¿Quo Vadis?. Sigo donde siempre. Por Iñaki Anasagasti

por Iñaki Anasagasti

Sirvan estas líneas para contestar al título del artículo que me ha dedicado en Gara, Dan Álvarez, con el título de «Quo Vadis», Anasagasti». Me recordó a la película «Quo Vadis» con Robert Taylor, Deborah Kerr y Peter Ustinov, que vi de pequeño en Donostia.

Dan Álvarez Prieto, a quien no conozco y que no me conoce de nada aunque me dedica un trabajo con medias verdades y descalificaciones personales, a cuenta de mi firma en un documento donde se solicita al ayuntamiento se incluya en el listado de víctimas de la guerra civil del monumento erigido en Donostia, a aquellas víctimas producidas por el bando republicano.

Y como me pregunta hacia dónde voy he de decirle que no voy a ninguna parte y sigo donde siempre, condenando, como mi partido el EAJ-PNV, todas las violencias y todos los terrores bien sea de la guerra civil, de las torturas, de abusos policiales, del Gal, de ETA, de Netanyahu, de Putin y del sursum corda. Le invito lea la denuncia de los Amigos del Valle de los Caídos tras ser procesado por solicitar en el Parlamento la voladura del Valle de los Caídos, o el juicio ante las denuncias de una Asociación de Víctimas de ETA, o mi petición de pensiones para milicianos y gudaris, o las iniciativas para que el PP condene la sublevación militar del 18 de julio, o mis críticas a la ley de Memoria Histórica y los libros publicados al respecto. No, no he cambiado de bando. Sigo en el mismo, en el de los perdedores de aquella tragedia ya que mi aita, Comisario del Batallón Larrazabal del EAJ-PNV, condenado a muerte y mi ama, rapada el pelo en Zarautz a la entrada de los falangistas en setiembre de 1937 me obligan lo suficiente para que no sea un saltimbanqui. Le recuerdo que nací en Venezuela en el exilio de mis aitas, y eso marca para toda la vida.

¿Condena usted todas las violencias, como yo lo hago, o solo las de un bando?

Pero como le veo desinformado y quizás, una pizca sectario, permítame la explicación de mi firma.

Conozco a Guillermo Gortazar de la época en la que fuimos diputados en el Congreso. Militó en Bandera Roja y en el Partido Comunista de España hasta la muerte de Franco. Ingresó en el Partido Popular en 1990, organización de la que se dio de baja en 2001. Su mujer Pilar del Castillo, fue asimismo de Bandera Roja y terminó como ministra de Educación de Aznar de 2000 a 2004. Guillermo es además historiador y acaba de escribir el libro «Un veraneo de muerte: San Sebastian 1936» donde se narra lo ocurrido en Donostia aquellos terribles meses de violencia, abusos, muerte y desolación y como me interesó su trabajo le solicité vernos y así lo hicimos en Donostia.

Le llevé el libro de don Manuel de Irujo «La Guerra Civil en Euzkadi, antes del Estatuto». Es un libro fantástico de don Manuel donde narra desde la sublevación de los cuarteles de Loiola, la gestión de él como diputado del PNV junto a los diputados Lasarte e Irazusta para su rendición, y todo lo que hizo para salvar vidas humanas de uno y otro campo. Su narración sobre su trabajo en aquella orgía de sangre es muy notable y muy emocionante. Irujo es el hombre que, con una ametralladora apuntándole en el vientre, se enfrenta en la Diputación de Gipuzkoa a un grupo de milicianos que intentaban sacar al coronel Carrasco-uno de los mandos militares-que se habían rendido en los cuarteles de Loiola-para defender la vida de aquel hombre. Sus principios humanistas daban el máximo valor a la vida humana como cristiano y porque su profunda formación jurídica se rebelaba contra aquella ausencia de un régimen de derecho. Un hombre de paz, como Irujo, es también el organizador de la Comandancia en Azpeitia .

Admiro a Irujo y por eso propicié con Txomin Saratxaga la edición de estas cortas memorias que presentamos con todos los honores en La Bilbaina, rodeados de antiguos gudaris.

Pero había algo más.

Joaquín Zubiria escribió un trabajo, todavía inédito, sobre esos meses en los que se dedicó a salvar vidas humanas. Burukide del EAJ-PNV no dudó en enfrentarse en la cárcel de Ondarreta a esos milicianos dispuestos a dar el paseo a muchos de los encarcelados. Decenas salvaron la vida gracias a Zubiria que arriesgando su vida se pasó noches angustiosas entre el Kursaal y la cárcel de Ondarreta. Caído Donostia, se refugió en la abadía de Belloc, donde coincidió con mi aita, se hicieron amigos y pudieron pasar aquel primer tiempo como refugiados en Iparralde. Un gran hombre de profundas convicciones abertzales y humanistas.

Bueno, pues con estos dos trabajos fui donde Guillermo que me prometió que en una nueva edición los incluiría y sin que mediara transacción alguna al solicitarme mi firma, la estampé. Esa es la pequeña historia de algo que al parecer le ha escandalizado al Sr. Álvarez Prieto. No hay más.

Y ojalá y en recuerdo del inmenso trabajo de Irujo y Zubiria y de todos los jelkides que se dedicaron a salvar vidas, se hiciera justicia con el deseo de aquellos héroes que demostraron su cuajo humano y su calidad solidaria cuando todo se puso patas arriba.

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