El atentado contra Carrero Blanco complicó la Transición

por Naty Carracedo

Mañana se cumple medio siglo del magnicidio del entonces presidente del Gobierno, Carrero Blanco, que sobrecogió el tardofranquismo y que, según muchos especialistas, no facilitó la futura Transición, sino que la complicó.

Luego se explicarán los argumentos de este aserto. Como prólogo reseñar que matar al jefe del Ejecutivo fue casi un deporte nacional en España desde finales del XIX hasta 1973. Antes de Carrero fueron baleados o dinamitados Prim, Dato, Cánovas y Canalejas. Áspera vida la de los españoles, como diría Claudio Sánchez Albornoz. Vayamos, pues, al meollo.

Uno, Carrero creía en la solución monárquica de Juan Carlos tras el final de Franco, despachaba semanalmente con él y consultó con el entonces Príncipe la formación de su gobierno en 1973. En él figuraba como vicepresidente primero uno de los hombres clave de la posterior Transición y persona totalmente leal al Borbón, Torcuato Fernández Miranda. Tras su muerte, Carlos Arias Navarro, su sucesor, jamás tuvo afinidad alguna con el hoy Emérito y menos con Miranda, al que odiaba.

Dos. El atentado fue cometido por ETA, no por la CIA, el SECED o una facción del propio régimen. Las teorías conspirativas venden libros y nutren llamativos titulares en prensa, pero según eruditos como Pablo Fusi y otros, carecen de cualquier rigor histórico.

Tres. La bomba pudo alterar y de hecho alteró los estertores finales del franquismo y creó intranquilidad en USA, ideóloga y patrocinadora de lo que luego haría Juan Carlos, un tránsito sosegado desde la autocracia hacia otro sistema. La muerte acabó por reforzar a los ultras y al búnker franquista. La ejecución por garrote vil del anarquista Salvador Puig Antich tres meses después fue una de las consecuencias directas del «carrerazo».

Cuatro. Carrero, muy probablemente se hubiera apartado del poder a la muerte de Franco y dejaría vía libre al nuevo monarca, al ser un hombre que no hubiese podido ni entender ni mucho menos ejecutar una Transición inviable con él al timón.

Quinto. El asesinato tuvo otra consecuencia funesta para España. El reforzamiento del prestigio en determinados ámbitos de la banda terrorista. Los etarras fueron saludados aquellos días como héroes por muchos, sin atisbar que su enemigo no era una dictadura casi moribunda, sino la propia nación española, como luego quedó bien patente.

Coda final. Solo hay algo peor que la tergiversación del pasado y es la masturbación histórica. El violento finiquito a Carrero, jaleado con alborozo por muchos entonces, no allanó nada, ni sus asesinos merecen ser recordados con respeto. Todo lo que aconteció después en España no sucedió gracias a la dinamita en la calle Claudio Coello el 20 de diciembre de 1973, sino pese a ella.

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