De la «ONU» de Lendoiro, a la «ONU» de Escotet

por Gonzalo Soto

Augusto Joaquín César Lendoiro, fue el presidente de un modesto Club de provincias, que ha sido capaz de embriagar con seis Copas a miles de personas. El contenido de aquellas copas, es el cáliz en el que beben las nuevas generaciones deportivistas. El sentimiento hacia el RC Deportivo está presente en los miles hijos de Hércules que llenan el Estadio Municipal de Riazor y en los cientos que acompañaron, dándole calor al equipo, en los desplazamientos.

 A Lendoiro le han criticado desde todas las aristas por quienes querían derribar el muro del sentimiento. “El Depor ONU” decían, entre otras lindezas, denostando el trabajo de una persona que, comenzaba a ser incómodo en ciertos sectores de la ciudad. Lendoiro, seguía su hoja de ruta y se convirtió en Nimrod comenzando la construcción de la «Torre de Babel deportiva» con un idioma común, sumar y sumar. Y llegaron los triunfos. Fue el arquitecto del Deportivo del Siglo XXI. Un presidente profesional elegido por los dueños del RC Deportivo en una Junta de Accionistas, a ellos era a quienes rendía cuentas en las abiertas y participativas Asambleas. Soportó estoicamente, bulos, desinformaciones torticeras, lo atacaron despiadadamente, dibujaron a Lendoiro como un ogro, presionaron para que las instituciones no aportaran un euro para que el RC Deportivo creciera, lo ignoraron, pero su legado nadie lo podrá borrar. Pese a quién pesa, fue el artífice de lo bueno y de lo malo, aunque los todólogos resaltan lo malo, lo bueno lo ignoran. El forjador de la ONU deportivista es admirado por la juventud, que presumen de historia, las Copas no se consiguieron en una caseta de feria, sino, gracias a quien arriesgó, para fichar a jugadores que, auparon al RC Deportivo al altar del selecto Club de los ganadores de Ligas.

En el año 1995 todo cambió en el fútbol con la ley Bosman y el visionario Lendoiro, comenzó a pescar en el caladero comunitario. Jugadores de trece países se dieron cita en la plantilla del equipo coruñés. Los nombres están en la memoria de todos los deportivistas, aquellos que dieron lustre a la historia de un Club, que no había pasado de ser el ascensor del futbol español.

Hoy tenemos otra ONU en la propiedad y en la dirección del RC Deportivo de La Coruña.SAD, una amalgama de profesionales sin alma deportivista. El propietario tiene doble nacionalidad, el resto de la cúpula de mando procede de diversos países europeos. En España no hay talento, ni en Galicia, a tenor de la procedencia de quienes tienen la responsabilidad de hacer rentable la SAD. Que no vendan que el CA es español, son figuras decorativas de un escaparate, que comienza a parecerse a un teatro de guiñol. Si el RC Deportivo ascendió, no fue gracias a la magnífica gestión deportiva del entrenador, director deportivo, ni de quienes calientas silla en plaza Pontevedra, el autor que escribió el ascenso, se llama Lucas Pérez, un coruñés de Monelos, que dejó su estado de confort para ayudar a salir del barro al equipo de toda su vida.

No leo ni escucho, comentarios sobre la ONU de Escotet, todo miel sobre hojuelas, el ascenso borró la pena y vergüenza de estar durante cuatro años en el pozo de la tercera categoría. Como en la canción de los Del Rio, Macarena, le dieron alegría al cuerpo. El Club coruñés es una empresa dirigida por personas de acreditada valía y capacidad de gestión (así nos lo han vendido, pero sin alma deportivista) de varias nacionalidades. Los aplaudidores y los conmilitones ensalzan a quienes toman decisiones, posiblemente muy buenas para la empresa, pero erráticas y nada acordes con la idiosincrasia de los ciudadanos de A Coruña y los deportivistas. Van de dislate, como el juego de la oca, en dislate, pero quizás, el esperpento, será el entierro del “accionariado popular”. A partir del día 26, las acciones valdrán menos que un xurelo “melao”. Todo dentro de la legalidad, igual que las comisiones bancarias, o en su momento, las preferentes.

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