Ante el constante ruido y la confrontación, siempre es un buen momento para una pausa con humor. Abrimos el telón para Tobi, el protagonista de nuestra fantasía.
Mientras los grandes científicos de este planeta se rompen la cabeza buscando combustibles alternativos y sostenibles, la solución a la crisis energética nos ha llegado, sin avisar, desde un campo de maíz cualquiera. Y no en forma de biocombustible, sino en la de un ingenioso ingeniero canino con una habilidad prodigiosa.
En las últimas horas, un video que circula por las redes sociales ha dejado a la comunidad agrícola y científica con la boca abierta. En él, un perro, con una disciplina y un ahínco dignos de la más alta formación profesional, se dedica con una paciencia admirable a la ardua tarea de cortar las cañas de las mazorcas.
Frente a este prodigio de la naturaleza, la situación adquiere una dimensión cómica y, por qué no, esperanzadora. Es fácil imaginar un futuro donde los tractores y las cosechadoras, esas máquinas ruidosas y contaminantes, queden relegadas a museos de tecnología obsoleta. Con la escasez de combustible y el encarecimiento de la maquinaria, no podemos ignorar la evidente ventaja que ofrece nuestro amigo de cuatro patas.
Tobi en plena «recolección»
Es más, con este hallazgo, la frase «el perro del hortelano» adquiere un nuevo y fascinante significado. Este perro, Tobi, no solo no come las hortolizas, sino que trabaja en ellas. ¿Se imaginan el ahorro? No solo en diésel, sino en mano de obra. Un perro, un campo y un sinfín de posibilidades. Así que, mientras las grandes multinacionales de la energía gastan millones en sus laboratorios de alta tecnología, la solución definitiva al problema del combustible estaba ahí, a la vista de todos, en la labor incesante de un can. Y con un poco de suerte, en unos años la «huella de carbono» se habrá reducido hasta convertirse en una «huella de patita». Que así sea