Amnesia periodística. El desfile y el premio Princesa de Asturias. Por Felipe García Casal

por Felipe García Casal

Militar y escritor

Título largo, lo sé. Mi intención es que los que se desanimen por un primer tema, tengan dos más dónde elegir.

Los acontecimientos políticos, los importantes y los creados artificialmente, se suceden con tal rapidez que no tenemos otro remedio que recordar, una vez más, aquello de que “las noticias de hoy, envolverán el pescado mañana”

Ahora, por suerte, la higiene impone otros usos y los periódicos de papel, mueren de forma digna. En líneas generales.

Las tertulias, sobre todo las de izquierda, bramaban contra “Ayuso”, por haberle dado plantón a Sánchez. Los epítetos y calificativos oscilaban entre “falta de sentido de Estado” y otros de carácter menos político y más personal.

“Ayuso”, cometió un delito de lesa gravedad, una grosería imperdonable y un acto de chulería chamberilera.

Y la cosa pintaba bien para la estrategia de acoso y derribo del bastión de la derecha en Madrid y quizá la presidenta oficiosa de España en un futuro o del PP en otro más chato pero también importante.

Pero, héteme aquí, que llegó el asunto Errejón y las tornas televisivas no han tenido más remedio que dar unas manoletinas discursivas y cambiar de tercio.

Sic transit gloria mundi.

Uno de los activos de aquel proyecto de tienda de campaña, puño en alto y la utopía ( otra vez) por bandera, ha sucumbido.

Monedero muy centrado con los asuntos de Venezuela y Pablo Iglesias trabajándose los medios de comunicación, que al igual que Sánchez, con RTVE, sabe que son muy importantes.

O sea, que aquel ramillete de “intelectuales universitarios” que concitaron incluso el respeto de personajes como Losantos, aquel ramillete, digo, se ha puesto mustio, chuchurrío, como diría Ayuso en una mañana febril en la Asamblea de Madrid.

Lo de “milhouse” se ha tragado hasta la puesta en escena de los buenos datos económicos.

Hay quien dice que Yolanda Díaz es gafe porque no deja títere con cabeza. Yo no lo creo, se la ve feliz, mueve a derecha e izquierda la cabeza, porque “las gentes” la reclaman y plancha cuando tiene tiempo.

O sea que no es gafe. Simplemente Cambiò de partidos y lo de Errejon ha sido una cosa de pulsión no tratada y como posible defensa, la esgrimirá cuando el señor juez le llame a capítulo.

Algo confuso ya ha dicho al respecto.

¿Lo de la amnesia periodística de la izquierda por qué era?

Ah, sí. Desde hace muchos años, determinados mandatarios autonómicos han “excusado” su presencia en Palacio, el día de la Fiesta Nacional, dando plantón a la conmemoración y al rey y no dicen ni pío. Tienen, a lo que se ve, patente de corso.

SM va a Barcelona y algunos “desaparecen” como por ensalmo.

Claro que yo lo puedo entender, ver desfilar a cientos de soldados puede resultar tedioso, sobre todo si estás en otras cosas o tienes una carrera ciclista pendiente de ver.

Me refiero a Mariano, ustedes ya lo saben.

¡Qué coñazo!, dijo el insigne registrador de la propiedad.

Yo le puedo entender.

Por lo menos no habló de eliminar el Ministerio de Defensa, como hizo Sánchez cuando era un joven aspirante a la poltrona presidencial y animaba de forma explícita y demagógica a sus posibles votantes.

Está tardando un poco. Como con las viviendas a construir.

Llovió a cántaros en el Desfile y la reina consorte se refugió.

Dicen que es una mujer con fuertes convicciones sociales, por lo que yo no acabo de entender que no sufriera los mismos rigores que aquel tropel de soldados que se juegan la vida por mil euros al mes y aguantaron a pie firme porque “todo lo sufren menos que les hablen alto”.

Los débiles estaban en el “asfalto”. Hubiera sido una buena ocasión para solidarizarse con ellos

Además, un remojón, con un carajillo y una aspirina, se pasa en un decir Jesús (perdón)

Por eso hoy no veré los Premios porque en el Teatro Campoamor se la ve feliz y para mí es un agravio comparativo.

Y bien que lo siento, porque soy ovetense como ella y nací cuando se remodeló el Teatro. Es decir, hace una eternidad.

No veré a mi querido Oviedo, ni las pancartas en contra, ni los aplausos. Ni a mi querida Carolina Marín, por quien siento profunda admiración.

Es mi pequeña venganza.

Claro que en el pecado llevo la penitencia

Sé que soy un maniático y como tampoco veo los Goya, ya solo me quedan los saltos de esquí el día primero de año.

Que ya son ganas.

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