Había una vez, en la ventosa y gris ciudad de Ferrol, un hombre llamado Tino Fernández. Empresario de éxito, barón de la tecnología, con Altia a sus espaldas y una fe inquebrantable en los balances positivos. Su vida era una hoja de cálculo: limpia, ordenada, sin sobresaltos. Pero un día decidió aplicar esa lógica empresarial al corazón del fútbol. Se sentó en el palco del Racing Club de Ferrol como si fuera la junta de accionistas de un banco, convencido de que el alma de un club se puede domar con métricas y powerpoints.
“Temos proxecto”, repetía, como si el fútbol se construyera a golpe de nota de prensa. El Fantasma del Pasado Una noche, mientras revisaba informes en su despacho de A Malata, lo visitó una silueta cubierta de niebla: el Fantasma del Pasado. Lo arrastró a las viejas gradas de Inferniño, cuando el Racing era un club de trabajadores, de fábricas, de mareas vivas. Le mostró tardes de gloria en Segunda, ascensos que se celebraban como revoluciones, y domingos en los que Ferrol entero bajaba al campo con la camiseta bien pegada al pecho.
“Mira, Tino”, dijo el espectro, “esto era o Racing: suor, orgullo, e unha cidade enteira empuxando. Aquí o que conta é o corazón, non o currículo”.
El fantasma también le enseñó los nombres de quienes sudaron por el escudo, los que aguantaron inviernos en Tercera, los que nunca dejaron de soñar ni siquiera en los descensos. Pero Tino no escuchó. Solo veía desorden. Románticos. Gente sin método. El Fantasma del Presente Al poco, llegó el Fantasma del Presente. Lo llevó de la mano a las gradas semivacías de A Malata. Le enseñó una ciudad desilusionada, un equipo fundido, y una tabla clasificatoria que no mentía: Racing de Ferrol, a 17 puntos de la salvación, con oito xornadas por diante, viendo cómo el abismo de la Primera Federación se abría de par en par.
“Mira o que fixeches”, le dijo. “Tanto control, tanta estrutura… e o equipo afóndase coma unha pedra”.
Le mostró también a los aficionados de toda la vida, esos que nunca fallaban, cabizbajos, hastiados, murmurando en los bares que esto ya no era el Racing. Los jugadores parecían sombras, los entrenadores duraban lo que un café frío, y en la ciudad se respiraba decepción. “Fixeches do Racing unha empresa, Tino… e esqueciches que aquí xogamos coa alma”, le susurró el espectro antes de esfumarse. El Fantasma del Futuro Y entonces, como una tormenta sobre la ría, apareció el Fantasma del Futuro. Silencioso, implacable. Lo condujo a una Malata abandonada, con las gradas rotas y las redes colgando. “Aquí xogaba un equipo orgulloso”, dijo. “Agora non queda nada”.
El Racing vagaba por los campos de la Primera Federación, irrelevante, invisible. Ni cantera, ni proyecto, ni pasión. Todo consumido por el ego de un hombre que pensó que el fútbol se dirige como un consejo de administración. Y que creyó que los goles llegan si los pides con un buen PowerPoint. La Caída de Tino Fernández, despertó Tino sudando, sin entender muy bien si aquello había sido un sueño o una advertencia. Pero no hizo nada. Ni un gesto. Ni una disculpa. Ni una pizca de humildad. Siguió adelante, convencido de que era el más preparado, el más lúcido, el más profesional. Como si el Racing le debiera algo. Como si Ferrol le perteneciera.
Y entonces llegó el final: el descenso. La ruina deportiva. El silencio. La ciudad entera le dio la espalda. El club, como una casa sin cimientos, se vino abajo. Tino abandonó el palco sin aplausos. Sin pena ni gloria. Epílogo El Racing, como todo lo noble, sabrá levantarse. Porque Ferrol no olvida a los suyos. Porque hay chavales soñando en los campos del Ensanche y abuelos que aún creen en el escudo. Pero la lección quedó clara: en el fútbol, quien desprecia la pasión, acaba abrazado al fracaso.
Y así, el cuento de Tino Fernández se convirtió en advertencia: los clubes no se manejan con hojas de cálculo, sino con el alma. El Racing no necesita CEOs. Necesita corazones que sangren verde.
Foto: @tinifotografia – muchacalidad.com
Está claro que la persona que redacta este articulo no es ferrolano y está también clarísimo que es de Coruña y del Deportivo. Es también evidente que escribe desde el fervor deportivista y anti racinguista, le voy a recomendar a este escribiente que meta los dedos en la herida de otros y que se dedique a hablar de lo que conoce, que no es Ferrol cuando la describe como una ciudad ventosa y gris «IGNORANTE». Recordarle a este señor que gracias a Tino su Deportivo está en manos de ABANCA y que si no fuese así hoy habría desaparecido por el gran agujero negro que dejó su seguro aclamado presidente Lendoiro.
Yo creo que, como en todo, nada es blanco o negro, bueno o malo. Creo en los matices, también para el fútbol. Y creo que tan importante, en un club, es el aspecto deportivo como el económico. Por eso creo en los equipos y en que cada uno se dedique a la parte que domina. Yo soy del Dépor, pero siento simpatía también por el Racing y me apena que descienda. Y, aunque reconozco que con Lendoiro vivimos momentos inolvidables en lo deportivo, de no haberle sucedido Tino y haber conseguido organizar los número e involucrar a Abanca, hoy el Dépor no existiría. Ánimo al Racing y Forza Dépor!!! Ojalá algún día nos enfrentemos en Primera División.
¿En lo de gris y ventosa, no estará confundiéndola con otra?
Muchas cuentas pendientes tiene este plumilla con Tino Fernández, demasiado rencor y poca objetividad. Por no hablar de la calidad del artículo que en la mitad del mismo perdí el hilo conductor.