Celebración del San Carlos en Póvoa de Varzim y Oporto, Portugal

por Carlos Brea

Carlos Brea

San Carlos Borromeo es una onomástica, en honor del que fue patrón de la banca vaticana, que se celebra en todo el mundo cada 4 de Noviembre. El patronímico germano de «Carlos» significa ‘hombre libre’ etimológicamente.
Del latín medieval Carolus, y este del alto alemán medio Karl, del protogermánico *karlaz («hombre libre»), quizás con influencia del diminutivo de carus («querido»). “Hombre libre”, “el que es fuerte y valeroso”, “hombre experto”. Etc.
Dejamos atrás un tren de tormentas que inundaron las plazas de Tabacos, la Marina, aparcamientos de Riazor y Orzán, rompiendo árboles y desplazando la arena de las playas.
Durante el agradable viaje por la autopista vimos auténticas cantidades de árboles abatidos por el viento contra otros árboles, y en el suelo, otros arrancados, y otros rotos por su tronco.
Entramos en Portugal, con nubes, claros y viento con chaparrones aislados, pero sin frío. Aquí también el mar ruge. Lógicamente tenemos que retrasar una hora en nuestro reloj. Entrar en Portugal te produce esa sensación del viajero que atraviesa grandes ríos y montes medievales, en este caso el gran río Miño que hace frontera con nuestro país vecino, encontrándote de frente con la gran fortaleza que es la estructura militar pétrea de Valença do Miño, «la fortaleza» famosa de las tiendas, restaurantes, compras y buena comida.

Nos detuvimos, al llegar, en la amplia playa frente justo al Gran Casino de Póvoa de Varzim, internacionalmente famoso, con su Gran Hotel de Póvoa, a su lado y varias esculturas de escritores prolíficos portugueses como Fernando Pessoa y Ecsa de Quinteiro.
En la oficina de turismo situada justamente allí recabé información turística.
Póvoa de Varzim significa «población de vecindario». Como ciudad prehistórica tiene restos arqueológicos desde el año 2000 antes de Jesucristo en su conservado Castro de la cima de esta ensenada de playas infinitas, a donde subían unos pescadores prehistóricos para resguardarse de los asaltos piratas que provenían por el mar.
Callejeamos por esas bonitas avenidas y calles antiguas de la ciudad, en donde hay multitud de pastelerías, que tienen vinos de Oporto y esos maravillosos combinados dulces que tanto apetecen al visitante.
Como es una ciudad eminentemente turística y veraniega, sus casas están orientadas hacia las grandes playas, frente a los arenales y los cañaverales.
Hay buenos restaurantes, marisquerías, tabernas, chiringuitos de playa sobre la arena y casas típicas, con comercios que se dedican al tema veraniego playero.
Veo en los soportales del centro de la ciudad, como debe de pasar en toda Europa desgraciadamente, a muchos indigentes que campan a sus anchas con sus sucios colchones, cartones y botellas, sin que la Autoridad haga nada por sacarlos de allí, precisamente de los lugares más céntricos y turísticos, dando una imagen pésima de lo que es una bella ciudad que vive de sus visitantes.
Me queda la imagen de lo recoletas y silenciosas que son las callejuelas de comercios que ya no tienen nada del ruido ni del fragor de la zona del paseo marítimo, a unos pocos metros de distancia, donde ruge el mar con una fuerza inusual pero propia de este tiempo. Los sesenta y cinco mil habitantes de esta localidad costera disfrutan en el verano de la visita de miles de portugueses y españoles que adoran sus playas de arena blanca.
Recomendable visita -que es un paseo desde La Coruña- a esta ciudad costera con casino, portuguesa, muy recomendable por su tranquilidad y belleza.
En las afueras de la ciudad hay gran cantidad de naves industriales que se dedican a la confección de ropa de tipo vaquero, imitaciones de grandes marcas, y en general ajuares de camas y hogar, batas, sábanas y toallas, fábricas de botones, etc. Agradable paseo ventoso, tranquilo, aparte de que los habitantes de aquí, que se llaman «poveiros» o sea «pobladores» son sumamente amables y hospitalarios en todos los sentidos.
Salimos rumbo a la Quinta do Palacio RAULIANA donde nos espera una fiesta con comida y cena que abarcará desde las 13:30 hasta las 022:30, o sea, ¡NUEVE HORAS!, comiendo, bailando, merendando, oyendo música, cenando, asistiendo a un sorteo y volviendo a la música continuadamente. En definitiva, conviviendo, disfrutando, capeando los temporales de la mejor forma posible.

Y COMO DIJO EL GRAN BENJAMIN FRANKLIN «AL MAL TIEMPO, BUENA CARA», díjolo un gran sabio.

Parte I de la crónica gastrono-viajera por Carlos R. Brea.

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