¿Aflamencado, atorrijado o apabullado?, en la Fiesta andaluza de la Real Sociedad Deportiva Hípica de La Coruña. Por Carlos Brea

por Carlos Brea

Escritor y Cronista gastronómico

La tarde estaba cálida, un bochorno de 28°C y una humedad del 85%, con una boina sobre la ciudad de calima sahariana, que auguraba gotas de lluvia de barro que cayeron mientras nosotros escuchábamos los acordes del flamenco, que bailaron con posterioridad a la cena buffet en el amplio salón de la Real Sociedad Deportiva hípica de La Coruña, a donde asistimos cinco agraciados por el evento, que resultó un éxito (escaso éxito de público) pero acertada cena basada en un buffet con especialidades andaluzas.
Antes que nada tengo que reconocer que el asunto del flamenco a mí no me gusta mucho y en concreto el cante jondo nada, pero salvaron la noche nuestros compañeros comensales que compartieron mesa y mantel con nosotros pese al problema idiomático, ya que son ingleses de pura cepa cerrados como una bombilla para el gallego y algo iluminados por el español básico.
Un básico refrigerio cervecero en la terraza dio paso al amplio salón en el piso superior de la hípica en donde estaban estupendamente instaladas las mesas reservadas y a ambos lados de todas ellas un buffet bien distribuido y dividido en tres claras partes bufé frío bufé caliente y bufé de postre.

No es necesario explicar, querido lector que sigues mis crónicas gastronómicas, nada acerca del condumio porque lo puedes observar en las fotos, si bien te tengo que aclarar, por si no lo distingues bien, que las bandejas calientes estaban a rebosar de chipirones con arroz en su tinta, pescaditos fritos, alas de pollo, patatas bravas al estilo andaluz… Éxito total de las Tortitas de camarones, del cazón «al bien sabe» y carne «de la suegra» (supongo que no sería de ninguna suegra de directivo de la hípica porque no estaba nada correosa sino carne tierna), que deleitaron a todos los asistentes, sobre todo la tortilla de camarones, de la que mi mesa dio buena cuenta. Todo ello en la caseta de bocados calientes, a servirse a go-gó.
En la caseta de bocados fríos también había exquisiteces andaluzas más típicas del verano lo podéis ver en el tablón anuncio del menú y en las fotos a las que siempre os remito. Como siempre os escribo más vale una foto que mil palabras.
Manzanilla, rebujito, ribeiro y rioja eran el asunto de los morapios y aunque empecé con tinto y terminé con refrescante cerveza (ya que los langostinos y pescaítos estaban un poco salados de más) son de los langostinos cocidos de Perú, en el barco nodriza probablemente.

La caseta de postres fue la que más colmó mis expectativas, ya que me encontré con unas excelentes grandes bandejas pobladas del postre típico de esta época de Semana Santa que a mí tanto me entusiasman que son las torrijas DE LA ABUELA con canela, de las que también dimos buena cuenta, aparte de los otros dos sabrosos postres consistentes en pastel de manzana con crema y nata y bocaditos de fruta fría, tales como melón, uvas, etc.

Con la andorga a rebosar, el buche a estallar, el aparato digestivo para ir a correr un maratón, la vejiga urinaria en el Apocalipsis Now, pusimos pies en polvorosa desde el primer piso al bajo donde se celebraba el baile de flamenco, previa ingestión de un sabroso café bautizado con deliciosas gotas de licor café.
A todo esto quiero adjudicarle al servicio de camareros de la Hipica y a los cocineros intervinientes en el menú, o sea una partida compuesta por unos diez profesionales, una calificación de Sobresaliente, porque todos fueron atentísimos, diligentes, espabilados y serviciales como tiene que ser una partida de hostelería de alto rango.
De repente, me hallo en la planta baja, frente a un tablao de flamenco, donde dos instrumentistas y una cantará de nombre Sandra Calderón interpretaron canciones flamenca y sevillanas, que no son lo mismo.
Como bien saben mis lectores avispados, el flamenco como tal nació en Jerez de la Frontera, donde existe el primer registro escrito de la primera actuación oficial de un grupo de instrumentistas y cantantes que en el cheli, el caló y el dialecto andaluz denominan cantaores.
El andaluz flamenco actual no es tan antiguo como se cree, ya que apareció en el siglo XVIII; lo que sí es antiguo es que tras expulsar los Reyes Católicos a los judíos en 1492 entraron en las Hespañas (con hache arcaica) una serie de etnias, unos dicen que indo e78 uropeas, otras egipcias, otras mesopotámicas, de gitanos nómadas y también de romanís. No se debe confundir a los rumanos con los romanís o romaníes da igual el gentilicio, porque los rumanos que tenemos en La Coruña suelen ser, por ejemplo, profesores de música de etnia Eslava culta y los romaníes suelen ser los gitanos que piden en los semáforos y en la entrada de los supermercados, dos tipos de gente diametralmente opuestos que por desconocimiento se suelen confundir.
Como ya dije al principio que no soy devoto del flamenco y mucho menos del cante jondo, después de las dos primeras canciones hicimos mutis por el foro.
La noche sería agradable si no fuera porque chispeaba alguna nubecilla, si no fuera porque el viento movía las palmeras de la hípica de una forma preocupante, y porque ya el reloj inexorable de la media noche había agotado todas sus campanadas para unas personas que, como nosotros, no solemos trasnochar; eso lo dejamos para los noctámbulos, vampiros y seres extraños que, desgraciadamente, hoy pululan la noche coruñesa resguardándose en sórdidos pubs, antros y en discotecas donde las bacterias campan a sus anchas.
Sin pensarlo, cuando metí en retirada el coche en el garaje, recordé el soniquete aburrido del imán Moro que llamaba a la oración hace unas semanas mientras estábamos de viaje por Melilla Marruecos y Argelia en la zona española africana mediterránea, monótonas oraciones que vinieron a mi mente emparentándolas con el flamenco que acabamos de escuchar y que tienen la misma composición, o sea, una machacona melodía con una sola nota musical, que es lo que caracteriza al flamenco.
De la noche entera me quedo con la muy agradable compañía de mesa y mantel de los ingleses, del generoso y divertido doctor anfitrión, del caricaturista del Globo de Betanzos y profesor de gimnasia y las dos bellezas femeninas que prometieron vestir faralaes para la próxima fiesta andaluza en la HÍPICA; veremos si cumplen su palabra y confeccionan el traje a su medida… yo podría llevar de complemento un sombrero cordobés, sea dicho.

“No hay cante payo ni gitano, hay quien tiene pellizco y quien no lo tiene, lo que hace falta es tener corazón y saber cantar». Manolo Caracol (cantaor)».

¡SALUD, bienestar, apetito, alegría, libertad y satisfacción!
Disfruta de la vida, lector, que es más tarde de lo que tú crees.
Y… hasta la próxima crónica, que versará sobre el GRAN SALÓN DEL FÓRUM GASTRONÓMICO

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