Florentino Pérez, el “tirano” del fútbol español

Florentino Pérez no dirige un club de fútbol. Dirige un régimen. Un sistema donde solo su voz importa, donde solo su dedo señala lo que está bien o mal, donde el resto del mundo —árbitros, federaciones, rivales, prensa— tiene que agachar la cabeza o enfrentarse a la maquinaria más sucia y despiadada que ha conocido este deporte.

Desde su trono en el Bernabéu, ha convertido al Real Madrid en un aparato de propaganda. Un club que se permite insultar, presionar y ridiculizar a los árbitros desde su canal de televisión, sin vergüenza, sin disimulo. Semana tras semana, partido tras partido, emiten vídeos manipulados, montajes ridículos, reportajes dignos de una dictadura bananera, todo para alimentar el relato de que ellos, los puros, los invencibles, los eternos vencedores, son víctimas de un complot.

Pero ¡ay de aquel que se atreva a señalar al emperador! Porque los árbitros, esos mismos a los que humillan públicamente, no pueden ni levantar la voz. No pueden defenderse. No pueden replicar. Porque saben que hacerlo sería firmar su sentencia. Porque saben que, en este fútbol controlado con mano de hierro, enfrentarte al Real Madrid significa ser apartado, silenciado o, directamente, destruido.

Ahora, más de 30.000 almas blancas van a viajar a Sevilla, dejándose el dinero y la piel, para apoyar a su equipo en una final. Y mientras ellos preparan su fiesta, su ilusión, su viaje, Florentino juega a sabotearlo todo. Amenaza, exige cambios de árbitros, intenta torcer la competición a su antojo, como si el fútbol fuera un juguete privado, como si el sufrimiento, la pasión y la fe de la gente no significaran nada.

El que una vez presumió de señorío, hoy solo demuestra prepotencia. El que una vez representó grandeza, hoy se arrastra en el barro del autoritarismo. Porque Florentino no quiere competir: quiere controlar. No quiere ganar: quiere aplastar. No quiere fútbol: quiere obediencia. Y lo peor es que no le importa arrasar con todo, incluso con su propia gente, si eso significa seguir sintiéndose todopoderoso.

Que nadie se engañe: el Real Madrid no llora por justicia, llora por control. No clama por imparcialidad, clama por sumisión. Y si hace falta reventar una final y pisotear a 30.000 de los suyos, lo hará. Porque para el tirano del fútbol español, solo importa su voluntad. Todo lo demás —aficionados, árbitros, fútbol— es prescindible.

El fútbol es de la gente. Y ni todo el dinero ni todo el poder de Florentino Pérez podrá cambiar esa verdad. Aunque le moleste. Aunque no lo soporte.

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