Cuando el exceso en el uso de una palabra por parte de quienes aspiran a ocupar el poder me hace sospechar de sus intenciones, me dirijo a la RAE por si no conociera bien su significado y, escrito y hecho, acabo de consultar la palabra «humillar» y dejo aquí constancia de que se refiere siempre a «alguien», es decir, a personas, salvo en el mundo de la tauromaquia: «Dicho de un toro, bajar la cabeza para embestir, o como precaución defensiva», detalle del que confieso que no tenía ni idea, inculto yo, porque la capa y la espada sangrantes son cultura de la mejor.
Pero como no creo que Feijoo piense que España sea un toro, o puede que sí, en cuyo caso lo de la humillación sería para poder embestir, deduzco que hay «gato encerrado» en el hecho de que, cada vez que Sánchez pacta con unos independentistas que, consecuentes con sus ideas republicanas, quieren romper pacíficamente con un reino en el que no se encuentran, el del PP diga que «España no se merece esa humillación» y, acto seguido, convoque manifestaciones que cada vez me recuerdan más la de «desagravio» del 1 de octubre de 1975, de la que algunos dicen que el exceso físico desplegado por el dictador desde aquel balcón en la Plaza de Oriente fue lo que acabó con su vida un mes y medio después.
Dada la peligrosa confusión que se está perpetrando al divulgar que España está siendo humillada como si fuera una persona y que, por otra parte, humillación es uno de los sinónimos de agravio según la RAE, el CIS debería preguntar a sus encuestados si se sienten «agraviados», «humillados» o «nada» por los acuerdos que adopta el odiado Gobierno sanchista con otros partidos políticos que también son españoles, al menos de momento.
Y como el CIS no podrá decir otra cosa que lo de que los españoles son como un abanico con todos los colores, lo cierto es que Feijoo convoca hoy estimulando los mismos torcidos sentimientos a los que ayer apelaba Franco para sus desagravios y, a la vista de que no están consiguiendo gran cosa, al menos en apariencia, no me extrañaría que el propio Feijoo y sus seguidores terminen asumiendo el fracaso y reconociendo que lo de la humillación es un problema suyo personal, y que sean ellos mismos quienes acaben pidiendo a catalanes y vascos que se larguen, y no incluyo a los gallegos ni para recordar ni los orígenes de ambos dos agraviados y/o humillados, que en todas partes cuecen habas de todas clases, ni tampoco para calcular las consecuencias políticas de una casual marea de micro plásticos que podría conseguir que un BNG en estado de progresión geométrica consiguiera presidir la próxima Xunta.