La amnistía interminable es la deuda del PSOE con García Castellón. Por Domingo Sanz

por Domingo Sanz

Tengo las yemas de los dedos llenas de minutos tecleando diferentes versiones del rayo cegador que llevó a Pablo Iglesias a albergar expectativas sin fundamento tras las elecciones del 20D de 2015, un fenómeno que se sumó al seguidismo practicado entonces por muchos que ahora no recuerdan haberlo conocido, pero sí votaron a sus órdenes contra la investidura de Sánchez en marzo de 2016 para conseguir que Rajoy siguiera en La Moncloa hasta la repetición electoral y, en esas nuevas urnas, enviar a la abstención casi un millón de los votos que seis meses antes habían conquistado.

Al margen de los «méritos» propios con los que los de Podemos y sus aliados y continuadores, ahora Sumar, hayan contribuido a pasar de los 71 escaños conseguidos en 2016 a los 31 de 2023 (menos 40), no me cabe la menor duda de que el juez García Castellón ha sido decisivo para que, en el mismo periodo de siete años, el PSOE haya pasado de 85 escaños a 121 (más 36).

Lo digo porque considero imposible cuantificar la inmensa potencia desestabilizadora y el brutal desgaste que, para cualquier organización política, pero más si se trata de una joven y «rebelde», pueden ocasionar persecuciones sistemáticas, por muy infructuosas que hayan sido, como las practicadas a ritmos más que sospechosos porque parecen calculados para satisfacer a terceras partes, por jueces como García Castellón, a quienes es imposible pararles los pies…, ni con la ley en la mano del perseguido para poder ejercer ese derecho conocido como el de la defensa propia.  

Y eso que este juez no practica la «lawfare» porque, a fin de cuentas, en España es algo que no existe, que los de «El Mundo» estaban todos bebidos cuando el pasado viernes, 26 de enero, decidieron que la letra más grande para su portada de papel dijera que «El juez inutiliza las enmiendas del PSOE en tan solo 48 horas«. Por supuesto, García Castellón, que para tres días después otro juez llamado Aguirre ya tenía previsto desenterrar el caso «Volhov», con entrevista en la TV de Alemania incluida.

Todo en la misma línea judicial de respetar con exquisito cuidado los ritmos de las muy democráticas actividades parlamentarias, disculpe usted la ironía, que acabo de recordar a jueces aplazando declaraciones de políticos bipartidistas para no interferir en las campañas electorales.

Abriré paréntesis para proponer ahora que «La obsesión del juez consigue en solo 48 horas que Puigdemont descubra la trampa de Sánchez» hubiera sido un titular más acertado que el publicado en el periódico que durante tanto tiempo dirigió Pedro J., el mismo de la piscina ilegal en la costa mallorquina, que no me metería yo con su vida privada ni aunque se llamara Letizia si no fuera porque tuvimos que pagar con los impuestos de todos los costes de perseguir sus ilegalidades…, aunque, ahora que lo pienso, «ella» también vive a cuerpo de reina gracias a la caja común.

Pero, volviendo a lo de hoy, concederles alguna virtud contra «España» a los catalanes que quieren ejercer el derecho a decidir, es una de esas líneas rojas limitantes de la libertad de prensa que, aunque no estén escritas en ningún rincón del Capítulo Segundo del Título I de la Constitución, se dan por asumidas, al igual que para muchos, incluidos jueces como los dos aquí citados hasta el momento, la «amnistía» es también una línea roja, aunque no aparezca mencionada.

Que qué poca inteligencia demostraron aquellos siete padres de la ley de leyes en 1978, tan incapaces como fueron de imaginar lo de Internet que ni lo metieron en el texto, de tal manera que cualquier día de estos saldrá un juez super español prohibiendo la Red de redes tras cabrearse porque le han pillado los números de su tarjeta y le han dejado sin dinero en la cuenta corriente. Se lo tendría merecido, por reaccionar solo cuando el delito le duele en su bolsillo.

Resumiendo, no sé si García Castellón tendrá más o menos ego que Iglesias, pero la diferencia consiste en que quienes tienen que competir con otros para ganarse el futuro necesitan conocer a los demás y, por ejemplo, apreciar que Sánchez podría ser alguien capaz de recuperar el liderazgo en el PSOE tras ser expulsado por los propios. Entonces, Pablo habría comprendido que en marzo de 2016 sus 71 escaños eran de oro ante los solo 90 de Sánchez, con toda una legislatura por delante. Los de Junts, con diez veces menos de poder parlamentario, están consiguiendo diez veces más, o más.

En cambio, el juez perseguidor de rojos verdaderos e independentistas, sin miedo, desde su posición invulnerable, no tiene la menor necesidad de conocer a nadie. Como no es ningún idiota, sabe perfectamente que son impagables los beneficios que sus acciones unilaterales reportan al PP y al PSOE, o viceversa, aunque una tal Ribera y vicepresidenta pueda molestar un día diciendo lo que piensa.

Y lo de qué terminará pasando con la amnistía, ya lo publicarán las noticias.

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