El fútbol es un deporte de emociones intensas, capaz de llevar a sus aficionados desde la euforia hasta la desesperación en cuestión de tres días. Un claro ejemplo de esta volatilidad lo encontramos en los resultados que pueden experimentar los equipos en un corto período de tiempo. El jueves, el RC Deportivo ganó 5-1 al Castellón Un triunfo abultado que dio paso, tres días después, a una derrota humillante, 0-4 ante el Mirandés en el estadio de Riazor, dejando a la afición sumida en la frustración. Se cumple el dicho en fútbol donde los mediocres tienen real asiento. «Hinchas pecho con la victoria y te lo parten en el siguiente partido». Y para reafirmación de lo escrito, también fue eliminado el Depor Abanca de la Copa, que desde el cambio de entrenadora, ahora entrenador, como Pierre Nodoyuna, no gana partido.
Nada que ver con el partido del jueves.
Hoy, un Deportivo desdibujado sucumbió ante un inspirado Mirandés. La vuelta de Lucas al once inicial generó debate, pero su rendimiento no estuvo a la altura de las expectativas, jugó «andando», igual que Yeremay. La actuación estelar de Izeta, único jugador «conocido» del Mirandés, con un hat-trick, y el gol de Joel Roca hundieron al equipo en Riazor, dejando dudas sobre el rumbo del Deportivo.
La euforia desatada de los deportivistas por el triunfo del jueves se ha diluido como el azúcar en el café. El Mirandés nos ha mostrado la cara más cruel del fútbol, la de la fragilidad de la plantilla. Un Deportivo que prometía y que hoy se ha visto superado por un equipo bien dirigido desde el banquillo. Los fichajes realizados en verano por Fernando Soriano, lejos de fortalecer la plantilla, han puesto de manifiesto las carencias de una plantilla débil y su falta de conocimiento del mercado. Lucas, Mella, Yeremay son importantes, como también lo son los otros ocho jugadores que conforman el once.
El presidente-propietario, Juan Carlos Escotet debe tomar decisiones drásticas.
Los deportivistas soñaban con un fin de año ilusionante después de lo sucedido el jueves en el estadio de Riazor, hoy ha recibido un jarro de agua fría. Es hora de asumir responsabilidades y que el presidente Juan Carlos Escotet tome decisiones drásticas, sin «off de record» y ejerza de presidente-propietario. El proyecto deportivo necesita un cambio de rumbo radical, hacer ingeniería deportiva con entradas y salidas si quieren ilusionar a la afición. El resultado es que Imanol ha pagado las consecuencias de la mala gestión, desde los despachos hasta el responsable de fichajes.