La catástrofe valenciana desnuda a la cara B del periodismo. Por Mateo Pintado Golpe

por Mateo Pintado Golpe

Cuando pienso en periodismo lo primero que se me ocurre es el motivo por el que me enamoré de esta profesión hace ya un tiempo. Ese arte de aprender, escuchar y narrar los hechos para poder informar a un lector normalmente interesado en lo sucedido. Una dedicación cuya primera orden debe ser la búsqueda de la verdad, porque no hay nada que pueda ser peor para cualquiera de nosotros que el hecho de sentir que hemos defraudado a algún desconocido al que le haya caído nuestra pieza entre sus manos.

Lograr la verdad cuesta una gran cantidad de horas de trabajo, y muchas veces no basta con saber algo, sino que hay que contrastarlo de alguna manera para quedarse al 100% tranquilo de lo publicado. En los últimos tiempos, han salido en nuestras pantallas ciertos compañeros que ven el triunfo en ser el más rápido a la hora de publicar algo, dando igual el contenido de esta información y su veracidad.

La catástrofe sucedida en Valencia ha llevado a este tipo de “profesionales” a su máximo retrato. Grandes medios de comunicación, e incluso personas de una enorme influencia como Iker Jiménez o el político de Vox, Bertrand Ndongo, han llegado a afirmar que el parking de Bonaire era un cementerio. Jugando de esta cruel forma con miles de familias que se mantienen aún en vilo por la desaparición de muchos familiares que se vieron arrasados por la DANA. Finalmente, tras varios días de trabajos en este aparcamiento, el más grande de Valencia, las autoridades concluyeron que no había ni un solo cuerpo sin vida en el lugar.

Rubén Gisbert se lleva la palma

El valenciano y ya excolaborador de Iker Jiménez, fue pillado in fraganti tratando de falsear manchas de barro con el fin engañar a los telespectadores. No se quedó satisfecho con este acto, sino que al valenciano no se le ocurrió nada mejor que colarse en un geriátrico a plena noche, para grabar y afirmar una gran cantidad de mentiras a las que ya nos tiene acostumbrados. Diciendo, entre otras cosas, que los residentes se encontraban abandonados y sin medicamentos. Solo imagínense lo que podría haber sucedido si alguna de esas personas se hubiese levantado para ir al baño y se topase con esta persona señalándole con una linterna y susurrando por los pasillos.

Visto lo visto, solo queda confiar en que pronto los lectores se den cuenta y dejen de darle audiencia a ciertos impresentables que ocupan puestos de trabajo, y se llevan el dinero en una profesión repleta de grandes periodistas que se encuentran en la cola del paro

Foto. Rubén Gisbert

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