Mi querido Pepe. Tú, tan amigo de anunciar con tú “¡Hola, hola!”, que se abría “Tiempo de juego”, te olvidaste de decirnos “adiós”.
Es posible que haya pesado que te encantaban las fiestas y te horrorizaban las despedidas. A mí me pasa lo mismo, y por eso siempre o nos echaban o cerrábamos los chiringuitos. Quizás los finales de las celebraciones te generaban una especie de “morriña”, que solo se curaba con la fiesta siguiente.
La “morriña” era una de tus debilidades. No te cansabas de decir que no querías vivir en Galicia porque eso te evitaría disfrutar de la “morriña”, que te suponía el vivir en Madrid, pero, Pepe, ¿no crees que te has pasado? Pienso que, para que te creyésemos, no tenías la necesidad de irte a otro mundo.
Una persona alegre como tú, que ha disfrutado mucho, que hizo disfrutar aún más… y que disfrutaba viendo disfrutar a los demás, no es de recibo que se vaya tan lejos de los amigos a los que les obligas a vivir solo de los recuerdos.
Y recuerdo muchos gustos coincidentes, pero uno en especial: a ti y a mí nos enamoraba el Deportivo. Si te parece nos centramos en -cómo no iba a ser- una noche histórica. Me refiero a la del título de Liga, que compartimos desde lo alto del autocar que recorría una ciudad entregada a un Club, hasta el término de la fiesta en el Playa Club, que cerrábamos tú y yo -el guion no podía ser otro- a eso de las doce de la mañana.
Entre uno y otro momento, tras la cena, seguro que te acuerdas, entramos en “El Larguero” para entonar a dúo aquello de “Vivir na Coruña que bonito é…” y, ya lanzados, pusimos el colofón a nuestro particular concierto -en directo para el mundo- con tu “disco dedicado” a Tere, el amor de tu vida, y bordamos “Yo tuve un gran amor en La Coruña”. Yo también.
¡Mira que lo pasábamos bien en las cenas, Pepe! Eran nuestra debilidad, porque lo mejor venía después, con tertulias salpicadas por increíbles anécdotas. Incluso en una cena, a la que habías invitado a compañeros de COPE y a mí, recuerdo que nos sondeaste si nos gustaba una cuña que ibas a lanzar de un nuevo cliente. Era muy buena y es que en lo tuyo eres un fenómeno. Llegaste a conseguir con la publicidad, el mismo milagro que Santiago con la lluvia, convertirla en arte.
Inventaste un estilo nuevo de llegar a la gente y lograste que lo que en muchas ocasiones se hacía insufrible, se convirtiese de repente en algo que esperabas con ilusión. Llegaste casi a conseguir que los oyentes celebrasen lo del “purito”, como si se tratase de un gol de su equipo.
Mi querido Pepe, tengo que decirte que la noche y yo te echamos en falta un montón. Nos unía y se convertía en un buen momento para escribir. Hablando de escribir, no te olvides de decirme dónde dejaste escondido el prólogo que me debes para mis memorias. Me lo prometiste cuando me pediste lo mismo para “Debajo de la parra”, tu libro de poemas a Tere. Ya me dirás.
Por cierto, se dice que ya eres famoso por ahí. Al parecer la armaste nada más llegar. Se rumorea que los despertaste al grito de “¡Hola, hola!” Jajaja. Solo a ti se te podía ocurrir llegar a esos sitios de madrugada, y sin avisar, porque “había llegado tu hora.”
Aún no se han dado cuenta, Pepe, que ya nada será igual después de tu llegada. No saben la suerte que han tenido. Les vas a alegrar la vida. Menudas semanas literarias para la eternidad que les vas a organizar con tus vecinos Rosalía de Castro, Camilo Jose Cela, Valle Inclán… y ni te digo las cabinas deportivas insuperables con mil anécdotas de los geniales Luísito Suárez, Arsenio, Amancio…. y…
Como te conozco me imagino que ya te habrás hecho amigo de Pedro. No te olvides de decirle que eres hijo de Santiago -le gustará- pero no se te ocurra esconderle las llaves. Lo lleva muy mal.
Pepe Domingo, que no se me olvide decirte que, ahora que comienzas a mandar de verdad, acuérdate de apoyar desde ahí al Depor. Lo necesitamos y apunta para no comprometerte para el final de la temporada, porque te esperamos para celebrar el ascenso.
Ya nos contarás tu nueva vida. Bicos mil de infinidad de gente que te quiere y te recuerda, porque, Pepe, tú sí que te has ganado a pulso el título de “Bo e Xeneroso.”
Mi querido Pepe Domingo… Por Augusto César Lendoiro
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