Charlie Patiño. De Watford a Riazor. Por Jesús Suárez

por Jesús Suárez

@jsuarez02111977

A veces, la vida te lleva por caminos inesperados, te arrastra lejos de lo que conoces, de lo que amas. Yo soy uno de esos tantos que tuvo que dejar atrás su tierra, su gente, y cruzar mares en busca de un futuro que aquí se nos negaba. Galicia quedó lejos, muy lejos, pero en mi corazón, en mi memoria, sigue viva cada piedra de nuestras calles, cada susurro del mar, y cada tarde en Riazor. Esos recuerdos son los que me han dado fuerza, y son esos mismos recuerdos los que hoy me traen a esta carta.

Charlie, quiero darte las gracias. Gracias porque, aunque no lo sepas, tu llegada a A Coruña es un pequeño milagro para muchos de nosotros, los que vivimos lejos, los que añoramos la tierra como se añora lo irremplazable. En tu historia veo la mía, y la de tantos otros que nos vimos obligados a partir. Tú, nacido en Watford pero con el alma gallega, encarnas ese puente entre lo que somos y lo que soñamos ser.

Recuerdo la primera vez que oí tu nombre, cómo sentí una punzada de orgullo al saber que un joven con raíces gallegas, criado en tierras inglesas, había decidido luchar por un sueño que se escuchaba en la sangre de sus ancestros. No era solo un fichaje, era una vuelta a casa, y no una vuelta cualquiera, sino la de alguien que eligió regresar por amor, no por obligación.

Tus abuelos dejaron Galicia buscando un futuro mejor, como muchos lo hicimos. Ellos llevaron en sus maletas el peso de un adiós y la esperanza de un mañana. Pero también llevaron algo más, algo que no se ve, que no pesa, pero que llena el alma: el amor por un equipo, por una tierra, por un modo de vivir. Ese amor te fue transmitido a ti, Charlie, como una herencia preciosa. Y tú, con orgullo, has decidido honrarlo.

Cuando te vea con la camiseta blanquiazul, pisando el césped de Riazor, sentiré que algo se cierra, que un círculo se completa. No es solo fútbol, es mucho más. Es la historia de nuestros padres y abuelos, es la lucha diaria, es la nostalgia y el deseo de pertenecer, de volver a un lugar que es más que un simple espacio geográfico; es una identidad.

Imagino a tus abuelos, a tus padres, viendo tus primeros pasos como deportivista. Ellos, como yo, deben sentir un orgullo que no se puede medir en palabras. Porque lo que has hecho no es solo un gesto simbólico, es un acto de amor hacia tus raíces, un reconocimiento de lo que te ha formado, aunque a kilómetros de distancia.

En cada partido, cada vez que te pongas esa camiseta, no solo estarás jugando por ti o por el equipo, estarás jugando por todos los que, desde lejos, mantenemos viva la llama del Deportivo. Estarás representando a una generación que, aunque dispersa por el mundo, sigue conectada por un lazo invisible pero indestructible.

Así que, Charlie, gracias. Gracias por volver a la tierra de tus abuelos, por vestir los colores que ellos amaron, por recordarnos que, sin importar cuán lejos vayamos, siempre podemos volver a nuestras raíces. Tú eres el ejemplo vivo de que la distancia no rompe la conexión con lo que somos, sino que, en ocasiones, la fortalece.

Que la vida te regale muchas tardes de gloria en Riazor, que en cada partido sientas el orgullo y el honor del escudo que llevas en el pecho. Y que nunca olvides que, en cada grito de aliento, en cada aplauso que recibas, habrá siempre un agradecimiento silencioso, el mío y el de todos los que, desde lejos, contigo, también hemos vuelto un poco a casa.

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