Don Niceto tenía razón. Por Francisco Morán

Comenzaba en España la década de mil novecientos treinta, una de las décadas más efervescentes, decisivas y a la vez trágicas y catastróficas de la historia de nuestro país.
Una monarquía, agotada por una sucesión de malas decisiones sin solución de continuidad, daba las últimas boqueadas mientras Ortega con su artículo «El error Berenguer» y su casi última frase «Delenda est Monarchia», clavaba la tapa del ataúd dinástico.
A esta ola de críticas, unas más constructivas que otras, se unió el político, varias veces ministro con Alfonso XIII y eminente jurista de Priego de Córdoba, Don Niceto Alcalá Zamora.
En un discurso grabado para la posteridad, aludió a «la terca obstinación en el error que hacía imposible la continuidad de la dinastía». Esa misma terca obstinación en el error, salvando como siempre las distancias y poniéndola en contexto de aquí y hoy, es a lo que acudimos, no sin una elevadísima dosis de estupor, tras escuchar la última rueda de prensa de los eminentes Signore M y Doctor S.
Terca obstinación en el error de una inmisericorde y continua cadena de infinitas torpezas y decisiones que claramente nos indica el sentido común que no han sido precisamente muy meditadas. No hay más que ver cuál ha sido la evolución del Club desde junio del año pasado, para darnos cuenta de que estamos en manos de quien estamos. Y la guinda del pastel, es decir, que a lo mejor nos vamos a pulir una legislatura, cuatro años, 1.461 días, para volver al lugar de donde nunca debimos de haber salido, a bailar con los grandes en vez de que nos bailen en categorías que no nos corresponden.
Dicen que dijo un señor de Ferrol, que seas siempre dueño de tus silencios y nunca esclavo de tus palabras.
Porque no hay que haber estudiado una carrera, tener un máster en gestión de lo que sea, para no golpear brutalmente al sentido común y darse cuenta de que cuando uno no está haciendo buen su trabajo, (o simplemente no lo está haciendo) lo que puede hacer es guardar silencio, bajar la cabeza, aprender de sus errores y seguir trabajando mucho y bien.
Vano intento se presume.
En un mundo que nos ha tocado vivir en donde cada vez impera más el insulto a la inteligencia, no escuchar, sino esperar su turno para hablar y tirar para adelante, embebidos, o más bien sumergidos en la frase de Don Niceto.
Fastuoso, que diría Forges.

Comparte éste artículo
No hay comentarios