¿Hacia un mundo distópico? Por Germán Gorraiz

por Germán Gorraiz López

Analista

Una crisis es una coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada, pero inestable, sujeta a evolución. La palabra crisis procedería del verbo griego krínein, que significaba originariamente «decidir, separar, juzgar» y posteriormente derivó en «seleccionar o elegir» y siempre lleva implícita un caos de la mudanza.

Una crisis implica siempre una ruptura del transcurso lineal de los acontecimientos que deviene en una serie de alternativas entre las cuales se debe elegir. Para salir de dicho laberinto, es preciso utilizar la capacidad de diferenciar y de pensar de manera crítica siguiendo la senda marcada por il Poverello d’ Assisi: «Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible».

El siglo de las crisis 

El siglo XXI pasará a la Historia bajo el epígrafe de » siglo de las crisis», al concatenarse la crisis económica del 2008, la crisis sanitaria del COVID y la crisis geopolítica con el retorno a la Guerra Fría y la irrupción del Nuevo Orden Multipolar o G-3 en la cogobernanza mundial. Asimismo, asistiremos a la intensificación de la crisis climática que conllevará inusuales olas de calor, sequías e inundaciones y de la crisis energética con subidas estratosféricas de los precios del gas, electricidad e hidrocarburos.

Finalmente, se agudizará la crisis de las democracias formales incapaces de revertir las supuestas bondades de los regímenes autocráticos y tras el derrumbe del castillo de naipes de la globalización, se incrementará la fractura social en las sociedades pudiendo completarse la rueda cíclica con la irrupción de una nueva crisis alimentaria mundial.

Cambio climático y crisis alimentaria

El fenómeno climático conocido como el Niño estaría relacionado con el incremento delgado calentamiento de las aguas del Pacífico oriental ecuatorial y podría significar problemas para partes de África, América Central y el Extremo Oriente asiático, según la FAO.

Así, la anterior aparición de El Niño entre el 2015 y el 2017 tuvo efectos devastadores en la seguridad alimentaria, medios de vida, nutrición y salud de cerca de 100 millones de personas en 23 países de todo el mundo. Dicho episodio se caracterizó por brutales sequías en Centroamérica, Colombia, Venezuela ,California Vietnam, Etiopía, Timor Oriental y África Austral; inusuales inundaciones en Somalia, Tanzania, Estados sureños de EE. UU., Ecuador, Perú, Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay así como devastadores incendios en California, Australia, Nueva Zelanda, Chile, Venezuela e Indonesia, catástrofes que podrían repetirse en el próximo Trienio y que podrían generar una gran crisis alimentaria en dichas zonas geográficas.

Así, la brutal reducción de superficie dedicada al cultivo agrícola en los países en vías de desarrollo, habría provocado un preocupante déficit de oferta de cereales, estimado en mil millones de toneladas anuales, y cuyo reflejo sería el incremento del precio de los cereales del 56% en el 2022, según la FAO. Igualmente, la excesiva dependencia de las importaciones de cereales en los países en desarrollo, que para el 2030 podrían alcanzar los 265 millones de toneladas de cereales, (14,% de su consumo), con el lastre añadido de una progresiva depreciación de sus monedas respecto al dólar.

Sí a ello le añadimos la aplicación de restricciones a la exportación de commodities agrícolas de países como India para asegurar su autoabastecimiento y la intervención de los brókeres especulativos en el mercado de futuros de las commodities agrícolas, el resultado sería un gradual desabastecimiento en los mercados mundiales y una espiral de aumentos de precios en las materias primas imposibles de asumir por las economías del Primer Mundo que escenificará el finiquito de los Objetivos del Tercer Milenio de reducir el hambre en el mundo.

¿Hacia un mundo distópico?

La paradoja o aporía sería «una idea, hecho o proposición que contradice la lógica o infringe el sentido común» y la más conocida sería la paradoja de Zenón de Elea, conocida como «Aquiles y la tortuga».

Si extrapolamos la aporía de Zenón a las relaciones geopolíticas, el Norte opulento sería Aquiles y el Sur Global la tortuga, y aunque Aquiles vaya más rápido y sobrepase en la carrera a la tortuga, nunca podrán coincidir en el punto de partida de la tortuga, con lo que en realidad, el mundo no se movería.

De ello se deduce la imposibilidad de alcanzar acuerdos entre ambas partes, pues nunca coincidirán en el punto de partida de cualquier negociación, ya que el movimiento es imposible. Sin embargo, es evidente que esta paradoja, bajo una apariencia de razonamiento correcto, esconde algún fallo descubierto gracias a la Teoría de los Límites, que indica que «la suposición de que infinitos trayectos deben sumar una distancia infinita y necesitan un tiempo infinito no es correcta».

Trasladado al escenario mundial, podemos deducir que si ambas zonas geoeconómicas aplicaran la teoría del consenso, se rompería la maldición de Aquiles, pues, al ser posible el movimiento, irremediablemente llegarían a un punto de encuentro para alcanzar los acuerdos que demanda la sociedad mundial para paliar el grave cambio climático y las crisis alimentarias subsiguientes así como para encauzar los inevitables movimientos migratorios que se avecinan en las próximas décadas.

Sin embargo, dada la falta de empatía entre el Norte y el Sur global, no es descartable que el mundo se encamine hacia una distopía de naturaleza real en el horizonte del 2040 que será una coctelera de crisis en permanente agitación que terminará desencadenando un cóctel destructivo para la Humanidad.

Foto. Greenpeace

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