«Quiero completar el ‘paso al lado’ que anuncié en junio; no solo cederé el testigo dentro del Consejo de Ministros, sino que también cesaré en mi responsabilidad como coordinador de IU»
Querido/a compañero/a,
Hace unos meses anuncié públicamente que no volvería a ser diputado en el Congreso, tras 12 años representando allí a Izquierda Unida y a Unidas Podemos. Manifesté que continuaba, no obstante, con mis funciones como ministro y como coordinador de IU. Teníamos por delante unas difíciles elecciones generales y era mi responsabilidad continuar dedicando mi energía a lograr el mejor resultado posible para Sumar y para volver a constituir un gobierno de coalición progresista.
A pesar de las dificultades, finalmente lo hemos logrado. Disipamos la amenaza de un gobierno reaccionario la misma noche electoral, pero lo que quedaba por delante era una complicada negociación que, afortunadamente, ha terminado bien. Ahora la política española pasa a una nueva fase, con un nuevo gobierno y con muchos retos que abordar.
Con este cambio de fase quiero completar el ‘paso al lado‘ que anuncié en junio. Eso significa que no solo cederé el testigo dentro del Consejo de Ministros, sino que también cesaré en mi responsabilidad como coordinador de Izquierda Unida. Se trata de una decisión muy meditada y que formaba parte de la hoja de ruta que personalmente asumí hace tiempo. He esperado a este momento para sincronizar mi decisión final con el cambio de fase política.
Quiero volver a trasladar el agradecimiento más absoluto a todas las personas que me han acompañado a lo largo de todos estos años. No puedo nombrarlas a todas ellas, porque son demasiadas, pero seguro que saben que yo no hubiera podido abordar mis tareas sin su abrigo y cariño. Son también muchas las experiencias que he vivido en este tiempo, y espero haber contribuido al menos modestamente a mejorar la vida de las familias trabajadoras de nuestro país.
Ha sido un gran honor poder representar a una organización como IU, que me ha brindado la oportunidad de conocer a personas maravillosas. Cuando me afilié con 18 años lo hice con la convicción de que había que sumar manos y mentes a la tarea de transformar nuestras sociedades. Aunque en mi corazón ya latía la rabia por las injusticias cometidas en todas partes del mundo, la decisión específica de militar en IU vino empujada por el ejemplo de quienes estaban luchando, asumiendo un gran coste personal, contra una burbuja inmobiliaria que a comienzos de siglo atropellaba las vidas y la naturaleza de la costa malagueña. Pronto comencé a conocer muchos otros ejemplos similares por toda la geografía española. Esas luchas rojiverdes alimentan mi espíritu militante todavía hoy.
Para ser honesto, nunca hubiera imaginado que llegaría el día que asumiría la coordinación general. Una responsabilidad que habían aceptado antes que yo otras personas que eran para mí una referencia con mayúsculas, como el compañero, y luego amigo, Julio Anguita. Ser coordinador vino de manera atropellada y, antes de eso, ya había asumido la responsabilidad de presentarme a unas elecciones generales que muchos hubieran querido que fueran las últimas para IU. Creo que cada una de nosotras todavía vibra cuando recordamos cómo abordamos aquellos determinantes días de finales de 2015. Desde entonces hemos pasado juntas momentos muy difíciles, y tuvimos que asumir tareas que parecían imposibles. Reconozco que he visto el abismo muchas veces durante todos estos largos e intensos años, como os habrá pasado a la mayoría. Sin embargo, en cada uno de esos momentos hemos sido capaces de reponernos y de construir algo útil y bello al mismo tiempo.
Soy consciente de que yo he sido una consecuencia de esos momentos tan agitados en la política nacional. Con toda seguridad sin las movilizaciones del 15-M y sin la ruptura del tradicional sistema de partidos en 2014, las cosas hubieran sido muy distintas. Aquellos acontecimientos pusieron a IU en un inmenso aprieto, porque nuestra fuerza política encarnaba en gran medida los valores y principios que querían abrirse paso en nuestra sociedad, sobre todo en las generaciones más jóvenes, pero no éramos nosotros como fuerza política quienes rentabilizábamos electoralmente esas nuevas aspiraciones.
Reflexionando sobre este hecho, alguna vez he recurrido a una metáfora que Otto Neurath diseñó para explicar cómo funciona la ciencia, y que yo extrapolo a nuestro propio campo. Rápidamente se entenderá el por qué, pues Neurath decía lo siguiente:
Imaginemos que somos como marineros que en alta mar tienen que cambiar la forma de su embarcación para hacer frente a los destrozos de la tempestad. Para transformar la quilla de su nave tendrán que usar maderos a la deriva o tal vez tablas de la vieja estructura. No podrán, sin embargo, llevar la nave a puerto para reconstruirla de nuevo. Y mientras trabajan tendrán que permanecer sobre la vieja estructura de la nave y luchar contra el temporal, las olas desbocadas y los vientos desatados.
Toda la militancia de IU ha sido durante años esa tripulación de marineros y de marineras. Nuestra nave ha tenido que ser reparada en alta mar, con menos recursos y más dificultades que otras embarcaciones que, además, parecían ser siempre mucho más atractivas y poderosas. No nos ha faltado pericia ni voluntad, pero la situación siempre ha sido sumamente complicada.
Y, sin embargo, gracias a nuestros esfuerzos colectivos, la situación hoy dista mucho de parecerse a la de hace diez años. Nuestra nave está prácticamente reparada y sigue navegando con soltura siguiendo la brújula que apunta al socialismo. IU está hoy no sólo consolidada, sino que es una fuerza con un capital político imprescindible para el futuro de este país. La seriedad, la experiencia y la responsabilidad de IU es una garantía para nuestra sociedad, pero también es una herramienta fundamental para ensamblar nuestro tan complejo ecosistema de fuerzas de izquierdas. Ojalá todas estas fuerzas no olviden en lo venidero la importancia de una unidad bien construida. Y, a ser posible, tejida sobre la fraternidad y no sobre la simple y bruta correlación de fuerzas.
Será por supuesto la militancia de IU quien tenga que valorar mi gestión al frente de la organización durante estos siete años. Sólo añadiré que personalmente estoy muy orgulloso del trabajo realizado, el cual se ha inspirado en los valores republicanos de diálogo, fraternidad y democracia radical. He intentado que los conflictos, consustanciales a la política, pudieran abordarse desde el diálogo y que, especialmente cuando las diferencias eran grandes, nunca se amenazara al proyecto político. IU había vivido en su historia demasiadas disputas fratricidas, y uno de mis objetivos ha sido siempre preservar la paz interna sobre la base del respeto mutuo. Espero que incluso aquellos que nunca han votado favorablemente mis posiciones políticas puedan al menos compartir este punto. No obstante, no puedo dejar de reconocer que sé que he cometido errores. Algunos de ellos los conozco ya, pues he tenido tiempo para meditarlos, pero otros probablemente los descubriré con el paso del tiempo. Solo espero que sean muchos más los aciertos y que el saldo final permita a la militancia reconocer una contribución positiva de mi paso por la coordinación.
Quiero terminar apuntando a que mi contribución personal a todo esto no ha estado exenta de costes, y ello también ha influido de manera determinante en mi decisión. La militancia es muy sacrificada, y la primera línea de la política no es sino su versión exponencial. Durante todos estos años he visto lo mejor y lo peor de la política, y ambas cosas me han atravesado implacablemente. He empleado demasiado tiempo en tratar con gentes que no cuidan a sus semejantes y para los cuales la política es sólo una forma de aplastar al que piensa diferente. No es esa mi concepción de la política. Por eso creo que uno de nuestros retos para el futuro será el de construir espacios que integren las enseñanzas feministas de manera integral, esto es, asumiendo el papel central que tienen los cuidados en la reproducción de la vida en todas sus dimensiones.
En lo personal, me encuentro muy contento al dar este paso y por poder dedicar más tiempo a cuidar a mi familia y a mis hijas. Como dije hace unos meses, ellas han sufrido más que nadie, mis desasosiegos y penas, mis ausencias continuadas y mi irritabilidad estacional. Quiero ahora recuperar tiempo y energía también para poder dedicarme a otras muchas actividades que siempre me han producido más placer y que han estado aparcadas durante demasiados años. Como no puede ser de otra forma, seguiré haciendo política, que es para mí el noble arte de transformar la sociedad, desde la humilde y necesaria trinchera que ofrece el militante de base de una organización como la nuestra. Intentaré, con tantas herramientas como pueda, seguir contribuyendo a construir una sociedad ecosocialista; el único freno viable y democrático ante el avance de la barbarie y la destrucción ambiental.
Gracias y mucha suerte.
Salud y República,
Alberto Garzón