Guruceta Muro, desde aquel penalti a favor del Madrid en el Camp Nou un metro fuera del área, en cuartos de la Copa de 1968, fue un árbitro relacionado con el escándalo. En la Universiada de 1979, en un Paraguay-Corea del Sur, expulsó a los once jugadores del cuadro guaraní. Ya fallecido, Constant vanden Stock declaró haberle pagado el equivalente actual a 24 mil euros para que su equipo, el Anderlecht, superara al Nottingham en la semifinal de la Copa UEFA de 1984.
En 1976, otro árbitro, Medina Iglesias, supuestamente implicado en un amaño de partido tras recibir dinero de un directivo del Barcelona, explotó contra Rigo, otro compañero al que se apuntó como cabeza de una trama de colegiados que se ofrecían para amañar partidos, como declaró en la revista Don Balón. La RFEF lo inhabilitó, como a otros que quedaron marcados como López Samper, Olasagasti, Pascual Tejerina y Pérez Quinta.
No voy a hacer un recuento de escándalos arbitrales por amaños, o presuntos amaños, en la historia del fútbol español. Son unos cuantos desde los comienzos hasta el reciente y vigente caso de Enríquez Negreira.
En Galicia, el recién fundado Colegio Gallego de Árbitros, nació torcido con su primer presidente, el “honorable” Manuel de Castro. Apodado Handicap, fue descubierto por un directivo del Deportivo, quien reveló unas cartas en las que pretendía amañar el Campeonato gallego de 1924/25 para que la final la jugasen el Celta y el conjunto herculino. Charry no se fio y bien hizo, porque su equipo acabaría siendo la última víctima de una trama que solo tenía un beneficiario: el Celta.
El Racing, desde su fundación, ha sido víctima habitual de federaciones y de árbitros. Una de las primeras fue esa citada en la que el lobista Hándicap decía a Charry, en relación al enfrentamiento del Deportivo con el Racing: “Si tuvieseis la desgracia de perder, QUE TE PROMETO NO OCURRIRÁ (¿ME ENTIENDES?)”.
Ningún racinguista de aquella época queda para recordarlo, pero sí se acordarán de aquellos partidos contra el Leganés en los años ochenta y noventa, cuando un manchego, como el del domingo en Lugo, nos mandó a Tercera en la última jornada de la 1989/90. Sucedió en el Luis Rodríguez de Miguel y Núñez Montarroso, trencilla del choque, dejó al entonces club departamental con ocho en el minuto 41 por las rojas directas a Javi (17’), Toño Rivas (41’) y Buyo (41’). El de La Mancha debía querer tan mal al Racing que también expulsó al utillero, Luis Lozano, en un primer tiempo en los que no ocultó su ánimo preguntando a los jugadores verdes: “¿Pensabais que ibais a salvaros aquí?”, según comentaron las víctimas.
Cuando el Manuel Rivera se preparaba para acoger sus últimos partidos, uno de ellos le fue hurtado por obra y gracia de un tal Sánchez Marcos, castellano o leonés. Permitió todo tipo de marrullerías al cuadro pepinero y de desplantes a su técnico, Luis Ángel Duque. Expulsó a Mauri y Dorado, de cada equipo, pero también a Fernando Vázquez y a Lasa, técnico y meta suplente verdes, ambos en el banco. Su testimonio, que se encendió más en la boca del periodista José María García y de su protegido Duque, ayudaron a que Competición clausurase el Inferniño por un partido.
La primera vez que el Racing acabó con nueve en este siglo fue gracias al excesivo rigor del halcón Fernández Borbalán. En la décima jornada de la campaña 2002/03 mandaron al andaluz a A Malata para “hacer justicia” en el Racing-Numancia. No le sentó bien que Pezarossi marcase en el minuto 48 porque de ahí al final fue una persecución a todo lo que se moviera con color verde. Primero la tomó con Pablo, a quien anuló en tres minutos, del 54 al 56, con dos amarillas. Por si los de Manu Sarabia no lo aprovechaban, le mostró la roja a Vosahlo en el 68. El Racing aguantó los 22 minutos más la prolongación con la puerta a cero y el escándalo no pasó a más.
Dos de las acciones arbitrales más lamentables de los últimos tiempos datan de las dos últimas temporadas en Segunda. A nadie se le olvidará la actuación del asturiano González Díaz en Leganés. Que con medios técnicos pitase penalti en aquella acción entre Raba y David Castro le quita al árbitro la presunción de inocencia.
Lo mismo que al manchego (sí, otro manchego), de extraños apellidos, Arcediano Monescillo, por el despeje con la mano de un defensa burgalés en el área. El árbitro también ayudó a robar la poca esperanza que le quedaba al Racing en aquel partido a vida o muerte contra el cuadro de la capital castellana.
Temporada nueva y la vida sigue igual. Un equipo dominador, con tres triunfos en tres partidos, aspirante al ascenso, fue privado de puntos en el Ángel Carro por uno de los de la tropa de Soto Balirac, el amigo de Louzán que llegó a la cúpula como protegido de Fernando Iglesias, expulsado en su día de la presidencia de los colegiados gallegos por ellos mismos.
Yo no creo en el azar ni en que lo que unas veces te quitan, en otras te lo dan. La simetría de la injusticia no existe, aunque alguien hubiese popularizado la frase. Tampoco creo en la presunción de inocencia para un juez que tarda cinco minutos en analizar jugadas ayudado por medios técnicos.
La expulsión de Jairo es la historia de la víctima maltratada por el juez, que deja sin castigo al agresor. Jairo no tiene ni distancia para golpear en su carrera a Samanes, que va colgado a su espalda impidiendo un presunto ataque prometedor. Roberto Gonzalo Sánchez dañó sin pudor al Racing dejando a los verdes con nueve.
Dejó sin expulsar a Gayà, que luego anotó el 2-1, por una agresión a un defensa racinguista. Lo peor es que la vio en el monitor y convirtió la patadita provocadora y gratuita en cartulina amarilla cuando por esencia debiera ser roja.
Debió anular el 1-1 porque Reniero desequilibró con un empujón en la espalda a su defensor. Hay contacto y, aunque pueda no parecer un empujón fuerte, cualquiera sabe que un desequilibrio leve, cuando uno se prepara para un salto, te manda al suelo.
No sé con qué intención fue Roberto Gonzalo Sánchez a Lugo. El resultado, en una lucha que a priori se presume muy dura por el primer puesto con el Tenerife, ha sido que un mal árbitro, por ser benevolente, ha impedido que el Racing siguiese contando sus partidos por victorias como los insulares. Yo espero no volver a verlo en un partido del Racing, me da miedo y una segunda colección de equivocaciones en contra del conjunto de la ciudad naval me llevaría a pensar que no es malo, sino malintencionado.
No sé si a las cuatro estaba padeciendo una digestión pesada. A lo mejor no había comido y se le ocurrió hacer migas con el Racing.
Balirac, que no vuelva, por favor y ponlo con las migas, las manchegas, una temporada en la nevera. Cocinó tan mal que ya debería ser candidato a Segunda Federación desde el domingo.
Roberto Gonzalo Sánchez convierte al Racing C. Ferrol en migas
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