Este vienes se organizó lo que llaman Jornadas de Puertas Abiertas en las Cortes Generales. La gente hace cola para ver el Congreso y el Senado. Los días de frío te dan un caldo y una agenda. Y la gente se pirra por estas cosas, y si ven a algún famosillo, han hecho el día.
En el Congreso hay una galería de presidentes de la Institución. Entre ellos están colgados dos franquistas de tomo y lomo, vascos, como fueron Esteban Bilbao y Antonio Iturmendi. Mucha ley de Memoria Histórica, pero ahí están desafiando dos impresentables que presidieron los aplausos de las Cortes Orgánicas a Franco. Pero no ha habido manera de quitarles. Lo traté con todos los presidentes y sobre todo con Bono y Marín. No hubo forma. Les decía que Herman Goering, que si había sido elegido democráticamente del Bundestang, nadie entendería que estuviera colgado del actual palacio en Berlín, pero aquí, al parecer, eso no importa.
El miércoles se dio apertura a la legislatura. No le aplaudieron los del PP y Vox a la presidenta. Cuando nosotros no aplaudíamos al rey, escuchábamos de todo. Es un gesto político que nada tiene que ver con la cortesía parlamentaria. No le aplaudíamos porque sabíamos quién era el Campechano, pero no aplaudir a una presidenta por decir que el gobierno Sánchez es legítimo, da el pelaje de un Feijoo que se ha reconvertido en un Vox, con algún matiz, pero igual de casposo.
Tampoco estoy de acuerdo con Felipe VI cuando dijo que “el país, en 1978, alcanzó su mejor expresión en el entendimiento mutuo, sin imposiciones ni exclusiones”. No es verdad. Nos excluyeron de la ponencia constitucional y nos impusieron el art 8 que habla de la función de los militares en el resguardo de la unidad de la patria, artículo que esgrimió Tejero para su golpe de estado. Y nos desgajaron Navarra.
El problema de España es una clase política que vive al día, no asume una historia que desconoce, improvisa, no cumple lo pactado, exagera y permite una judicatura que si la hubieran tenido en Escocia Alex Salmond no hubiera preguntado en referéndum sobre su independencia o en Canadá, seguiría en la cárcel los quebecos independentistas.
Aquí todo es fachada, mucho protocolo, una derecha que no es democrática y no asume las reglas del juego si no está en el poder. Un cóctel terrible.
La presidenta Armengol habló del dialogo y la escucha activa. Eso me suena. Quienes más predican la escucha activa, son los que menos la practican.
En definitiva que no nos vamos a aburrir.