La desestructuración de la condición humana. Por Miguel Abreu

por Miguel Abreu

Hoy los desafíos son exigentes y crecientes. La velocidad a la que sucede la deconstrucción es vertiginosa, dando la impresión de ser superior a la de la creación (del bien). Somos testigos de innumerables eventos que son señales de que la humanidad está herida y en sufrimiento. Se trata de la persona, de lo que es en su esencia. Vidas que deambulan, perdidas y sin firmamento.

Seres insaciables que creen saber lo que realmente no saben, de sí mismos. Destrucción rápida que alimenta un proceso creativo tosco. No hay tiempo. El instante lo es todo. No importan las vidas. Todo tiene (o debe) ser hecho y experimentado, a veces más allá de la extenuación. Se va deconstruyendo a la persona, las vidas, los pueblos, las villas y ciudades, la sociedad, la civilización, la humanidad. ¿Y qué queda?

Un mundo globalizado cada vez más individualista. La realidad es fruto de dolor y sufrimiento. Dicen que es inaceptable vivir así. Sin embargo, nos maltratamos, nos mutilamos, guerreámos, se crean atajos, se viven vidas en un mundo de realidad aumentada, donde la inteligencia parece ser cosa de las máquinas… Eso es otra cosa. Es de otros, está lejos. La naturaleza, esa, es lo que queda cuando todo parece estar hecho para matar los sueños. Es utopía, dice la falta de voluntad de hacer el bien.

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