Después de su gran faena en Malpica de Bergantiños, quilómetro cero del recorrido entre faro y faro, por los acantilados de la Costa da Morte, faena que se galardonó con aquel anuncio público del Concello de Malpica, victoreando al concejal de Fiestas y Turismo, por desbrozar los tojos de la etapa primera, para que ningún senderista saliese banderilllado de tierras malpicanas.
Aquella victoria primera animó al jefe de los «traskis» a seguir toreando en la plaza del concello de Ponteceso y desde Niñóns hasta besar el faro Roncudo, ninguna cornada sufrió la cuadrilla al pasar por los acantilados más peligrosos de Europa, donde habita el mejor percebe del mundo, el de Corme. Al encarar la faena en Balarés, de rodillas y a puerta gayola, clavó rodillas en la arena esperando al nuevo Alcalde del PP, sin miedo alguno, y pidió su muleta roja y espada afilada, pues cuenta Balarés con cinco protecciones ambientales de la Xunta y las dunas del Monte Blanco, no podían quedar sin su media verónica.
Con un palito en el suelo hablando de proteger la naturaleza (una mentira contada mil veces, dicen que se convierte en verdad), quien la quiere creer, pero fue en febrero antes de ir a las autonómicas, cuando voluntarios que recolectaban pélets en la Playa da Barra, los que recolectaron basulareza de los senderistas por el «Camiño dos Faros» a través de las dunas, porque no aparecían “boliñas”. Como en O Couto, colocaron los de Costas un cartel de prohibido el paso. Con postura chulesca de matador, decidió el maestro «jefe de los Traskis» saltar la sesión sin foto dunar y con la entrada del sendero, marcó el paso al toro. Frente a la casa natal del autor de la letra del Himno Galego, ya con tres toros muy bien mareados, le dio el estoque final hasta la empuñadura, la espada, cortando dos orejas, Medio Ambiente y Costas. El rabo se lo brindó al Alcalde (PP) (el que, si no cobra, no trabaja por y para los vecinos. Creía que ser Alcalde era un honor para cualquier vecino y no un chollo con paga a fin de mes)esperó en el centro de la Plaza del Relleno la ovación de los fieles de su parroquia de votantes.