volver a los juzgados y las cárceles porque aquella experiencia no les condujo al triunfo, y el de los que ya les vale que no se haya roto España porque, ¿acaso alguien puede garantizar sus costuras sin «bombardear Barcelona cada 50 años»?
El segundo blindaje de Sánchez consiste en dejar que Felipe VI, el MASUFA (art. 62.H) y su familia se promocionen cada día, que ya salen casi más que él en papeles y pantallas, y más desde que en 2021, es decir, 74 años después de que fuera restaurado, que se dice pronto, hiciera colocar por primera vez lo de «REINO DE ESPAÑA», y con mayúsculas, en el DNI de todos y de todas.
Vale que en septiembre de 2023 no le dio dinero para un nuevo velero de regatas, pero aquello solo fue un paréntesis, pues no ha pasado ni un año y ayer mismo, y muy orgullosamente, el ABC nos contaba que «La Armada estrena en Mallorca un velero de competición para la Princesa Leonor».
¡¡Qué aburrido debe ser romper las olas sobre veleros de mareas viejas!!
¿Se imagina usted a los enviados del MASUFA tocando teclas de montones de pianos durante once meses seguidos, hasta conseguir la melodía que les premiara con un barco nuevo para Leonor?
Con estos antecedentes es imposible pensar que Sánchez quiera arrancarle al MASUFA el peligrosísimo (para todos menos para él, pues además de dijo a Carmen Calvo que quería conservarlo) privilegio de cometer delitos con total impunidad, el mismo que también disfrutaron y del que abusaron los dos MASUFAS anteriores, aquel dictador y el rey que nombró.
«Yo conservo tus privilegios y te pago los caprichos y tu no cometes excesos que revelen tus preferencias políticas», es el mensaje que cada mañana repiten los despertadores de la Zarzuela y la Moncloa para renovar el juego de pactos ocultos entre cobardes y corruptos y así seguir mandando sobre 48 millones a quienes conceden el título de demasiado inmaduros para librarse del poder de los genes de una sola familia.
Un problema no menor es que del «delito» continuado de mantener la impunidad del MASUFA también sean cómplices los que apoyan a Sánchez en un Congreso en el que solo tiene 120 escaños.
¿Acaso es tanto lo que reciben a cambio de ensuciar sus escaños?
¿No saldría más a cuenta que fueran valientes por un día y jugárselo todo a la carta de una dignidad que sí pueden proclamar?
Si lo siguen consintiendo, los ludópatas sanchistas terminarán en la ruina.