La falta de un objetivo determinado a la hora de concretar nuestra propia carta de presentación a los empleadores puede crear unos objetivos dispersos y alejados de nuestra idea, pero también del puesto de trabajo que por formación o experiencia podríamos ocupar; también ocurre el error por parte del reclutador, al querer abarcar un campo excesivamente extenso
Desde tiempos inmemoriables la economía y casi todo el flujo de las sociedades, cualquiera que sea la era a la que nos refiramos, se han movido por el binomio entre la oferta y la demanda. Y es precisamente ahí donde encajan también como anillo al dedo el mercado laboral y la serie de conocimientos, aptitudes y formaciones que cada trabajador pone a disposición de aquellos que se lanzan al reclutamiento. Sin embargo, el erróneo enfoque en cualquiera de los dos protagonistas lleva a un proceso y a unos resultados finales cuyo resultado puede encasillarse en un punto cualquiera entre la decepción y la pérdida de tiempo.
El spam en ofertas de trabajo es una lacra que debe combatirse en las dos direcciones, y puede deberse tanto a un bombardeo masivo por parte del reclutador como a una incapacidad para concretar y afinar objetivos y aptitudes por parte del demandante. No siempre disparar a todo lo que se mueve es la forma idónea de encontrar al empleado que mejor puede responder a nuestras necesidades. Y tampoco dar como válido a cualquier tipo de empleador garantiza que vayamos a ser capaces de ejercer correctamente esa actividad y, por tanto, protagonizar una carrera en ese puesto.
Se antoja por lo tanto también clave entender y saber cómo hacer un CV o cómo presentar nuestra formación, experiencia y capacidad de la manera más sintética, concreta, atractiva y fiel a la realidad, de tal modo que con una simple lectura el empleador no puede sentir la necesidad de renunciar a nuestra ayuda. Utilizar diseños y herramientos que hayan sido creados profesionalmente y que hayan sido probados con encargados de contratación y en sistemas automáticos es clave. Es decir, podríamos resumirlo en que lo primero que entra por la vista es una impresión fundamental y difícil de sacarse de encima.
Afortunadamente, buscar más información en la red resulta un paso sencillo y encontrar el asesoramiento de profesionales perfectamente cualificados está alcance prácticamente de un click. La decisión correcta acerca del enfoque de nuestra carta de presentación puede marcar la delgada línea entre el éxito y el fracaso de nuestra propia candidatura a un determinado puesto. La decisión final al respecto no depende más que de nuestra voluntad y paciencia para ejecutar de forma correcta la recta final de un proceso que no solamente, además, determinará el futuro de muchas empresas, sino también el de sus trabajadores que, a la postre, son parte fundamental para el óptimo funcionamiento de las mismas.
Una sociedad cada vez más marcada por las distancias cortas, por la decisión y el detalle puntual en la misma hace que los pequeños detalles cuenten a la hora de diferenciarnos de nuestros iguales.