La vergüenza de justificar la nacionalidad en los delitos. Por Jesús Suárez

por Jesús Suárez

@jsuarez02111977

Es realmente indignante, nauseabundo incluso, que en pleno siglo XXI, cada vez que ocurre un asesinato, una violación, o cualquier delito en España, tengamos que soportar la repugnante necesidad de justificar la nacionalidad de los detenidos. Este fenómeno, que debería habernos avergonzado desde el principio, ha crecido hasta convertirse en una mancha profunda y oscura en el tejido social de nuestro país.

¿Por qué nos hemos visto arrastrados a este abismo de odio y prejuicio? La respuesta no es otra que la constante inyección de odio y desinformación por parte de los sectores más asquerosos de nuestra sociedad, esos que siempre han estado alineados con la derecha más rancia y reaccionaria, una derecha que no duda en recurrir a los bulos y al racismo para mantener su poder y su influencia.

Este discurso de odio, perpetuado y amplificado por ciertos medios de comunicación y políticos sin escrúpulos, está diseñando una realidad paralela en la que lo único que importa es el origen del delincuente, no el crimen en sí. Como si el sufrimiento de las víctimas y la gravedad del delito fueran cuestiones secundarias frente a la urgente necesidad de señalar con el dedo a un «otro» que no es como nosotros.

Lo más preocupante de todo es la dirección en la que nos está llevando este discurso. No hace falta ser historiador para recordar lo que sucede cuando permitimos que el odio y la xenofobia se adueñen del debate público. Ya lo vivimos en su día, y se llamó Guerra Civil. El odio nos dividió, nos enfrentó y nos dejó cicatrices que aún hoy no hemos terminado de cerrar.

Si no actuamos ahora, si no detenemos esta espiral de odio y enfrentamiento, es probable que en un futuro no muy lejano estemos condenados a repetir los mismos errores. Porque la historia nos ha enseñado que el odio siempre encuentra una excusa para encender la llama del conflicto, y hoy, esa excusa es la nacionalidad.

Es hora de que nos miremos al espejo y decidamos qué tipo de sociedad queremos ser. ¿Una sociedad que se deja llevar por el odio, el racismo y la desinformación? ¿O una sociedad que valora la justicia, la igualdad y la dignidad de todas las personas, independientemente de su origen?

El tiempo de las medias tintas ha pasado. Es momento de alzar la voz contra aquellos que buscan dividirnos, contra aquellos que, en lugar de condenar el crimen, prefieren señalar con el dedo al extranjero, como si eso pudiera borrar el dolor de las víctimas. Es momento de decir basta, de cerrar la puerta al odio y de construir un país en el que no tengamos que justificar la nacionalidad de nadie para condenar un delito. Porque el delito es delito, venga de donde venga, y lo único que merece es nuestra repulsa y nuestra justicia.

Comparte éste artículo
Escribe tu comentario