Muy probablemente, el título de este artículo sorprenderá a muchos, ya que desafía el prejuicio común de que la innovación está exclusivamente vinculada a la juventud y a la tecnología, al destacar la importancia de los (pre)séniores como piezas clave en este proceso. Para otros, quizás despierte curiosidad y, eventualmente, ayude a desarrollar un nuevo punto de vista sobre una realidad cada vez más evidente y creciente: el envejecimiento acelerado de nuestra civilización.
Cuando pensamos en innovación, solemos asociarla a la juventud y a la tecnología de vanguardia. Sin embargo, esta es una visión limitada que ignora un recurso valioso: la experiencia, las competencias y la sabiduría acumuladas durante décadas por los (pre)séniores. Más que meros espectadores, los (pre)séniores no solo han sido, sino que continúan siendo protagonistas en procesos innovadores. Ya sea compartiendo percepciones valiosas o proponiendo soluciones que solo quienes han vivido y aprendido con el tiempo son capaces de ofrecer.
Aunque la tecnología y la energía de la juventud son frecuentemente vistas como los motores de la innovación, esta no se limita a dichas fuentes. La innovación florece cuando existe un equilibrio entre creatividad, destreza, experiencia y una inversión en formación continua. Los (pre)séniores, con su bagaje de conocimientos, son capaces de identificar patrones, evitar errores del pasado y sugerir enfoques que a menudo se ignoran en entornos centrados exclusivamente en la novedad. Conviene recordar que las personas mayores de 50 años, por el hecho de haber nacido en el siglo pasado, han atravesado numerosos y diversos procesos de cambio: alteraciones en los contextos políticos, transformaciones sociales y evoluciones tecnológicas. Cada uno de estos cambios no es un hecho aislado, sino algo que impacta profundamente en la vida de las personas. Además, el hecho de haber sucedido en un período de tiempo relativamente corto ha obligado a la mayoría de ellas a desarrollar una resiliencia y una capacidad de adaptación a los cambios y a la evolución altamente fortalecidas. Asimismo, todos estos procesos de cambio, generados por innovaciones, son transversales a una civilización que avanza constantemente.
En lo que respecta a la formación, esta es un valor intemporal. Cuando los (pre)séniores permanecen abiertos a aprender y a adaptarse, transforman su experiencia en una fuente de inspiración para nuevas ideas. La innovación no tiene edad: es un estado del arte de lo que significa ser persona.