
Esta pasada semana hemos asistido a uno de los eventos más singulares de la Administración Trump: una convocatoria masiva de generales y almirantes de las Fuerzas Armadas estadounidenses en la que el presidente Trump y el secretario de guerra, Peter Hegseth, han marcado la nueva doctrina y línea oficial a seguir. Se recupera la preparación militar, los méritos y los estándares más altos de competitividad. Ya no habrá más cuotas woke. Durante varias Administraciones, especialmente demócratas, las agendas políticas priorizaron la raza y el género sobre la competencia, debilitando a las fuerzas militares. Trump y Hegseth recuperan el espíritu guerrero, los estándares elevados de condición física, la disciplina en la apariencia y el liderazgo basado en una gran capacidad de combate.
La misión del Pentágono es la disuasión a través de la fuerza, no realizar experimentos sociales de ideología socialcomunista. Reducir el exceso de altos mandos y reenfocar los esfuerzos en implementar y desarrollar habilidades esenciales de combate es lo importante. A los enemigos y adversarios no les importan las políticas DEI, de hecho, se mofan de la debilidad mostrada estos pasados años y la deriva de transexualidad y feminización. Lo que respetan de verdad es un ejército letal y duro, como lo ha sido el estadounidense históricamente, y como volverá a ser bajo las directrices de Trump y Hegseth.
Se acabaron los tiempos en los que las Fuerzas Armadas se convirtieron en un “departamento woke” por culpa de las políticas de Obama y Biden. El secretario de guerra ha dado en el clavo al decir que: “Nuestros combatientes tienen derecho a ser liderados por los mejores y más capaces líderes. Tenemos un deber sagrado de asegurar que nuestros guerreros sean liderados por los líderes de combate más capaces y calificados. El ejército ha sido forzado por políticos necios e imprudentes a enfocarse en las cosas equivocadas. En muchos sentidos, este discurso trata sobre corregir décadas de decadencia. Durante demasiado tiempo, hemos promovido a demasiados líderes uniformados por las razones equivocadas. Basados en su raza, en cuotas de género, en los llamados primeros históricos. Líderes políticos necios e imprudentes establecieron un rumbo equivocado, y perdimos el camino. Nos convertimos en el departamento woke”.
Con Trump y Hegseth volvemos a ser el Departamento de Guerra que nunca debimos dejar de ser, eliminamos la burocracia innecesaria y fomentamos de nuevo un liderazgo fuerte. Cuando los generales priorizan los programas DEI sobre la preparación para el combate y los méritos, socavan la seguridad nacional y el respeto internacional. Ahora volvemos a quitar de en medio la ideología y recuperamos lo importante, que son las misiones.
El presidente Trump está haciendo grandes y oportunos cambios en todos los aspectos de la Administración y el gobierno, pero quitar las cuotas de diversidad y completar este reinicio cultural, será uno de sus mejores legados. Las Fuerzas Armadas están enfocadas de nuevo a defender la nación y a los estadounidenses, no en plantear políticas woke nefastas ni en gestionar seminarios de identidad de género, de minorías diversas o feminismo fanático. Como han dejado claro Trump y Hegseth en esta cumbre militar, nos preparamos para la guerra no porque queramos guerra, sino porque queremos paz, y esta es la mejor manera de lograrlo. Las únicas personas que merecen la paz son aquellas que están dispuestas a librar una guerra para defenderla. O proteges a tu pueblo y soberanía o servirás a algo o alguien.
Las nuevas directivas anunciadas garantizarán que cada unidad de combate militar volverá al estándar masculino más alto porque este trabajo es de vida o muerte, y quien no lo alcance estará fuera, ya sea hombre o mujer. Con el presidente Trump al mando estamos recuperando un enfoque en la condición física, la capacidad, el carácter y la fuerza porque el propósito de las Fuerzas Armadas estadounidenses no es proteger los sentimientos de nadie, es proteger los Estados Unidos. La nueva doctrina Trump incluye no sólo afrontar las amenazas externas, sino también las internas, y hacerlo antes de que estén fuera de control. Trump ha sido claro: “No seremos políticamente correctos cuando se trata de defender la libertad estadounidense”.