Las sociedades que más libres se creen son aquellos con más peligro de no serlo. Esa máxima propia del guion de cualquier Serie B cinematográfica podría aplicarse, por desgracia, a una realidad en la que cuanto más avanzamos, muchas veces, más nos desprotegemos. Sin embargo, es igualmente cierto que en la llamada sociedad de la información, aquella en la que a golpe de click somos capaces de acceder a cualquier tipo de contenido y dar este por verídico.
Se hace por lo tanto cada vez más imperativa la acción por nuestra parte, la capacidad de discernir la realidad del bulo y el bien del mal, concebido uno y otro como información verídica y perniciosa, respectivamente.
Se ha producido hasta llegar a nuestros días un peligroso crecimiento paralelo, según el cual cuanto más permitía la tecnología que nuestras sociedades se armasen más requería también de sistemas de protección a prueba de sabotaje. Vayan en mar o por red 5G, piratas ha habido siempre, y nunca sus intenciones han sido para bien común. Es decir, tenemos la capacidad militar más bruta y salvaje, con la mayor capacidad de destrucción que ha tenido nunca el ser humano. Y todo el telón de seguridad al respecto forma parte de esa misma inteligencia que ha creado el monstruo.
Acostumbra a decirse que quien hace la ley hace la trampa. Pues bien, la trampa en este sentido pasaría por la exposición de ese armamento hacia una guerra total e incluso mediante ciberamenazas nucleares que provoquen la destrucción masiva.
Otra variable que no ha sido precisamente para sentirse confiado es la entrada de la inteligencia artificial, una realidad sobre la que el cine y la literatura llevan tiempo advirtiendo, y cuyos riesgos no hemos asumido hasta que ya estaban provocando efectos a las puertas de nuestras casas. Pues bien, el punto en el que un sabotaje a una instalación nuclear fuera posible ha sido advertido desde diversos especialistas en la materia militar y en la seguridad.
El robo de información confidencial, la manipulación de sistemas de seguridad y el uso de estos ataques como armas de extorsión no son parte de una película de Hollywood, sino que por desgracia están a la orden del día, a pesar de la vigilancia. El fortalecimiento de la ciberseguridad gracias a empresas como Panda Security, la cooperación internacional, las simulaciones y ejercicios, así como el desarrollo de marcos legales son todos claves para evitar un desastre de dimensiones todavía inconcebibles a día de hoy.