Son momentos inolvidables, sensaciones únicas, nos pertenecen a nosotros y a nadie más. Nadie lo entendería si quisieras decirlo, probablemente ni siquiera sabrías cómo decirlo y mucho menos explicarlo.
¡Sí!, te eriza, pequeños picos en la dermis, un salir del vientre, un grito que solo nosotros escuchamos. ¡Sí!, un ser abrazado sin el abrazo, un ser besado sin el beso, un ser acariciado sin la caricia.
Es de este mundo. No de ningún otro mundo. Viene de lo más profundo, sientes el toque, puedes verlo en la mirada. Faltan palabras, el léxico es pobre, limitado como yo. Solo me dejo…
No siempre sabemos por qué, pero no siempre tenemos que saber por qué.
Es una entrega con confianza, el cuerpo y el alma, con el único miedo de hacerlo menos bien. Se siente como si el pecho se desgarrara, entra el mundo, nuestro ser se vuelve del revés. La vida adquiere una dimensión del tamaño del universo y más allá.
Es dejarla fluir, alimenta al Hombre y sacia a la humanidad hambrienta. Casi olvidamos nuestros sentimientos cuando buscamos respuesta a todo. Olvidamos lo que es experimentar la novedad. Todo necesita ser programado, controlado…
¿Dónde encuentro vida? si no me dejo sorprender, si ya no sé qué significa admirar. Hace bien. Purifícame, devuélveme a la tierra, recuérdame lo que soy. Sencillo, como debería ser la vida. ¡Déjate conmover!