El sur de España es uno de los principales productores de Europa en términos de agricultura. Los cientos de miles de invernaderos que producen todo el año la verdura que llega a las mesas de medio mundo son también, en parte, un quebradero de cabeza cuando las lluvias no llegan e incluso se imponen algunas restricciones de agua.
De ahí que, desde hace siglos, se trate de almacenar agua para conseguir la irrigación de invernaderos y cultivos de campo.
“Son estructuras artificiales que se utilizan para almacenar agua y luego distribuirla de manera controlada en las zonas agrícolas para el riego de cultivos. Estas estructuras son especialmente importantes en el sur, donde las condiciones climáticas suelen ser más áridas y la disponibilidad de agua es limitada. Más allá de la importancia de su origen, es vital conseguir la impermeabilización de las balsas de riego para garantizar que no se desperdicia” explican desde Acesan Impermeabilizaciones, especializados en este tipo de estructuras.
¿Por qué es tan importante conocer si existen o no en una finca o superficie agrícola?
En muchas regiones del sur, las sequías son un problema recurrente. Las balsas de riego permiten almacenar agua durante las estaciones húmedas y utilizarla durante los períodos de sequía, garantizando un suministro constante de agua para el riego de los cultivos. De hecho, de los deshielos de zonas como Sierra Nevada, se reparte en las zonas de cultivo para poder garantizar el suministro, al igual que se hace por la vía de tuberías.
Ese acceso a agua constante facilita la diversificación de cultivos en las zonas dedicadas a tal efecto. Los agricultores pueden cultivar a lo largo del año productos de temporada, lo que no solo aumenta la seguridad alimentaria, sino que también puede generar ingresos adicionales, evitando un único cultivo.
“Esta solución permite una distribución uniforme del agua, lo que mejora la calidad de los cultivos y aumenta su rendimiento. Los agricultores pueden programar el riego de acuerdo con las necesidades, optimizando el uso del recurso hídrico” explican.
La clave, realmente, está en eso, en la optimización de los recursos gracias al almacenaje, lo que hace que la dependencia de precipitaciones acabe siendo menor. Además, es un método que minimiza el desperdicio del agua y reduce la erosión del suelo colindante de las cosechas.
“Pueden ser una herramienta crucial para adaptarse a las variaciones climáticas y garantizar la seguridad alimentaria de las comunidades agrícolas en el sur” concluyen.