Un Gallo de Oro de muchos quilates en Arteixo. Por Carlos Brea

por Carlos Brea

Escritor y cronista gastronómico

«En El Gallo de Oro comenzamos nuestra andadura en el año 1962, cerca de nuestra ubicación actual, en Arteixo. Desde febrero del año 1975 estamos trabajando en la misma ubicación en la que estamos actualmente, más de 40 años ofreciendo el mejor sabor de la cocina tradicional de La Coruña, Galicia. Actualmente, está dirigido por la tercera generación de nuestra familia. Nos encargamos de la compra de los mejores productos, la elaboración de nuestros platos y servicio prestado en nuestras instalaciones.
Por otro lado, disponemos de un salón de eventos conocido como «El Gallo de Oro de Eventos», donde buscamos la personalización de cada evento.
Trabajamos para cumplir con las expectativas de los paladares más selectos, tanto de forma diaria, como para los eventos más importantes de la vida de nuestros clientes».
Esta es la propaganda oficial del restaurante.
Ahora se denomina El Gallo de Oro & Varmouth, pero cuando fui la primera vez no tenía nombre, pero sí gallinero.
El gallinero estaba detrás de esta tradicional casa de comidas que fundaron Pepe y Fina, allá por los años sesenta, y que continuó su hija Rosa, y ahora está la tercera generación personalizada en el voluntarioso servicial y muy profesional Carlos, el nieto de Pepe y Fina. Los dos fundadores tuvieron un contratiempo vital y su hija Rosa, que regentaba un gabinete de profesionales de la Psicología tuvo que dejar esta actividad y ponerse al frente del restaurante de sus padres.
Con esfuerzo y tesón ella remontó el exitazo que habían tenido sus padres cuando El gallo de oro era un restaurante de referencia en toda Galicia, en donde se celebraban bodas y banquetes extraordinarios, muchos a base de marisco; después incorporaron música y fue siempre un lugar de reunión de grandes profesionales que colonizaron el polígono de Sabón en Arteijo La Coruña.
Llegamos al restaurante, que tiene además el lujo de poseer aparcamiento dentro del recinto, que eso es hoy impagable. Estacionamos adecuadamente y nos sentamos en el gran salón comedor sin haber hecho reserva previamente.
El local estaba con personas del polígono de Sabón, mayoritariamente de las empresas textiles que ahí se ubican y de otras industrias metalúrgicas del lugar, que suelen ir a comer pese a tener en los comedores de sus naves industriales unos menús de 2,80 euros por persona, siendo aquí el menú de 16 euros por persona, y consta de varios primeros platos, varios segundos platos a escoger, postre y café. Incluso tuvieron la diferencia de bautizarnos los cafés con unas gotas de aguardiente espirituosos.
El atento gerente del establecimiento, o sea el nieto Carlos, nos explica que prefieren su establecimiento para comer y partir la jornada laboral para darse un respiro y venir a comer a este excelente restaurante, saliendo así de la rutina de su trabajo, porque a veces la presión de estas grandes empresas multinacionales asfixia, agobia, apura, aprieta y este rincón gastronómico es oxígeno para ejecutivos, jefes, jefecillos y personal diverso del polígono de Sabón. Algunas mesas están copadas por mujeres con aspecto de ejecutivas, vestidas con trajes de hombre y corbata, que probablemente hagan labores comerciales y administrativas en algunas empresas internacionales de la zona.
Nos sirvieron muy eficazmente, quiero decir con rapidez, prestancia, soltura, alegría… y los alimentos que ellos recolectan por la zona, porque denominan el «menú de mercado», significa que tienen la celeridad adecuada para atender a gente que no tiene mucho tiempo para dedicarle a estos productos estupendos y económicos, que hoy tiene El gallo de oro, abierto para todo el mundo, lo que me recalca el nieto Carlos, porque algunas personas no se han enterado de que El gallo de oro nunca estuvo cerrado aunque se lo pareciera.
Una ensalada deliciosa muy bien aliñada con queso (insípido de burrata) pero con sabor potente de las verduras zonales, seguida de una crema o sopa de puré vegetal, con una merluza exquisita y bien preparada sobre cama de patatas de Coristanco en estilo panadera y una lasaña de la casa hecha con mimo y gran sabor, seguido de unos postres de natillas y arroz con leche, con su dosis justa de canela deliciosa y aromática, seguida por unos cafés americanos bautizados con espirituoso fue el menú estupendo, por dieciséis euros, que puede cualquiera de mis queridos doctos y dilectos lectores saborear en este templo gastronómico, considerado coruñés cien por cien que es El gallo de oro.
Resumiendo, muy agradable y sabroso menú que esperamos repetir, por lo menos una vez a la semana.
Hemos conocido, nuevamente, las virtudes gastronómicas de un restaurante que regenta su tercera generación, de una forma eficaz, profesional, resoluta y sumamente agradable en la persona de Carlos y sus empleados.

«No solo de pan vive el hombre [Non in solo pane vivit homo] (Deuteronomio 8, 3).
Y añade a continuación: «sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» [Sed in omni verbo quod procedit de ore Dei].
Son palabras que dice Moisés al pueblo recordándole los beneficios de Yahveh durante su peregrinar por el desierto camino de la tierra prometida.»
En ese tiempo, desgraciadamente, no existía EL GALLO DE ORO

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