Mad Max: A Coruña, la distopía de la basura. Por Jesús Suárez

por Jesús Suárez

En un futuro no tan lejano, o quizá ya en nuestro presente, la ciudad de A Coruña se ha transformado en un escenario postapocalíptico. Las calles, antes llenas de vida, ahora se asemejan a un páramo desolado digno del universo de Mad Max. La huelga de basuras ha sumido a la ciudad en una realidad que parece arrancada directamente de la gran pantalla: montañas de desechos se alzan como monumentos grotescos, y el aroma a descomposición se mezcla con la brisa marina, creando un ambiente tan irónico como irrespirable.

Los habitantes de A Coruña, como los protagonistas de las llanuras devastadas de Mad Max, deambulan por las calles esquivando bolsas de basura y restos putrefactos, en busca de un fragmento de normalidad. Los niños juegan a ser héroes en un mundo caótico, saltando de una pila de residuos a otra, mientras los adultos, con rostros marcados por la desesperación, intentan mantener la calma ante una situación que parece no tener fin.

Las calles principales se han convertido en auténticas carreteras de la muerte, donde los residuos compiten por espacio con los vehículos y los peatones. Los autobuses, transformados en vehículos de combate, avanzan lentamente, dejando tras de sí un rastro de papeles, latas y restos orgánicos. En este escenario, los barrenderos son los verdaderos guerreros urbanos, luchando contra el incesante aumento de basura, armados solo con escobas y recogedores.

Al caer la noche, A Coruña adquiere una atmósfera aún más surrealista. Las sombras de las pilas de basura se alargan, creando figuras siniestras que recuerdan a las criaturas de la noche en Mad Max. Las ratas, los nuevos amos del territorio, emergen de sus escondites para reclamar su dominio, mientras los coruñeses cierran ventanas y puertas, refugiándose en sus hogares como si de búnkeres se tratase.

La ironía de esta situación es evidente. En una ciudad conocida por su belleza natural y su patrimonio cultural, el abandono de la recogida de basura ha descubierto un lado oscuro y grotesco. Las autoridades, como los líderes tiránicos de Mad Max, parecen haber perdido el control, dejando que el caos reine. Las promesas de solución se desvanecen en el aire, tan efímeras como el humo de los incendios espontáneos que ocasionalmente brotan de los contenedores de residuos.

Y así, mientras la huelga persiste, A Coruña se hunde más en su propia distopía. La esperanza se convierte en un recurso escaso, igual que el agua en el mundo de Mad Max. Pero entre las montañas de basura y el hedor de la descomposición, surge un atisbo de resistencia. Los coruñeses, armados con escobas y mascarillas, se organizan para limpiar sus propios barrios, mostrando que incluso en el caos más absoluto, la solidaridad y el esfuerzo social pueden encender una chispa de esperanza.

Comparte éste artículo
Escribe tu comentario