Un abrazo risueño

por Ana Dapena Cuiña
Ana Dapena Cuiña
Cuesta empezar a escribir un texto en el que todos los tiempos verbales que se me vienen a la cabeza son en pasado cuando, hace dos días, esos mismos verbos se pensaban en presente y futuro.

Dicen que perder a un hijo es lo más duro que le puede pasar a un padre, pero nadie habla nunca de la otra cara de la moneda. He intentado buscar en tu enorme biblioteca entre los libros que devorabas a diario alguno que pudiera ayudarme, pero como también dicen, la vida es injusta y no viene con hoja de instrucciones.
 /></div><div dir=Es costumbre que, cuando alguien se va, la gente busque cosas buenas que enumerar para recordar a esa persona. Esa pesquisa no me ha supuesto esfuerzo alguno, y a ella me ha ayudado toda la gente que se ha acercado a despedirse de ti. La cara es el espejo del alma, y en la expresión facial de la gente apreciaba, tras mis gafas de sol, el profundo cariño que tantas personas te tienen (sí, en presente). También nos decían a Marta y a mí lo orgulloso que estabas de tus dos niñas; no sé si te lo habremos dicho las suficientes veces, pero nosotras también lo hemos estado y lo estaremos siempre de ti.
Echaremos de menos tu cariño, tu implicación en todo aquello que te tocaba el corazón o la conciencia, tu compromiso con los que más lo necesitaban y la determinación en tu carácter (esa que dicen heredé de ti, pero en la que mamá es responsable a partes iguales).
 /></div><div dir=Mamá y tú siempre me contabais que, cuando era bebé y no podía dormir, me cantabas aquella canción del submarino amarillo que tanto te gustaba y yo me quedaba tranquila. Espero que tú también hayas podido cerrar los ojos llenos de paz después de escucharla los dos juntos por última vez.
«Y nuestros amigos están todos a bordo,
muchos de ellos viven en la puerta de al lado.
Y la banda empieza a tocar.»
Un abrazo risueño papazolín. Te vamos a echar mucho de menos.
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