Síntesis de lo que está ocurriendo en Venezuela en dos palabras. Por Iñaki Anasagasti

por Iñaki Anasagasti

Lo que viene ocurriendo en Venezuela desde la tarde del lunes 29 de julio no requiere un mayor análisis: en el país se está aplicando de manera no oficial, una suspensión de las garantías constitucionales. 

Las detenciones masivas, los allanamientos a domicilios sin órdenes judiciales, la aplicación de una justicia “expedita” sin derecho a la defensa, el ocultamiento de los detenidos, la imputación del delito de “terrorismo” a todos los señalados, el despliegue agresivo de los cuerpos de seguridad en urbanizaciones y sectores populares, la implementación de alcabalas para el acoso de los transeúntes, la vigilancia y censura a periodistas, activistas de Derechos Humanos, generadores de influencia, la persecución de líderes de base y políticos comprometidos con el  cambio pacífico en el país, es un panorama que confirma lo que hemos advertido: la incapacidad de Miraflores de ganar votantes, los obligó a desplegar la violencia. La legitimidad que no lograron obtener en las elecciones presidenciales, pretende ser sustituida por el miedo.

A esta estrategia se le ha incorporado una dolorosa novedad. La parrilla de Venezolana de Televisión, supuesto canal de “todos los venezolanos”, ha incluido una sesión especial, donde transmite imágenes de las personas detenidas, obligadas a reconocer sus supuestos delitos, pedir disculpas al régimen y expresar su apoyo a Nicolás Maduro. Una práctica humillante, celebrada por los comentaristas del canal de televisión quienes promocionan diversos mecanismos electrónicos para que las personas puedan acusar y delatar a sus vecinos. El régimen, sobrepasado por un movimiento espontáneo de indignación popular tras el desconocimiento de los verdaderos resultados del 28 de julio, pretende que sean los propios ciudadanos quienes hagan el trabajo sucio de delatar y perseguir a sus vecinos.

En lugar de promover la convivencia en las comunidades, el régimen estimula la confrontación y la desconfianza entre los ciudadanos. Quiere distribuir miedo a todos los sectores de la sociedad. Sembrar la duda y el recelo frente al vecino que tenemos en frente, coartar nuestras comunicaciones, suprimir la espontaneidad de nuestro derecho a protestar pacíficamente, tener miedo de la persona que hace vida junto a nosotros en el barrio, la calle o el edificio, e imponernos un pesado bloque de temor y paranoia sobre nuestra cotidianidad. Toda una práctica cruel que busca dividirnos y aislarnos justo en el momento en que más debemos estar juntos, todos los venezolanos, en procura del cambio pacífico y democrático que queremos la mayoría.

Los poderosos que nos gobiernan, empeñados como están en mantenerse en el poder a cualquier precio, están dispuestos a dinamitar los lazos de confianza que, con tanto esfuerzo, se han venido recomponiendo en los sectores populares gracias al trabajo constante de la nueva generación de líderes que se han venido construyendo, de abajo hacia arriba, con el apoyo de la sociedad civil organizada. Décadas de dedicación para recuperar el sentido de pertenencia de la comunidad, el valor del trabajo para mejorar nuestras condiciones de vida y apropiarnos de nuestro futuro, están bajo la amenaza de un sistema de poder egoísta que nos quiere dividir imponiendo la desconfianza.

Los próximos días, bien lo sabemos, serán complejos, nuestros nervios y convicciones democráticas serán puestas a prueba. No podemos caer en la trampa del régimen, debemos seguir unidos, trabajando en red, apoyándonos en estos momentos tan complejos para seguir trabajando por el cambio pacífico y democrático que todos queremos. El miedo y la humillación no son dignos sustitutitos de la voluntad que se expresó el 28 de julio.

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