@inigolanda
“Vengo detectando un aumento en el malestar que expresan muchas y muchos de esos socios, bien sea en redes sociales, en grupos de WhatsApp, en programas de radio y televisión, en prensa escrita y digital, y, a lo que más importancia le doy, en la calle”
No soy yo persona de esas que se dan a decir una cosa en un sitio y la contraria en otro. Tampoco soy dado a ocultar mi identidad, lo que pienso o lo que percibo. Hay algunos que me dicen que coinciden conmigo en el fondo de lo que expreso, pero que, a veces, me paso en las formas. A otras gentes les parece bien tanto el fondo como las formas. El caso es que, al disponer de cierto nivel cultural, puedo poner la rueda de redactar a nivel 9 o a nivel 1. Si la pongo en el 9, me entenderían cuatro personas contadas, pero poniéndola en el 1, me entiende todo el mundo. Y de eso se trata.
Y es que, realmente, si de por sí ya es difícil ponerse de acuerdo en una reunión de una comunidad de vecinos o de un txoko, estamos como para poner de acuerdo a una colectividad de casi 44.000 personas (43.699 socias y socios, a 30 de junio 2023, tenía el Athletic Club). Algo, sencillamente, imposible. Con todo, vengo detectando un aumento en el malestar que expresan muchas y muchos de esos socios, bien sea en redes sociales, en grupos de WhatsApp, en programas de radio y televisión, en prensa escrita y digital, y, a lo que más importancia le doy, en la calle. Es lo que tiene pisar mucha acera, relacionarse, conversar y, sobre todo, escuchar.
De entrada, no tengo inconveniente en reconocer que avalé, apoyé (apoyo) y voté a la actual junta directiva del Athletic Club y reconozco su esfuerzo y trabajo, pero, de igual forma, me parece positivo ejercer una crítica constructiva cuando la situación lo requiere (como es el caso). Soy un socio (también compromisario) agraciado con una entrada para presenciar la final de Copa tras inscribirme en un sorteo con 18 participaciones, es decir, que he acudido a todos los partidos del primer equipo masculino en San Mamés. También a los del primer equipo femenino, pero, al parecer, eso de la tan cacareada igualdad no llega hasta ahí, por lo que esos encuentros no computan.
Dicho lo cual (y ya he puesto la rueda en nivel 1) pasemos a analizar eso que he llamado “formas” de maltratar a socios y aficionados. Igual el texto es un poco largo, pero, aseguro que es menos extenso y farragoso que el de la explicación del proceso de sorteo de entradas para la Final de Copa.
La Cartuja
De saque, la elección de semejante antro para realizar una final de Copa con público no es responsabilidad directa del Athletic Club sino de la Real Federación Española de Fútbol, una entidad que -aún- no acabo a comprender cómo no se encuentra directamente intervenida por el Gobierno español (por medio de su Consejo Superior de Deportes) ya que, por lo que sabemos acerca de su funcionamiento interno, viene a resultar lo más parecido a una especie de mafia. Repleta de casos de corrupción, observamos cómo lo de los cobros de comisiones (mordidas), chanchullos, negocietes marrulleros, y pago de “favores” con un indisimulado ánimo de lucro, ha terminado por convertirse en algo sistémico. En algo habitual, casi diario… En un auténtico tinglado o chiringuito enfocado al enriquecimiento personal de un buen puñado de sinvergüenzas (algunos de ellos imputados, ahora investigados, y en libertad con cargos).
En realidad, no hace falta más que seguir un poco la actualidad deportiva (y la de crónica de tribunales) para poder afirmar que las dependencias de Las Rozas huelen a mierda desde bien lejos. No en vano, ha quedado acreditado que, por orden judicial, la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha vuelto a realizar la enésima operación por delitos de corrupción y blanqueo de capitales, que incluye registros en la RFEF en Madrid, en la casa en Granada del que fuera su presidente, Luis Rubiales, y también en el propio futbolín de La Cartuja, por supuestas irregularidades en contratos. Las diligencias se han enmarcado en una investigación por presuntos hechos delictivos asociados a la corrupción en los negocios, la administración desleal y el blanqueo de capitales. En concreto, afecta a supuestas irregularidades en contratos de la RFEF desde 2018 hasta 2023, es decir, como quién dice, hasta anteayer. Y lo que queda por salir.
Ha sido una etapa con el prepotente ‘Un piquito’ al frente del negocio, que incluye la celebración de la Supercopa de España de fútbol en la dictadura de Arabia Saudí y otros aspectos relacionados directamente con La Cartuja. Las detenciones practicadas se han centrado en el entorno más cercano de colaboradores de Rubiales y se han realizado registros en 11 domicilios, practicándose varias detenciones dentro de unas diligencias con siete arrestos que también alcanzan a otras cinco personas en calidad de investigados. Por descontado que el anterior subvencionador del señor Mardones (aún presidente de la Federación de Fútbol de Bizkaia) va a ser detenido en cuanto ponga un pie en Barajas (si lo hace, que eso aún tienen que verlo mis preciosos ojos azul-verdosos) procedente de la República Dominicana, dónde se encuentra haciendo “negocios”. Y digo si lo hace porque ya le han anunciado que, de entrada, la Fiscalía le solicita una pena de prisión de dos años y medio por abusos y coacciones. Por ello, en absoluto puede descartarse que se marque un Roldán.
Llamar “estadio” a ese antro de La Cartuja puede llegar a ser hasta una hipérbole de las de manual… De ésas para enmarcar. Lo correcto sería llamar a ese monumento a la aluminosis por su nombre: una auténtica mierda de instalación ubicada en medio de la nada, cerca de una auténtica colección de edificios ruinosos, abandonados, donde se observa, a la vez del despropósito del típico pelotazo ‘marca España’ denominado Expo’92. Es un auténtico depósito de chatarra sin ningún tipo de infraestructuras. Ni de cobertura para los dispositivos móviles. Los que hemos estado por allí, sabemos que las únicas paradas (sin marquesina) de transporte público son las del bus turístico. Hay que tenerlos bien cuadrados para pasear por allí a los turistas.
No es ni medio normal fijar una final del campeonato de Copa con público en semejante instalación y es incomprensible que disponga de una mínima homologación. De hecho, tanto la FIFA como la UEFA ya han pedido explicaciones a Madrid, tanto del contrato de La Cartuja como sede de las finales de Copa, como el de la Supercopa en Arabia Saudí. Esperaremos a ver a qué nivel evacúa la cloaca hasta desbordar, pero, por el momento, puedo imaginar cómo hemos llegado hasta aquí: de la misma manera de cómo se obtienen esos “favores” en los que, casi siempre, entran por medio los tres palabros mágicos en ‘marca España’ (bolsas de basura o deporte rebosantes de billetes, farlopa y volquetes de putas).
Es duro y es muy triste, pero es la cruda realidad. Por cierto, esta desagradable terminología no es propia, sino que aparece literalmente redactada en demasiadas sentencias por casos análogos. Además, siempre (y siempre es siempre), vemos que las personas que acaban inmersas en este tipo de comportamientos delictivos vienen a constituir un auténtico biotipo. Un mismo patrón: quien no es hermano de un vicepresidente del Gobierno o pareja de una presidenta de comunidad autónoma es un personaje de los que anda por los despachos de las Instituciones como Pedro por su casa, o el típico concejal con sospechosas influencias o, simplemente, puede ser un antiguo portero de lupanar. Zafios, horteras, intelectual y culturalmente limitados, y con una afición desmedida por el lujo y el dinero rápido.
Pero vamos al grano, ¡que me disperso! El hecho objetivo es que nos mandan a 865 kilómetros (otra forma de maltrato) a presenciar una final de Copa que se disputará en un recinto cutre y malparcheado. Para ello, a muchos de quienes entremos, nos anuncian cientos de localidades de visibilidad reducida. Es algo incomprensible pero así, y sin anestesia, nos cobran mortadela a precio de jabugo cinco jotas y de regalo nos incluyen otro maltrato: la tortura en forma de actuación de un par de frikis de ideología ultra, es decir, aguantar los anticuados berridos de Alaska y las desfasadas y más variopintas gilipolleces de Mario Vaquerizo. Y nos la tendremos que comer con patatas por aquello de ir con antelación, por aquello de si se cae la aplicación de marras por falta de cobertura. Lo que ya no sé es si la pitada a este par de artistas será igual o mayor que la dirigida al ahijado de Franco. A saber si la actuación de ese par de dos igual tiene por objeto que nos hayamos quedado sin saliva para cuando acceda su preparada majestad.
Sobre esto de la cobertura, perfectamente nos podemos encontrar con cualquier cosa debido a que, básicamente, podría haber tres causas que pudieran hacer que el sistema cayese: un ataque deliberado a la aplicación, una caída de la propia aplicación que parece que es la primera vez que se utiliza en aquella ubicación, y un problema de saturación de redes. No sé yo si Sevilla estará dotada de un sistema que permita a 50.000 locos acceder al mismo tiempo a la aplicación (porque todo dios lo va a hacer al mismo tiempo) y, al mismo tiempo, otros 15.000 intentando ‘ayudar’ y otros 25.000 mandando fotos y vídeos por WhatsApp. Y a todo eso deberíamos añadir a los sevillanos en su actividad normal de un sábado. Crucemos los dedos.
Para todo ello, nos obligan a obtener una entrada por medio de una plataforma digital (en la que igual, también, han funcionado las comisiones) por la que nos han sableado entre 4 y 5 euros en concepto de “gastos de gestión”. Traducido: Una práctica abusiva ejercida desde el monopolio que, por otro lado, se ha saltado a la torera la obligación de emitir entradas en formato papel. Y, sí, están obligados a emitir entradas en papel y la opción de la aplicación siempre ha de ser opcional o complementaria, pero siempre, voluntaria. Me explico, si yo voy al cine, hago cola para obtener la entrada en papel. Y si no me apetece hacer cola, optativamente, puedo adquirir la entrada en un cajero o en una aplicación, pero siempre -siempre- voluntariamente y jamás de forma obligatoria o impuesta como único método de pago. Con el asunto de las entradas para la final no se da el caso: O pagas la abusiva comisión o no entras al antro. Punto. Y si en vez de 4 ó 5 euros, tienen que pagar más comisiones a terceros y marcan los “gastos de gestión” en 10 ó 15 euros, estaríamos en las mismas: Pagas o no entras. Está tan claro como opaco.
Y ante tal situación de abuso y de indefensión, el club no tutela a las socias y a los socios. Perfectamente, bien como club o de Oficio por parte de la Defensoría se Socios, podrían haber presentado una reclamación ante la Autoridad de Consumo. Pues nada, a tragar o a buscarse la vida. Sin ir más lejos, yo, como todos, he tragado, pero al tiempo, me he buscado la vida, recurriendo tamaño abuso ante Kontsumobide (Consumo del Gobierno vasco). Y he pedido que, en caso de resolución favorable, sea aplicada de oficio a la totalidad de afectados. Y eso que yo no represento más que a mí mismo y a otras nueve socias y socios que me avalaron como compromisario.
Y, porque no sé por qué me da que el Club no va a hacer nada (al menos, nada ha dicho al respecto), os invito a hacerlo a todas y todos los afectados en Kontsumobide (bien presencialmente, o por su web). La reclamación también podéis presentarla en las Oficinas Municipales de Consumo de vuestros respectivos Ayuntamientos.
Como decía al principio, nada de este despropósito de las entradas es culpa del Athletic Club (ni tampoco del RCD Mallorca) si bien es cierto que podrían haber presentado una queja conjunta ante la mafia federativa española. Con todo, me consta que desde nuestro club hacen todo lo posible por intentar facilitarnos las cosas pese a que ya nos hayan cambiado tres veces nuestra Fan Zone. Ahí sí que se han quejado públicamente, pero eso sirve de poco o nada… Sólo para que no salga un mejor postor ofreciendo a la organización una cuarta ubicación. De la misma, dentro de seis meses, nos enteramos de que el nuevo solar, con su plantación de enormes margaritas, es propiedad del típico ‘pocero’ que se ha quedado con algo de ‘pastuki’ entre las uñas después del ‘trapi’. ¿Le extrañaría a alguien? Pues eso.
De lo que no cabe duda es de que, tanto la Junta Directiva como el resto de las socias y socios del Athletic Club nos encontramos bajo la bota de la dictadura de la RFEF. Así, si algo debiera proponer es por qué no nos ponemos de acuerdo los clubes finalistas y nos negamos a disputar una final de Copa dónde los comisionados federativos y otros pululantes por la Junta de Andalucía así lo imponen, sencillamente, porque ellos lo valen y porque algo pecuniario les va en ello. Sí, es cierto. Echo en falta un buen puñetazo en la mesa de una vez.
Entonces, ¿qué ocurriría? ¿Triunfaría el sentido común o seguiría triunfando el dinero? Si la Junta de Andalucía pone dinero por mandarnos a un estercolero, claudicamos. También cuando la dictadura de Arabia Saudí pone dinero para ir allá a jugar la Supercopa sin aficionados. ¿Y qué pasaría si, de igual manera, el país de la total ausencia de respeto a los derechos humanos pone un auténtico pastizal para jugar en su desierto una final de Copa? ¿A tragar? ¿O nos negamos para subrayar que, también en eso, somos “uniques in the World”? ¿O en eso, y porque media el manchado dinero saudí, no toca ser “uniques”?
El sentido común indica que lo normal, lo lógico, sería disputar esta y otras finales de Copa en, por ejemplo, Madrid. Por cercanía geográfica (equidistancia), por economía doméstica, porque no habría sorteos, por disponer de una mayor oferta hotelera y de transporte. Y por eso deberíamos luchar donde corresponda. Pero no: terminaremos en una final de Copa en Riad porque el teocrático jeque de turno, entre descuartizar a un par de periodistas y ahorcar a cinco disidentes, decida soltar una millonada para que les sigamos blanqueando mediante el deporte (sportswhashing). Y por ahí van los tiros. Corremos ese riesgo que, en su día, nos lo venderán en papel Albal los Rubi y Gery de turno. Al tiempo… Escrito queda.
Pese a que se juegue con las ilusiones, las voluntades y la economía doméstica de la mejor afición del mundo, acabaremos pagando lo que la investigada mafia federativa nos quiera cobrar por soportar su maltrato. Y todo en el medio de la más absoluta nada, en un gran desguace rodeados de mierda y de chatarra, pagando sablazos en un ‘foodtruck’, y, tras presenciar como un heredero de Franco nos da la Copa, peregrinando 4 kilómetros y medio de vuelta a la civilización donde, de nuevo, terminaremos apoquinando más sablazos. Ah, y quien vaya en coche, deberá pagar 6 euros de parking al que, cómo no podría de ser de otra manera, también tendrá que sumar euro y medio en concepto de “gastos de gestión”. Tal cual. Al final, no sé si somos idiotas. Me temo que sí y, por supuesto, yo el primero.
San Mamés
Decía que, de forma ajena al club se ha decidido jugar con las ilusiones, las voluntades y la economía doméstica de la mejor afición del mundo, pero, de forma propia, también se llevan a cabo acciones por la simple monetización de todo lo posiblemente monetizable que no acaban de encajar con agrado entre la masa social del Athletic Club. Y que se vendan muchas entradas es un simple dato de tesorería, nunca de aceptación social. Y cuando este par de factores no coinciden, jamás se puede vender como un “caso de éxito”.
Así, a las socias y socios que no han sido agraciados con una entrada para la final, se les ofrece la posibilidad de visionar el partido en las pantallas gigantes instaladas a tal fin en San Mamés, pero, eso sí, tras pagar 5 euros (10 euros los no socios). Pero no acaba ahí la cosa. Si no es suficiente cutrez cobrar 5 euros a las y los socios y los Gazte Abono, ya puestos, toca apoquinar un eurito más en concepto de “gastos de gestión”.
¿No se puede activar el carnet? ¿Por qué? ¿No pueden acceder las socias y los socios a entradas por medio de la web (como en los partidos del primer equipo femenino)? ¿Qué es exactamente eso de los “gastos de gestión”? Pese a la modificación estatutaria, todavía está injustificadamente vigente eso de que siga haciendo falta la presentación o exhibición de documentación española para avalar a un compromisario o para acceder a una asamblea. No sé por qué ya me está dando en mi fino olfato que, cuando se implemente el nuevo carnet digital, también podamos ser repercutidos con los famosos “gastos de gestión/emisión”. De nuevo, al tiempo…
Procede, pues, ejercer la crítica constructiva: Esta medida de cobrar 6 euros a las socias y los socios y abonados puede ser de todo menos empática y solidaria. Y cuando digo que puede ser de todo, hasta se puede decir que es una medida cutre. El chocolate del loro. Espero que, también en esto, tras darle una vuelta, la junta directiva recule de forma inmediata y abone esa cantidad a las socias y los socios que hayan adquirido la entrada, así como eximir de su pago a quienes aún no lo hayan hecho. Si quieren, que cobren un poco más al público general, pero me parece del todo razonable invitar a quienes no han sido agraciados en el sorteo para la final que (y en muchos casos, no sin esfuerzo) hacen puntualmente frente a su cuota anual. Ya vale de exprimir siempre la misma teta de la misma vaca que pasta en el mismo pasto.