Lugo: La trágica ópera política del PSOE que hace agua y el BNG que vive del pacto, no del voto

Se viven tiempos que solo la lírica y la comedia pueden describir en la provincia de Lugo. El PSdeG lucense se arrastra sobre mares, o más bien, sobre charcos de agua estancada, a bordo de una chalupa que hace aguas por todos lados y que su capitán, José Tomé, es incapaz de achicar. Mientras tanto, el BNG, siempre en su búsqueda existencial de un hueco político, está más que desconcertado.

Lo verdaderamente hilarante es que sus críticas, particularmente vehementes, se fundamentan en el cuestionamiento de los acuerdos, esa peligrosa herramienta que ellos denuncian… pero que casualmente es el único cimiento de su propio poder.

El BNG ha demostrado ser el partido que mejor ha entendido que no hace falta ganar para gobernar. Quitando alguna anécdota electoral, jamás han ganado unas elecciones en los lugares donde han gobernado (Ayuntamientos como Lugo o la Diputación Provincial), llegando a acuerdos que deben ser considerados, por pura lógica, la quintaesencia de la política. Eso sí, mientras sellan estos pactos, tienen la indecencia de hablar del «sectarismo», de los demás, aunque luego repartan alegremente en la distribución de ayudas, eventos culturales y deportivos sus parroquianos. La doble moral, al menos, les da un espacio.

Tomemos como ejemplo al ilustre Efrén Castro, concejal por Sarria, con un sueldo en la Diputación de 68.000 euros anuales (y prebendas aparte, no seamos tacaños), uno se pregunta: ¿Qué ha aportado a Sarria, más allá de sus aficiones personales? Su gran logro visible fue, aparentemente, hacerse la fotografía cuando se iluminó el Pazo dos Deportes, para luego desaparecer cuál topo cuando las goteras obligaron a suspender un partido del Club Baloncesto Breogán. Un político que brilla con luz artificial y se esconde en la oscuridad de las goteras. ¿Tiene el más mínimo interés en Sarria? La respuesta, por ese sueldo, debería ser obligatoriamente afirmativa, aunque los hechos inviten a dudarlo.

Pero la joya de la corona de esta tragicomedia fue, sin duda, la moción contra Elena Candia. ¿Por qué el BNG no apoyó a Tomé? La excusa oficial es de una candidez enternecedora: Tomé no les había «dicho nada» de la moción. ¡Qué inocencia! Ese cuento, más viejo que las Murallas, ha sido uno de los episodios más esperpénticos de nuestra democracia local, exponiendo un gobierno con dos reinos de taifas donde la comunicación interna es tan fluida como el cemento. Un «no me dijiste nada» que vale una abstención. ¡Magistral!

Que sí, que la política es cosa de acuerdos. Sin ellos, los proyectos languidecen y los ciudadanos son los perjudicados. Es lícito, lógico y coherente buscar pactos. Por eso, resulta de una tristeza admirable que haya representantes municipales que se molesten por los anuncios de inversiones en su localidad.

Quizás esto se deba a que las ayudas, como los festejos (otro ejemplo claro), a menudo parecen dirigidas a un círculo selecto. Algunos políticos olvidan que deben gobernar para el común de los mortales, no solo para sus allegados.

Ahora, paren, piensen y rían: ¿Qué gobernaría el BNG sin llegar a acuerdos?

Los restos de prácticamente nada. Y ese es el único acuerdo unánime en Lugo.

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